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Parte XI: Descenso

Capítulo 59 - Como Fue

Me levante con el sol de la mañana, visible detrás de las colinas que me rodeaban. Una capa de nubes cubría el cielo al norte y poniente mientras reunía mis cosas. El desayuno consistió de roles de canela, jugo de naranja y una manzana. La perdida de la población mundial era mayor que la caída de la producción agrícola -una tendencia inquietante que prometía continuar.

Hacia el sur, nuestras fuerzas, ahora operando bajo el título de "Operación Cruz del Sur", estaban desesperadamente manteniendo la línea mientras las inundaciones temporales en Brasil y en otras áreas diminuían, llevando mas naves alienígenas estrelladas al alcance de las fuerzas terrestres. La batalla en la jungla, entre el terreno montañoso era sangrienta y brutal, pero los problemas de alimentos y combustibles que enfrentaba el enemigo Zentraedi estaba ayudando a compensar nuestra desventaja en poder humano. Varias bases de avanzada habían sido instaladas para nuestros Valkyries, donde luchadores de la Marina, Naval y Fuerza Aérea podían regresar a reabastecerse con gran velocidad. Muchos de los activos navales, diezmados por la intensa lucha de meses anteriores, se habían completamente retirado. Reemplazar alas de combate tomaría meses, si no años, en ser entrenadas y la aviación naval se encontraba en una encrucijada.

Hacia el poniente, el escuadrón de Josh -entre otros- peleaban muchas batallas en la nieve y hielo contra un enemigo salvaje y atrincherado, pero bajo su liderazgo previsor y espiritual, las perdidas eran sorpresivamente bajas. Los Zentraedi en esa región no mostraban la misma tendencia a la destrucción masiva, comparados a sus contrapartes en América del Sur. Uno se preguntaba si el tráfico ilegal de drogas que plagaba América Central y del Sur tendría algo que ver con este hecho. De cualquier manera, la operación realizada en el oeste era considerada más exitosa que la que se realizaba en el sur. Las fuerzas Zentraedi, acorraladas por los dos frentes, sin comida o combustible adecuado, estaban realizando una retirada rápida y calculada, hacia el norte, a lo largo de la cadena montañosa de las Rocosas, donde la falta de refugio y ropa pronto complicaría su situación.

La flota de Breetai todavía estaba siendo rehabilitada y los activos orbitales estaban, lamentablemente, indisponibles. ¡Oh todo el derramamiento de sangre que se pudiera haber evitado de haber estado listos! La misión para capturar la Fábrica Satélite Robotech, una gigantesca nave espacial que podía producir un destructor estelar en un día y naves de combate a montones en unos minutos, fue un éxito agridulce. Ante grandes riesgos, la nave fue exitosamente transposicionada en la orbita de la Tierra, solo para descubrir que había sido severamente dañada durante una acción de combate previa. Nuestra mejor esperanza para restaurar la defensa orbital resulto ser un caballo viejo.

En el hielo en el norte, lejos de la gran batalla por Sudamérica, un viejo y determinado enemigo estaba buscando nuevas y mejores maneras para mostrar su fuerza también. Khyron Kravshera, el líder Zentraedi sanguinario y ego maniático, usaba los sacrificios de sus compañeros Zentraedi en los últimos meses para consolidar su propia posición. En lugar de unirse a ellos en la lucha para mantener posesión de la jungla Sudamericana, permitió que le compraran tiempo con su sangre. Bajo la protección de ataque por sus hermanos de guerra, "El Traicionero" se deslizó como una serpiente, abandonando a sus camaradas. Su misión en búsqueda de gloria y reconocimiento demostró ser mucho más ingeniosa de lo que muchos le pudieron dar crédito, pero sus métodos evocaron desdeños por todos los rincones.

Los Zentraedi aliados (muchos de ellos fueron micronizados a tamaño humano al final de la Primera Guerra Robotech), quienes fueron bienvenidos dentro de la sociedad humana con los brazos abiertos -trabajos, educación, casas y compasión- tenían tiempo de estar inquietos. Aunque los disturbios se habían detenido, el descontento no. El "Síndrome de Santini" (ser un guerrero sin una guerra) era un enemigo persistente. La lenta pero firme escalación de la lucha en America del Sur empezaba a despertar la hostilidad dormida de nuestros aliados. Camas para dormir se vaciaban, casas abandonadas cuando esos guerreros Zentraedi empezaban el largo viaje al sur, hacia su llamado genético. Luchar por una causa no importaba. La misma lucha era lo que importaba.

