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Enseguida vea: VIVIR EN INÍRIDA Relato de mi experiencia en Guainía: Llegada: fuí a parar a Inírida por por pura casualidad.
En Diciembre de 1998, depués de terminar una especialización en Bogotá, me
alistaba a regresar a Yopal cuando llamó a saludarme mi amigo Robert Castillo,
quien llevaba ya como 6 meses en Inírida, trabajando con la Secretaría de
Salud. En la charla, terminó ofreciendo un trabajo que consistía en mejorar
algunos procesos que no andaban bien en el Hospital y finalmente, después de la
autorización del Secretario de Salud quien también era un amigo, Saul Romero,
viajé a Inírida el 27 de Enero del 99. Allá me encontré a mi también amigo
Luis Eduardo Manotas. Todos nos conocíamos por haber trabajado en el mismo
sector salud en Yopal, Casanare, desde hacía muchos años. En fin, era como una
colonia llanera en el Guainía.
El Hospital: impacta al principio ver este Hospital recientemente remodelado, con un área quirúrgica sobrada de lote en instalaciones y equipos, urgencias, hospitalización y laboratorio nuevos. Pero como todo se debe compensar, un grupo de médicos de lo mas malo y conflictivo que yo haya conocido. En fin, no sé como Saul, Robert y Manotas se los aguantaban. Poco a poco fueron terminando sus contratos y fueron reemplazados por gente mucho mejor.
Hasta Mayo, todo fué así, pero hubo un cambio de Sacretario de Salud. Saúl se fué a trabajar a Bogotá y llegó como jefe mi amigo Orlando Piragauta, también llamado Orland Piragó, alias Doctor Piraflauta o simplemente Pira, y las cosas cambiaron radicalmente. Continúa: Gerencia, Ataque guerrillero, Termina Hospital, Darsalud. |
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Al llegar al Hospital, Robert se encargó de
ubicarme en su propia casa asignada por el Hospital, me mostró todo y me
presentó a toda la gente. Esa tarde, Saul organizó un paseo a Caño Vitina, un
lugar a 15 Km del pueblo y el único con carretera en todo el Departamento, en
donde pasamos como 3 horas. Que sitio tan hermoso. Me impresionó el color del
agua que es roja. Roja como un vino dulce. Si se coloca la mano en el agua cerca
a la superficie, esta se ve amarilla como un ictérico terminal. En fin, al otro
dia, a trabajar.
El trabajo: me encargaron inicialmente de
mejorar los procesos de facturación, que andaban mal. Este me permitió conocer
al Gobernador, a la gente de la Infantería de Marina y la Policía, el
Magisterio y en general a la gente que tenía relación contractual con el
Hospital. Lentamente y con alguna ayuda de Hernando Macías, un médico muy
piloso del Ministerio de
Salud, el proceso fué mejorando y me dió tiempo de meter un poco las uñas en
cosas mas generales de auditoría médica, cartera, procedimientos médicos,
etc... Mensualmente debía viajar a Bogotá y Villavicencio a arreglar asuntos
del trabajo y esto me permitía saludar a mi familia, mi señora y mi hijo Carlos
Eduardo que para entonces tenía 4 años. Me sentía muy bien, mucha
tranquilidad pero poca integración con el pueblo. Los primeros meses
fué así. 
La gente del Hospital: ese horrendo
grupo de médicos fué cambiado gracias a Dios. Algunos otros que
llegaron luego, como Luis Carlos y unos paisas de la Universidad Bolivariana de
Medellín, ayudaron mucho a esta mejoría. En otros
servicios hubo gente muy querida como Cristina la Odontóloga que no recuerdo el
apellido, Paola y Jinnet, bacteriólogas, Carlos Eric el jefe del Laboratorio,
Karl Colemon, odontólogo hijo del ilustre epidemiólogo del mismo nombre, la
enfermera Patricia y otros con los que integrábamos nuestro diario trancurrir
sin aburrirnos. Los otros empleados, las auxiliares de enfermería,
facturación, los de mantenimiento y servicios generales, auxiliares de toda
clase, en general nos miraban como a forasteros y a pesar de ser amables, nunca
se integraron o nos pudimos integrar todos. Incluido el Jefe de Odontología
Edgar, apodado "Chino" que
es un Bogotano que lleva como 12 años allá haciendo lo mismo, en el mismo
puesto y obviamente resentido porque los que llegan obtienen mejores cargos. El
servicio de alimentación es contratado en esa época a doña Magnolia, caleña
que lleva como 20 o mas años allá y se encargó de consentirnos y
alcagüetiarnos todas las chocheras gastronómicas de estos comensales
empleados. A ella y su familia siempre estaré agradecido.