12 de Abril de 2003
Alexander Montilla, Lolimar Suárez, Eduardo Fernández, Marinés Delgado
Panorama
Trabajo publicado originalmente en http://www.panodi.com/golpe/index.html
En tres entregas presentaremos la narración y las conclusiones del Presidente de la República. Aquí, en la sede del periódico, contó sus horas más difíciles. Sus posiciones en la Opep y frente al Alca incidieron en la asonada. "En verdad para mí sí fue una sorpresa muy grande la voltereta de Miquilena al final de su vida. Algunos me dicen que nunca lo conocí bien, es posible. Algunos me dicen que siempre me engañó, es posible".
¿Cómo fueron esos momentos de su llegada a Fuerte Tiuna esa madrugada ya del 12 de abril?
-Me llevaron directamente al edificio del comando del ejército por un sótano. Subimos a la sala de conferencias en el cuarto piso. Ahí me extrañó ver a dos obispos. Por qué digo que me extrañó, porque yo los había llamado temprano a Palacio y no fueron.
Bien, allí estaban Baltasar Porras y otro obispo. Ahí había de todo. Ví algunos rostros solidarios; otros más exaltados; algunos pedían abiertamente que debían matarme; a otros los ví dudosos, temerosos. Había mucha gente, había de todo. Había ambiciosos y estaba el grupito realmente conspirador.
Ese grupito se veía muy activo, tratando de coordinar aquello que habían liberado, aquella caja de Pandora que abrieron. Saludé a algunos y me senté al lado de los dos obispos.
¿Estaba Carmona Estanga?
- Alguien me dijo que Carmona estaba allí, yo no lo ví en verdad. Yo estaba sentado frente a una mesa y la puerta de entrada a aquel salón me quedaba casi de espaldas y a la derecha. Alguien me dijo que en un momento él se asomó, yo no lo ví. Pero sí estaba en el salón de al lado, eso sí es absolutamente cierto.
- ¿Qué más sucedió?.
-Yo me senté allí, llega un general y toma la palabra. Me dice 'teniente coronel' y yo le respondo 'sí general'...él me dice 'aquí está su renuncia'...yo le digo 'ustedes están equivocados, ustedes parece que no me conocieron nunca, yo no voy a firmar eso, ni lo voy a leer'. Entonces sentí que comencé a tener influencia sobre algunos que empezaron como muy serios a observarme, como a interiorizar. 'Ustedes están equivocados' les dije, 'yo no voy a firmar esto, ni voy a renunciar ni nada, ustedes tienen dos alternativas: me meten en una prisión o me fusilan, ustedes tomen la decisión'.
Luego les dije "ustedes como que no se dan cuenta de lo que están haciendo, va a amanecer en un rato y ahí está un país, ¿qué le van a decir ustedes a ese país?". Ellos se quedan en silencio. De repente uno de los golpistas más furibundos se da cuenta de que mis palabras están teniendo algún impacto sobre el grupo y rompe con un grito muy violento el mensaje que yo estaba dando. Yo me quedé callado y les dije "bueno hagan lo que quieran".
Así que los llamaron, se fueron a reunión, entiendo que con Carmona, a analizar el problema. Yo me quedé con los dos obispos y mi jefe de Casa Militar que estaba allí y otro coronel.
Recuerdo que me pregunta Baltasar Porras que cómo me siento y yo le respondí "me siento bien, pero muy angustiado por lo que aquí puede ocurrir, por lo que se puede desatar, yo creo que esta gente no está midiendo bien las consecuencias, ¿ustedes han hablado con ellos?".
Les dije que me sentía bien porque yo estoy aquí sentado en esta situación por muchas cosas, pero una muy vertical es el haberme mantenido fiel a un compromiso.
Yo le decía al obispo "estoy aquí porque pasaron tres años y yo no me rendí ni a los halagos, ni a los ofrecimientos, ni a los chantajes, ni a las presiones de esa oligarquía grosera, ni de esos poderes hegemónicos nacionales e internacionales".
Si me hubiese rendido, hubiese sido alabado...alabado sea Chávez, hasta la verruga le queda bonita, ¡qué lindo es Chávez!, ¡qué bonito!, pero como no me rendí ante ellos, soy el diablo.
