OIGO
Oigo el ladrar de los perros,
oigo a la lluvia caer,
oigo el cantar de los carros,
oigo las olas romper.
Oigo gritar al buhonero,
oigo que pregona miel,
oigo trinar a los pájaros,
oigo a los niños también.
Oigo el bullicio en la calle,
oigo a los coches correr,
oigo volar a las moscas,
oigo al viento ulular, fiel.
Oigo silbar al obrero,
oigo a máquina coser,
oigo escribir a otra máquina,
oigo a una anciana toser.
Oigo a una moza y a un mozo,
oigo su amor por nacer,
oigo templarse la espada,
oigo remar al batel.
Oigo marchar los soldados,
oigo un cañón, oigo cien,
oigo una orquesta sinfónica,
oigo reír al vencer.
Oigo animar al atleta,
oigo llorar al perder,
oigo el ruido de un banquete,
oigo gemir de placer.
Oigo el canto de un borracho,
oigo un tumulto crecer,
oigo predicar al prieste,
oigo a los fieles con él.
Oigo el crepitar del fuego,
oigo un bosque entero arder,
oigo graznar a algún cisne,
oigo el grito al beber hiel.
Oigo el crujir de las hojas,
oigo aplastarlas los pies,
oigo un papel que se rasga,
oigo un látigo en la piel.
Oigo rechinar las puertas,
oigo el suelo estremecer,
oigo arrastrar de cadenas,
oigo fantasmas, tal vez.
Oigo mecerse la cuna,
oigo el llanto del bebé,
oigo la nana amorosa,
la canción de mi mujer.
Oigo en el reloj al tiempo,
y mi pluma en el papel,
oigo la vida que pasa
para nunca más volver.
