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EL PRIMER MOTOR DE ARISTÓTELES*

Eduardo Villegas

UNAM**

Furchtlos bleibt aber, so er es muss, der Mann

i>Einsam vor Gott, es schützet die Einfalt ihn,

Und keiner Waffen braucht's und keiner

Listen, so lange, bis Gottes Fehl hilft.

Hölderlin1

Estamos inmersos en una cierta precomprensión del Primer Motor que, así como nos da un armazón conceptual suficiente para referirnos a él, también nos vela otras posibilidades. Esta precomprensión está determinada por lo que nos es entregado: la tradición. Pero no es una entrega sin importancia, como tampoco es una entrega solicitada. De especial atención, pues es desde ella desde donde nosotros mismos hablamos. Y nos es dada: nuestros juicios siempre son enunciados desde un "sitio" con tradición históricamente localizable. De aquí la urgencia de identificar la "visión" con la cual lo "vemos". Quisiera retomar la preocupación de Aristóteles por los cimientos: el Primer Motor, no como una estructura propuesta sin más, sino que me interesa hacer específica la problematización en su derredor. Es decir, ver tanto el edificio creado como los suelos sobre los cuales se asienta. Para ello, es menester exponer, colocar a la vista, cómo se ha entendido y se entiende el Primer Motor. La intención: conocer nuestra predisposición al acercamos a Aristóteles. Lo cual permitirá que finalmente se hagan apuntes para entender un vínculo entre el Primer Motor y el hombre, y los requerimientos correspondientes.

I

Aristóteles nos habla del Primer Motor. La expresión original en griego es tò prÇton kinoèn. Kinoèn es el participio neutro de presente del verbo kin¡v. La tradición ha traducido kinoèn por "motor", pero al ser un participio de presente, debería decirse "moviendo": "lo Primero Moviendo". Pasando por alto esta imprecisión, aceptaremos el término con el fin de evitar confusiones. Para desencubrir las dos direcciones de suyo mentadas por el verbo, separadas de los "tipos" de movimiento, se presentarán en primera instancia dos pasajes de Homero, pues tiene un peso marcado su comprensión "común" para el griego del siglo IV. "Desencubrir", ya que la tradición, al darnos su punto de vista y estar formando parte de él, favorece algunos aspectos encubriendo otros. Con "peso marcado" no debe creerse que se puede evitar, como un recubrimiento innecesario, inútil o prescindible, la fuerza original de una palabra o expresión. Si bien se desgasta con el uso, aún es posible rescatarla, pues "las palabras y el lenguaje no son vainas en las que sólo se envuelven las cosas al servicio de la comunicación hablada y escrita" [Heidegger, Einführung in die Metaphysik, I]. Cualquier expresión, explicándola, sirve para darnos a entender. Pero como nuestro empeño está en pro de la exegética original de aquello que Aristóteles dice, nos acercaremos a Homero para preguntarle por este verbo. Después recuperaremos, de manera igualmente exegética, el uso del verbo Kineîn por Aristóteles. Exegético es el con-frontarse, ponerse frente a frente con un texto para buscar aclarar la comprensión original de una palabra o un verbo. Comprensión y exégesis no son lo mismo. Toda exégesis cabal requiere de la comprensión para ser tal. La comprensión del origen nos remite al conocimiento de la experiencia de la que emana una expresión.

Dice Homero en la Ilíada [B. vv.147-148]: " ... cuando mueve el Céfiro un trigal hondo, viniendo / violento, impetuosamente, y éste sus espigas inclina, ..." Este "mueve" refiere, evidente por el contexto, a un mover "extrínseco". Movimiento extrínseco es el que se produce de la acción sobre algo llevada a cabo externamente. De aquí que el Céfiro (el viento del poniente), que es externo, diferente de lo que es movido, oblige al trigal a inclinar sus espigas. Cabe diferenciar entre "lo que se mueve", las espigas, y el "por qué se mueve", el Céfiro. Las espigas se inclinan por un agente externo, por un movimiento extrínseco provocado por el Céfiro. El "productor" y el "receptor" del movimiento están claramente escindidos: no son uno mismo; no debemos confundirlos entre sí, ni identificarlos como uno solo. Aunque la separación permita entender cómo es movido lo que se mueve, la indagación sobre aquello que mueve no es tan sencilla. Atenidos, ciertamente, a este uso específico del verbo mover.