Yo me sentía tranquilo conmigo mismo, preocupado por todo aquello, pero aquí en mi interior, yo decía: pareciera que tenía que ser así; y me aferraba a este Cristo que me regaló mi general Pérez Arcay saliendo de Palacio (Chávez saca del bolsillo derecho de su camisa la cruz azul de bordes nácar y la aprieta con las dos manos) y me dije "si me voy a morir hoy, me voy contigo". Estaba dispuesto a morir con el espíritu en paz a pesar de que estaba rodeado por mucha tormenta. Más a o menos así fue lo de Fuerte Tiuna.
Después ellos volvieron como a la hora, ya estaba amaneciendo. Recuerdo que yo le decía al obispo y al otro general que estaba allí "miren, díganles que apuren una decisión porque está amaneciendo". A mí me preocupaba mucho el amanecer. ¿Qué va a pasar, qué va a hacer el pueblo, qué van a hacer los militares constitucionalistas?
Entonces cuando regresan, vuelve otro general a tomar la palabra y me dice "hemos decidido que usted se quede aquí para que asuma su responsabilidad, usted es el responsable de los muertos y será juzgado".
Yo le respondí "bueno, yo asumo mi responsabilidad, usted asuma la suya también". Él me dice "aquí está, firme la renuncia, de aquí no salimos si usted no firma la renuncia". Yo le dije "llévese ese papel, ni me lo muestre, ustedes hagan conmigo lo que ustedes quieran, pero yo no voy a firmar".
En un arrebato de desespero, uno de ellos agarra el papel y dice "bueno no importa que no lo firme, de todos modos, renunció". Le dije "ustedes saben que eso es mentira". Se fueron y me mandaron preso a una habitación de la Policía Militar...
-Suponemos que después de eso, ese general le hizo creer a los medios que usted había renunciado, porque así lo aseguraron...
-Estoy seguro que fue después de eso. Claro, me llevan a prisión condenado a muerte. Porque cuando ellos toman esa decisión de anunciar mi renuncia siendo una de las grandes mentiras, la única forma en la que yo no hubiera podido desmentir aquello, era muerto. Ellos dicen que no importa que no firme, porque están condenándome a muerte. Y en verdad, me iban a matar.
Ellos deciden sacarme de Fuerte Tiuna porque ya han puesto a correr por el mundo la tesis de que yo renuncié. Impiden que me vea nadie, pero empiezan a aparecer las pequeñas lealtades, que son gigantescas. Recuerdo ahí, en un cuarto, sentado en la mañana, no podía dormir y tenía a un capitán allí, sentado, en silencio. Pero yo sentía la mirada del capitán. De repente le veo los ojos y siento unos ojos de solidaridad y él en algún descuido de quienes seguramente lo estaban vigilando, me da una piedra y me dice "frótela mi comandante, eso le da fuerza".
Yo agarro mi piedra, pero yo ya sé que no es la piedra sola, ya es el hombre que está con la piedra ahí, es la piedra y el hombre. Entonces yo me le acerco al muchacho y le digo "no te muevas, pero tú tienes que conseguirme un teléfono y un televisor, de lo que tú hagas puede depender en mucho lo que aquí pueda desencadenarse".
Y el muchacho no sé como hizo, pero me consiguió un televisor pequeño y es cuando yo veo la renuncia. Veo que le están anunciando al mundo: "¡renunció Chávez!" y leyendo un papel "que firmó". Le dije al capitán que eso era mentira. Allí le insistí en el teléfono. Claro, cuando yo veo aquello digo "estoy muerto", porque si están diciendo esa gran mentira al mundo para montar un gobierno, "yo estoy muerto, no me van a dejar hablar nunca más, me van a desaparecer", entonces llamo a mi hija y a mi esposa desde el teléfono prestado. María Isabel logra hablar con CNN y María Gabriela habla con Fidel y Fidel la puso por el mundo. Ahí se comenzó a romper la mentira.
Luego vino la intervención de Isaías Rodríguez, pero antes de esa intervención, fíjense, se dan otras de las pequeñas lealtades silenciosas: las únicas personas que pudieron entrar allí donde yo estaba, me imagino que para cuidar apariencias, fueron dos muchachas muy jóvenes, abogadas, fiscales militares.
