Chile. Poesía contemporánea con una mirada al arte actual

Fuente: El Mercurio, jueves 22 de junio del 2000

Reseña

Autor:    Marcelo Rioseco, antologador
Nacionalidad:    Chilena
Lugar de Publicación:    Málaga
Año:    1999
Editorial:    Revista Litoral
N° de páginas:    265

Definida como Revista de la Poesía, el Arte y el Pensamiento, Litoral nació en Málaga en 1926 y en ella publicaron sus primeros poemas varios de los grandes exponentes de la lírica española del siglo XX como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Juan Larrea y Vicente Aleixandre. En esa época, también fue el espacio que difundió el arte de maestros como Picasso, Juan Gris, Joan Miró y Salvador Dalí. Esta vez, Litoral nos entrega un valioso libro centrado en la producción poética y artística chilena. Fusionando justamente aquellos tres conceptos de poesía, arte y pensamiento, aquí se reúnen algunos de los más notables poemas, pinturas, esculturas y fotografías junto a las reflexiones de hombres que ya forman parte del legado cultural de este país. Todo estructurado sobre una suerte de equilibrio mágico con el que soñaba Vicente Huidobro. Con el objetivo de atenuar ese involuntario e injusto aislamiento al que Chile está sometido —comenzando por su situación geográfica completamente insular—, este valioso libro nos invita a participar de un íntimo y revelador diálogo entre poesía y arte chileno actual. Uno de sus mayores logros es justamente recordarnos cuán ligadas están ambas manifestaciones y cómo se han influenciado mutuamente desde sus orígenes, cómo han sido inspiración una de la otra. Luego de una pequeña nota editorial, Roberto Bolaño, uno de los máximos exponentes de las letras latinoamericanas de los años noventa, abre este nuevo espacio cultural. En su corta intervención, este escritor y poeta chileno residente en España, da a conocer apreciaciones profundas e imágenes llenas de gracia sobre la poesía chilena: ... tengo la vaga sospecha de que para los chilenos la poesía chilena es un perro o las diversas figuras de un perro: a veces una manada salvaje de lobos, a veces un aullido solitario escuchado entre dos sueños, a veces, sobre todo últimamente, un perro faldero en la peluquería de perros. Antes de presentar su fina y cuidadosa antología, Marcelo Rioseco —ganador en 1994 del Concurso de Poesía Premio Revista de Libros de El Mercurio— nos introduce a un panorama más general y académico de la poesía chilena contemporánea. Para empezar, hace un estudio a fondo de las raíces de nuestra tradición literaria y plantea una indisoluble relación entre las manifestaciones artísticas y la historia. Los factores políticos, sociales y económicos de la realidad histórica de un pueblo moldean, sin duda, la expresión de sus artistas. Sin embargo, Rioseco postula un distanciamiento cada vez mayor entre la sociedad y el arte: Las posibilidades de que la poesía se reconcilie con la sociedad son cada vez más lejanas. Sobre este escenario se dibuja el futuro de toda tradición poética. Rioseco enfatiza, además, la pérdida del sentido de comunidad, la falta de una identidad chilena y, de algún modo, esta novedosa síntesis de arte y poesía actual cumple con reparar esta miserable carencia. Chile. Poesía contemporánea con una mirada al arte actual nos conecta con lo que ha comenzado a definirse como chilenidad. Qué más propio de un pueblo que su arte y su palabra. Sin estos elementos una cultura cualquiera difícilmente podría sustentarse. Tanto la poesía como el arte muestran nítido el rostro de Chile, ese rostro que en períodos críticos, quizás el actual, tiende a desvanecerse. Afortunadamente gozamos de una sólida tradición poética y artística. Y cada uno de aquellos grandes de Genio y Figura - como dice el título de un poema de Pablo De Rokha- está presente en este libro. Gabriela Mistral junto a Roberto Matta; Vicente Huidobro junto a Mario Carreño; Rosamel del Valle y Roser Bru; Pablo Neruda con José Balmes y Gracia Barrios; Humberto Díaz-Casanueva junto a Hugo Marín; Nicanor Parra y Mario Toral; Gonzalo Rojas y Rodolfo Opazo; Jorge Cáceres y Carmen Aldunate. En fin. La categoría de clásicos es extensa. Y Chile es tan joven que algunos de ellos aún viven. Ante este fenómeno, Rioseco admite la dificultad para definir las fronteras de la poesía contemporánea: En poesía todo clásico es un contemporáneo, afirma. Sin embargo, propone un parámetro bastante convincente: los últimos cincuenta años a partir de la publicación en 1949 de Nada Escurre de Enrique Lihn. Y la antología comienza precisamente con uno de sus mejores poemas, quizás el mejor, Porque escribí. En este sentido, Rioseco no se equivoca. Los poemas escogidos son verdaderas joyas. Y los autores —veintiséis en total— también son de los buenos. Entre ellos, Jorge Teillier, Armando Uribe, Gonzalo Millán, Efraín Barquero, Pedro Lemebel, Diego Maquieira, Claudio Bertoni, Omar Lara, Armando Roa Vial, Sergio Parra y la única mujer, Cecilia Vicuña. Una falta grave no haber incluido otras voces femeninas. Pero al menos no ocurre lo mismo con las raíces indígenas y se rescatan versos mapuches de Elicura Chihuailaf, Jaime Luis Huenún, Leonel Lienlaf y Jorge Valenzuela, poéta aún inédito. Sin duda, esta selección no es perfecta y, como en todas, hay una cuota de arbitrariedades estilísticas y gustos personales. Pero es importante destacar el criterio que Rioseco utilizó para armarla: la proposición de una correspondencia, a mi juicio bastante acertada y coherente, entre lo chileno y lo lírico. Somos puro paisaje, dice Rioseco, y la poesía, en este sentido, no es más que paisaje interior; su manifestación externa expresada desde la condición secreta y solitaria del poeta. Justo Pastor Mellado y Milan Ivelic —director del Museo de Bellas Artes de Santiago— toman, por su parte, el análisis de la escena plástica. Basándose en la realidad política, social y económica, además de contemplar los grandes movimientos artísticos ocurridos en el extranjero, nos dan su propia visión sobre el circuito recorrido por el arte chileno actual. Interesante resulta el planteamiento de Mellado destacando la importancia de las ensoñaciones nerudianas dentro de la pintura. Y la condición de tecnología maniaco-depresiva adoptada por la fotografía; un arte que, según él, habilita la ficción de la vergüenza de un pasado pictórico carente de tradición efectiva (...). Milan Ivelic señala, a su vez, la omnipresencia de Roberto Matta (1911) quien, con su enorme prestigio internacional, constituía un faro para las antiguas y nuevas generaciones. Además de Matta y otros nombres consagrados, la muestra incluye artistas de generaciones posteriores como Samy Benmayor, Bororo, Jorge Tacla, Eugenio Dittborn, Gonzalo Cienfuegos, Benjamín Lira, Benito Rojo, Ricardo Maffei y Matías Pinto DAguiar en pintura. Luis Poirot en fotografía. Y en escultura, Marta Colvin, Iván Daiber y Gaspar Galaz, entre otros. Pero también aquí es imposible incluirlos a todos. Cada lector extrañará sus preferencias. Nos faltarían, además, ojos para apreciar tanta belleza.

Jessica Atal