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La Palestra de EuterpeJosé Benito Freijanes Martínez  

RUEGO.

   Corro desnudo, con el rostro al viento
y sueño, sueño mucho, y mientras sueño
ignoro el frío que me invade el cuerpo,
que lo carcome, mientras pasa el tiempo.
Quiero atraparlo, en el inútil gesto
de retener el agua con un cesto.

   Tal vez -pienso- soy yo quien, con mi cesto
en vana caza corre tras el viento,
aguardando inconsciente que tal gesto
llegue a cumplir alguna vez mi sueño
al cabo de mi espera, tras el tiempo
que desgasta mi espíritu y mi cuerpo.

   Ya no me atrevo a reflejar mi cuerpo
en el espejo que, como cruel cesto,
recoge sólo el mal que me ha hecho el tiempo.
¡Qué rápido pasó, cual raudo viento..!
Y, mientras tanto, sigo tras mi sueño,
corriendo solo, con alegre gesto.

   ¡Sí..! ¡Alegre percibís mi externo gesto!
Todos lo veis... Mas sólo veis mi cuerpo.
¡Si en mi interior me vierais, con mi sueño..!
Es lo de fuera el adornado cesto
que cuida de que no se lleve el viento
lo que dentro se guarda todo el tiempo.

   ¡Oh! ¡Detente! ¡Detente ya, cruel tiempo!
Ten conmigo piedad de hacer tal gesto.
No me dejes llevarme por tu viento.
Que no muestre el espejo así mi cuerpo,
que buena mercancía halle buen cesto
en donde transportarse hasta su sueño.

   Pero, entretanto, de la muerte el sueño
va tejiendo, tejiendo el fatuo tiempo,
así como el cestero teje el cesto,
con ceño duro e inexorable gesto,
pues con él de comer dará a su cuerpo
y su hogar mantendrá ante el frío viento.

   Mas tú, terrible viento, ¿con qué sueño
sobre mi cuerpo, transformado en tiempo
tu gesto, tejes de mi muerte el cesto?

presenta

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