Afuera ya había mucha presión con eso de "dónde esta Chávez, queremos ver a Chávez". Entonces, como no dejaban entrar fiscales civiles, llevan dos muchachas pensando que como eran subtenientes, iban a cumplir una orden a ciegas.
Ellos contaron con eso, con la obediencia ciega, pensaban que todos los militares iban a cuadrarse y a decir "sí, entendido"; no conocen la Fuerza Armada, y estos generales conspiradores y golpistas se ve que no pasaron por la Fuerza Armada, o ellos pasaron pero la Fuerza Armada no pasó por ellos, no la conocen, no conocen la institución, eso es sorprendente.
Yo le preguntaba a ellos "¿ustedes creen que los muchachos de los tanques los van a obedecer?, ¿ustedes no ven que los muchachos de los paracaidistas no los van a obedecer?, ¿ustedes creen que los subtenientes se les van a cuadrar?", y ellos respondían "no chico, eso está todo controlado, tu estás equivocado, toda la Fuerza Armada está contra ti". En ese momento, casi al amanecer, me quité el uniforme allá en Fuerte Tiuna.
-¿Qué más sucedió con las dos fiscales militares?.
- Ellas habían entrado muy tiesas porque detrás venía un coronel golpista, quien además es abogado y fue uno de los jefes de la conspiración. Ambas venían a verificar mi estado. Me hicieron unas preguntas y de inmediato les respondí que no había renunciado y que estaban diciéndole al mundo una gran mentira. Les pedí que lo anotaran y que también colocaran que me tenían incomunicado, que estaban violando mis derechos, que no había podido hablar con mi familia y que necesitaba decirle al mundo que yo en ese momento era un Presidente prisionero.
Las muchachas anotan y me dan luego para que firme una hoja manuscrita, pero no colocaron lo que les dije de que yo no había renunciado. Las miro y ellas siguen allí tiesas. Comprendí porque allí seguía el coronel golpista. Firmé la hoja y me dejaron solo. A los dos días me enteré que ellas le habían mandado un fax secreto al Fiscal Isaías Rodríguez con la misma hoja que después de las firmas decía en letras chiquiticas "nota, manifiesta que no ha renunciado". El coronel golpista se había llevado la hoja original, pero ellas, con un coraje infinito, hicieron una copia y le anexaron la nota.
Con ese documento en su mano, el Fiscal Isaías Rodríguez aparece en la televisión diciendo "yo no he visto la renuncia firmada por el Presidente Chávez, por lo tanto él sigue siendo el Presidente".
"En situaciones difíciles soy más aplomado"
El Presidente Chávez asegura que jóvenes militares encargados de servir el café en el despacho presidencial oyeron asuntos muy graves el 12 de abril.
-¿Cómo se iba a concretar su muerte?.
-La tesis era que traté de escapar y que agarré una pistola. Ellos iba a decir "bueno, recuerden que es violento, que es loco y que está manchado de sangre; el que a hierro mata, a hierro muere". Ellos venían preparando todo eso, pero en situaciones así yo me voy aplomando. Igual ocurrió el 4 de febrero cuando pensé, ví la situación y dije "vamos a deponer las armas". Luego asumí aquello y hablé por un minuto al país. Después fui a prisión y superé nuevas dificultades.
-¿Quién dio la orden de matarlo?
-Pedro Carmona dio la orden. Entonces aceleran mi salida de Fuerte Tiuna, me llevan muy cerca del comando del ejército donde operaban los golpistas. Allí está el batallón O´Leary, que ellos creían tener controlado. Ahí no duré ni media hora porque me montan en un helicóptero y me llevan a Turiamo. Serían como las diez de la noche. Hasta allí llegó la orden de matarme, pero se formó un conflicto entre quienes querían acatarla y quienes no querían.
Fíjense como sería que en Turiamo no me tenían reservado dormitorio ni sitio de reclusión. Por fin, me metieron en una enfermería del puesto de la Marina y así amaneció.
"Ahora sí tengo cómo responder"
Tomado de Red Bolivariana