DESESPERACIÓN ANTE LA POESÍA.
En tus labios carmín y en el pelo una rosa
me llegaste una noche, regalándome paz.
¡Qué dichoso fui entonces! Te sentí como esposa
para siempre querida, para siempre jamás. En tu rostro cerúleo yo estampaba mis besos,
cada beso una sílaba, cada sílaba el mar.
¡Oh, qué enormes, qué fieles abarcaban mis rezos
a las olas, de gracias por tener quién amar!
Me llevaste hasta donde no llegó Prometeo;
por mi parte te quise hasta el fondo, sin más.
Nunca te pedí nada, me bastaba tu cielo;
que yo fuera en él nube no pudiera esperar.
Pero sí: yo era cúmulo que auguraba los truenos,
diluía tu luz y calor tropical,
como tu cuerpo, un día, se diluyó en mis dedos.
Para siempre perdida, para siempre jamás.