Pero en la Ilíada también utiliza Homero el verbo en diferente forma, mentando un mover diverso: "... a hombros del indignado allí estridor hicieron las flechas / al moverse él mismo, y él iba similar a la noche; ..." [A. vv.46-47]. El "mismo" del "al moverse él mismo" es sólo un enfático. El agente que produce el movimiento no es otro distinto de sí: agente en sentido restringido en tanto que agente inmediato del movimiento. Inmediato ya que su causa no es diferente del agente causal. Es el "productor" y simultáneamente el "receptor" del movimiento. La cuestión sobre "por qué" aún no está discutida, y tampoco hemos explicitado cómo ni hacia qué se da. Calificaremos este movimiento como "autor" (tomado de aétñw) por contraste con el anterior. El movimiento extrínseco está "produciéndose" por algo más, el movimiento autor, por sí mismo. Y si el oponer no es erróneo, concluyamos que el movimiento autor es el que se produce de una tendencia. Tendencia es un inclinarse hacia, un apuntar, un caminar encaminado a; parecido a un arquero espiando el horizonte en espera de la presa. Al ser provocado, el movimiento extrínseco no requiere más explicación que la de aquello que lo movió; el análisis recae sobre lo otro. El análisis del movimiento autor es hecho sobre lo uno que mueve y es movido a su vez, así como sobre aquello hacia lo cual tiende y es principio de su movimiento. Ambos tienen un "algo" que les mueve: pues "nada se mueve a la suerte, sino que siempre comienzan [a moverse] por algo" [Met. L, 1071 b 35]. Este "algo" (ti), en el caso del movimiento extrínseco, requiere de un agente externo: un otro gracias al cual es movido pasivamente. En el caso del movimiento autor, solicita un motivo por y hacia el cual tender activamente. Aristóteles dilucida los dos usos en De Anima [A. G. 406 a 4]:

  • "De dos [maneras se dice que] cualquier cosa [puede] ser movida: o bien por otro (kayƒ §teron) o bien por sí mismo (kayƒ aêtñ). Decimos que por otro cuando se mueve estando en [algo] moviéndose, como los marinos [en un barco]. Pues no se "mueven" en el mismo sentido en que [se mueve] el barco. Ciertamente [el barco] se mueve por sí mismo y [los marinos] son movidos [así]."
  • Un error en la interpretación temprana del Primer Motor es entenderlo dando preferencia a una forma de movimiento sobre la otra, o bien a ambas. Aún no exploramos si alguna de ellas es la que Aristóteles quiere describir cuando habla de aquél o si son las dos o, inclusive, si es una tercera. Para esto, es tarea aclarar qué es el movimiento, pues hemos estado hablando de él como si ya tuviéramos una cabal comprensión. Conceptos claves tales como "potencia" y "acto" permitirán elucidar esta cuestión.

    II

    Todo movimiento es por un cambio (metabol®). Y lo que cambia, "cambia o de un sujeto hacia un sujeto, o de un no-sujeto hacia un no-sujeto, o de un sujeto hacia un no-sujeto, o de un no-sujeto hacia un sujeto" [Met. K, 1067 b 15]. Pero, no es tal el cambio de un no-sujeto a un no-sujeto y por tanto, serán solo tres los "cambios". Si no tenemos algo de lo cual ha habido un cambio, y algo a lo cual cambió, no hay dónde podamos localizar algún cambio. Cualquier cambio presupondrá, por ende, "algo" o "alguien" como el sujeto de ese cambio. Hay que ver ahora cuál o cuáles de estos son posibles. Aclaremos. La palabra "sujeto" ha llegado a nosotros a través del latín con subiectum. Ésta, a su vez, es la traducción literal de êpokeÛmenon. Sujeto es, así, el encontrado bajo (êpñ, sub) la condición de yecto (keÛmenon, iectum). Ser yecto es estar condicionado. El hombre en tanto que sujeto no tiene otra forma de existir que no sea como caído, yecto en ciertas condiciones específicas e ineludibles. Aunque no desdeñables y de las cuales debamos escapar. Tampoco son un "mal necesario". Estas condiciones son la específica forma de constituirse el ser del hombre. Y justamente, condicionan, dan una tierra sobre la cual sembrar. El condicionamiento del sujeto es de lo que se parte. Lo que "haga" con estas "condiciones" es cuestión de las "posibilidades" que en ellas pro-yecte, que invente como yectas en "las cosas". Pues inventar se dice de dos formas. De común significa crear algo nuevo, nunca visto o imaginado. Por ejemplo, cuando decimos que Morse inventó el telégrafo eléctrico. Y también de común, es contrapuesto a descubrir. Esta dicotomía no es tan tajante si tomamos en consideración el origen de la palabra. Etimológicamente, inventar es hallar en lo dado2. Decimos "hallar" o bien cuando después de buscar "encontramos" lo buscado, o bien cuando percibimos que nos hemos "topado" con algún ente específico de los que nos salen al encuentro. Pro-yectar es poner al frente (pro) las "posibilidades" como yectas. Más adelante será aprehensible la comprensión de esta sentencia aún en sombras.