Khyron, enterado del descontento, lanzaba mensajes a todos los Zentraedi micronizados que podía alcanzar. "Tráiganlos a mi y les restaurare su tamaño original, para que puedan pararse erguidos y orgullosos una vez mas." Era una llamada de trompeta, respondida por miles y así se formo el escenario para la batalla épica y final del SDF-1


Esos eran los pensamientos que cruzaban mi mente frecuentemente. Me sentía desesperadamente fuera de contacto mientras arrancaba el motor del Buick nuevo y rodé por el camino una vez más. Una sensación de alivio permeaba mi ser. No mas estar alejado de mi familia, no mas misiones de combate contra todas las desventajas y catres vacíos en las barracas... Sabía que mi carrera en la armada había llegado a su final y sentía una profunda paz interna por primera vez en mucho tiempo.

Todavía usando mi ropa de civil, me dirigí a la oficina de la División Médica de Aviación y le pregunte a la secretaria si había algo con mi nombre asomándose en la vecindad. Era una morena joven, apenas de veinte años, con largas pestañas que acentuaban sus brillantes ojos verdes. Sus mejillas y su figura de modelo eran más que suficiente para colocarla fuera de mi liga... Que lástima

Mientras ella se inclinaba para buscar en la pila de papeles, inconscientemente me pare en mis puntas de los pies y alcance a ver debajo de su camisa. Ella volteó mas rápido de lo que esperaba y me encontré sonrojándome de vergüenza. Esta fijación sexual me desconcertó y me dije a mi mismo. Contrólate hombre.

Con una mirada irritada me paso dos sobres. Uno era del Consejo de Revisión Médico y el otro del Director de Asignación. La sensación de vergüenza desapareció mientras agarraba con manos temblorosas el sobre. Mi corazón empezó a latir rápidamente en mi pecho mientras abría la primera carta. Todavía había esperanza, y mientras mi pulso se acelera, leí la carta.

La última línea del tercer párrafo era todo lo que necesitaba ver.

Limitaciones físicas del Teniente Comandante Framton fueron detectadas fuera de los parámetros descritos en NAM-95-451 Estándares Físicos para los Aviadores Navales. Este panel debe, por lo tanto, negar la petición del aplicante por una excepción a NAM-95-451 en base a que tal excepción no solo colocaría en peligro inminente a la seguridad física del LCDR Framton, sino también podría claramente fallar en prevenir una baja de desempeño del aviador en un ambiente de combate.

Arrugué la carta en una bola y la lancé al bote de basura junto al escritorio de la recepcionista. Me di la vuelta y salí. Se había acabado. A pesar de todo el trabajo duro, sangre, sudor, lágrimas y sacrificios personales, mi carrera de piloto había llegado a este final anti-climático.

La segunda carta era mi reasignación al departamento del Almirante Ken Hughes en la versión RDF del Pentágono, "El Palacio," localizado en las afueras de Washington, D.C. Aunque Nueva Macross había servido como los cuarteles generales de la RDF inmediatamente después de la última gran batalla de la Primera Guerra Robotech, el poder de la bolsa requería que se moviera de regreso a su lugar original. Aunque la concentración de la estructura de comando en un solo lugar era tácticamente vana, un nuevo centro de comando fue construido a un costo tremendo y la influencia de Nueva Macros en las políticas de la UNDF se redujo considerablemente.

Fui asignado como "Director de Investigación para el Despliegue Normal de Fuerzas" (Se como se sienten, no tengo la menor idea de que significa, tampoco) y pasaría mis últimos seis meses en un uniforme como un glorificado oficinista. Moviendo papeles y llenando reportes que nadie se tomaría la molestia en leer era peor que la muerte. El haber perdido mi calificación como piloto debido a mi condición médica me permitía seguir vistiendo mis alas, pero no se me permitiría volar más que un entrenador básico. Que existencia tan miserable.