    Dice Aristóteles en el libro Delta de la Metafísica: "La definición propia de la potencia sería: principio mutativo [que está] en otro, o en cuanto otro." [1020 a 5] La cual es una sentencia oscura. Es conveniente detallar qué o quién es que "otorga" la potencia. Decimos otorgar porque si la potencia [dænamiw] está en otro o es en cuanto otro, necesitamos de un algo o alguien que sea precisamente lo otro otorgando potencia a lo en potencia. Por ello, "se llama potencia el principio del movimiento o del cambio, el que [está] en otro o [el que es] en cuanto otro, así como el arte de edificar es una potencia que no es principio en lo que se edifica." [Met. D, 1019 a 15] Y potencia se dice de dos formas. Por un lado, la semilla de un árbol es en potencia ese árbol. Por "naturaleza" (fæsiw) la semilla de mostaza es en potencia un árbol de mostaza. "En cuanto otro", la semilla es ya en potencia el árbol. El "otro" aquí se encuentra restringido por aquel del que brota. Si la potencia por "naturaleza" que está analizándose es la de una semilla de mostaza, diremos que ésta es "en cuanto otro" un árbol de mostaza. Así, el "en cuanto otro" se entiende como la potencia por "naturaleza". Hemos seguido aquí la traducción de fæsiw por "naturaleza" para recordar cómo nos ha sido entregado por la tradición este concepto. Sin embargo, hagamos un par de anotaciones sobre la palabra original con el propósito de ahondar en lo dicho anteriormente. Fæsiw es un compuesto del verbo fæv y el radical -siw. Fæv significa nacer, brotar, surgir. El radical -siw indica proceso, continuación. De aquí que pensadores como Martin Heidegger propugnen la recuperación de la identidad original de la palabra al traducirla como "principio imperante que al brotar permanece". [Loc.cit.] Pues lo designado con fæsiw no es simplemente lo "físico" o natural (en tanto materia), sino la totalidad de lo que es. Respecto a ésta, dice aquél: "de una manera, [es] la generación de las cosas que crecen [...] Además, [es] aquello de donde procede en cada uno de los entes naturales el primer movimiento [...] Y se llama también naturaleza el elemento primero, informe e inmutable desde su propia potencia, del cual es o se hace alguno de los entes naturales." [Met. D. 1014 b 16 - 27] La potencia "en cuanto otro" es potencia de la fæsiw.

    Por otro lado, lo que tiene la potencia de ser cambiado, por ejemplo un árbol en silla, no es el árbol en sí mismo. El árbol no es en potencia una silla, no está en su "naturaleza". En el "arte" de cambiar un árbol en silla está la potencia. Lo "potencial" de todo movimiento o cambio, así entendido, no está en las cosas mismas sino en otro, "potenciador". La potencia "en otro" es la que pro-yecta el hombre en tanto que sujeto. Lo potencial "en otro" sólo tiene la facultad de ser otorgado por el hombre. Pues "[las cosas] se producen o por arte, o por naturaleza, o por suerte, o por casualidad. El arte es un principio [que está] en otro; la naturaleza, un principio [que está] en sí mismo (el hombre, en efecto, engendra un hombre)." [Met. L, 1070 a 5] El arte (t¡xnh) es opuesto a la "naturaleza". Con el arte queda ejemplificado lo potencial "en otro".

    Lo anterior se entiende mejor si establecemos conexión con este ilustrador pasaje: "Todas las fallas se dicen con la elección previa. Además, toda potencia [es] de los elegidos." [Tópica, D. 126 a 33] La elección (aáresiw) es un requerimiento de la potencia "en otro". De no darse la elección, no habría potencia. El otro otorgando la potencia en las cosas pro-yecta la elección. Un bloque de mármol no tiene, en sí mismo, la posibilidad intrínseca de que se le elija para ser esculpido como un David o como una Piedad. La posibilidad de que este mármol llegue a su realización en tanto que un David o una Piedad depende sólo del escultor. Éste es quien pro-yectará finalmente la forma dada al mármol. La posibilidad es pro-yectada por el escultor sobre el mármol. El resultado llega dando cumplimiento a la potencia, implicando una elección.

    Llevar a cabo una potencia es estar en acto. Pero potencia y acto no son lo mismo. Precisamente, el acto es lo contrario de la potencia. Aunque también la entelequia es contraria a la potencia. Es por ello común que sean confundidos el acto y la entelequia, por su contraposición con la potencia. Deslindarlos no es tarea sencilla, así que puntualicemos. Este deslinde no es, de ninguna manera, un intento por lograr la creación de definiciones independientes. Los tres conceptos se interrelacionan, y no es posible comprender uno aislado de los demás. Sus fronteras nos están marcadas y en separación total. De aquí que veamos el acto y la entelequia permeados en buena medida por una referencia, expresa o no, a la potencia.

    "Acto", es el término que se utiliza para traducir ¤n¡rgeia. Recordando la relevancia de lo designado por el origen de las palabras, aprehendamos lo designado por ésta. ƒEn¡rgeia es la sustantivación de la crasis de la preposición ¤n con el sustantivo ¦rgon. La preposición indica situación; es este caso: "en", "entre", "dentro de". Recurramos a Píndaro para develar lo mentado con ¦rgon y de tal forma, comprender la causa por la cual Aristóteles utiliza este concepto.

    Dice Píndaro: "[La] obra [fue] durante un día" [Olímpicas. Y, v. 85] Valga decir que la traducción aquí de ¦rgon por "obra" es un tanto confusa. Píndaro utiliza en este contexto la palabra para expresar lo que llevó a cabo el héroe; esto es, que la contienda duró todo un día. Si nos apegamos a la literalidad, es acertado afirmar lo primero; pero mantengamos lo segundo también. La traducción mecánica no nos conduce por buen camino. Nuestro intento no está en la formación de un léxico nuevo para traducir a Aristóteles, sino en la comprensión de éste. De tal modo alcanzaremos un acercamiento a sus reflexiones.

    Así, ¦rgon se entiende en este contexto como una actividad o un trabajo relativo a algo o a alguien. No hay "trabajo" sin "trabajador": es un requerimiento. La reiterada búsqueda del origen de las palabras y expresiones, insistimos, no es un simple recurso argumentativo. La genealogía no es una cuestión estática ni un mero deseo de erudición. Saber la experiencia primaria de donde emana una expresión, nos orienta. El manantial primigenio aprehende la fuerza, permite un hablar auténtico.

    ƒErgon es la obra, el trabajo, la actividad. Lo que se lleva a cabo. Consecuentemente, ¤n¡rgeia resultará: "en-actividad"; "dentro de la obra"; "en el trabajo". Aristóteles hace explícita la relación antes mencionada: "la obra [es] un fin, y el acto [es] la obra; por eso también la palabra acto (¤n¡rgeia) se dice con la obra (¦rgon) y tiende a la entelequia." [Met. Y, 1050 a 21] Estar en acto es estar en actividad, realizándose. El acto es por la obra y sin obra no hay acto.

    "Entelequia" es la transliteración de ¤ntel¡xeia. Éste a su vez es un concepto de acuñación aristotélica. Los elementos que lo constituyen son: la preposición ¤n, el sustantivo t¡low y el verbo ¦xv. De la preposición ya hemos hablado, baste pues lo dicho. T¡low es traducido como "fin", pero no es evidente lo mentado con esto. Para develarlo, iluminemos el verbo del cual procede: tel¡v. Éste significa acabar, terminar, cumplir, realizar. T¡low es por ello "fin". Sin embargo, no es "fin" a la manera de una "orilla", así como decir que la costa es el "fin" del mar. Tampoco es un término temporal, como cuando afirmamos que el siglo XV marca el "fin" de la Edad Media. "Fin" es la completud. "Fin" es también hacia lo cual se tiende. ƒExv es tener. Y "tener" se dice diversamente:

  • "Es llevar según la propia naturaleza o según el propio impulso; por eso se dice que la fiebre tiene al hombre [...] Tener se dice también de aquello en lo que algo está como en un receptáculo; por ejemplo, el bronce tiene la forma de la estatua [...] Así mismo, como el continente tiene las cosas contenidas [...] por ejemplo, decimos que la vasija tiene líquido [...] Todavía, lo que impide que algo se mueva u obre según su propio impulso se dice que lo tiene; por ejemplo, las columnas tienen los pesos superpuestos, y del modo que los poetas hacen que Atlante tenga el cielo." [Met. D, 1023 a 8]
  • Lo designado con ¤xv abarca no sólo nuestro "tener" sino también sus derivados: contener, retener, sostener, etc. La ¤ntel¡xeia es de tal forma un "conteniendo lo acabado". La entelequia es "contener la completud", "tener la realización".

    Dos potencias contrarias entre sí, no pueden ser actualmente: "En efecto, una facultad que es idéntica a sí misma e indivisible, podrá ser ambos contrarios en potencia, pero no en acto. Por el contrario, dejará de ser uno al actualizarse." [De Anima. G. 427 a 6] Por lo dicho sobre las elecciones aparece esto como claro. Si se tienen, por ejemplo, dos "posibilidades" de decisión, al elegir una y llevarla hasta sus últimas consecuencias, la actualizamos. Realizamos, damos existencia a esa posibilidad. Y si la otra era un contrario de la posibilidad elegida, dejará de ser tal. Pues en acto no pueden darse los contrarios.

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