Con mi alma llena de disgusto, empaque mis bolsas y salí de mi cuartel temporal, colocando mis bolsas en la cajuela del Buick azul. Salí de la base y me dirigí hacia el este, en dirección del sol de medía mañana. El paisaje familiar de San Antonio a Houston pasó como un relámpago. El camino estaba excelente, pero no libre de tráfico y no me fije mucho en el límite de velocidad cuando tome la autopista. Mi viaje me tomaría veinticuatro horas a este ritmo, derecho y sin detenerme. Manejar a menos de 130 km/h no era muy atractivo.

Rápidamente le marque a Kristy por teléfono y le explique de mi situación, tomándome el tiempo para convencerla de dejar Nueva Macross. Extrañaba a mis niñas y sabía que mudarlas a Washington, solo para mudarnos otra vez en pocos meses iba a ser injusto. Los trabajos como piloto en las grandes aerolíneas eran escasos. Los trabajos de asesor requerían de más diplomacia de la que poseía y mi estatus de "héroe de guerra" no era suficiente para sobrepasar mi carácter fuerte. Mi futuro, si es que iba a haber uno, quedaba en mi habilidad de educarme a mi mismo. Ya había decidido en ir a la escuela y obtener un grado o dos y luego ver que me ofrecía el mundo. Si podía convencer a Kristy en mudarse la vida sería grandiosa. La podía ayudar cuando Josh estuviera fuera y ella me ayudaría con las niñas. Sería una vida ideal y Josh ya había dado su aprobación.

Era un pan difícil de vender, pero alcance un acuerdo tentativo con Harriska sobre el tema. Me acomodaría en mi nuevo cuartel en Washington, luego visitaría Nueva Macross durante el resto de la asignación, onde Kristy y yo elaboraríamos mas detalles. Con felicidad en mi corazón, colgué el teléfono y lo coloque en el asiento junto a mi y me perdí pensando sobre el futuro.

El viaje a través de Louisiana, Missisipi, Georgia y Alabama fue deprimente. Aunque Texas había recibido sus abolladuras de la lluvia de fuego de Dolza, esta parte del país estaba completamente devastada. Los pantanos y bosques habían sido reducidos a cenizas. Erradicados. El lugar parecía como Marte. Desolado. Abandonado. Aquí y allá un oasis de civilización aparecería de repente, tratando débilmente en recuperar el terreno que había perdido. Ni la oscuridad ni la lluvia podían ocultar las cicatrices y una parte de mi sollozó por todos los que habían muerte en ese terrible día.

A lo largo del camino me detuve en varios puntos para descansar. Las carreteras en esta parte del país eran lugares peligrosos para estar, especialmente después de oscurecer. Los bandidos -tanto Zentraedi como humanos- recorrían el campo, buscando desafortunadas victimas para robar, violar, torturar y asesinar. Ir a cualquier lado sin una pistola o un rifle era totalmente estúpido, sin embargo muchos lo hacían y lo pagaban con su sangre.

Finalmente, después de dos días, alcance mi destino. No puedo empezar a describir el impacto al ver la capital de la nación. Parecía salida de las postales y fotografías que había visto cuando era más joven. Nadia había cambiado. Los monumentos al Memorial de Iwo Jima y Washington estaban orgullosamente parados ahora como estaban antes del ataque de Dolza, a pesar de que habían sido completamente destruidos. Obviamente una gran cantidad de dinero había sido gastado para regresar la ciudad ala vida. Considerando la evidente miseria y sufrimiento en otros lados, tales gastos parecían un gran desperdicio de recursos y me disgusto ver el estado de las cosas aquí.

Se me asigno hospedaje en uno de los hoteles lujosos que se encontraban a unos minutos de la Casa Blanca. El Palacio, un hermoso edificio de mármol y cristal en forma de aguja que sobresalía sobre todo el paisaje, estaba a solo unas cuantas cuadras del hotel. Era ahí donde se tomaban las decisiones que involucraban billones de dólares y cientos de miles de vidas y tendría una pequeña participación en el manejo, al menos por un poco tiempo.

Con enfado, acomode mis cosas en el hotel y me enfile hacía la Estación de la Naval Aérea.


El tiempo en mi casa fue agridulce. Mi familia estaba feliz de verme, así como yo de verlos, pero las niñas, especialmente Casey, parecían extremadamente reservadas. Uno difícilmente podría culparlas por su reserva. Después de todo, en los últimos tres años había pasado muy pocos meses como parte de sus vidas.

Contemplaba esta realidad sobre varios vasos cargados de Ron y Coca-cola dietética, sentado confortablemente en frente de la chimenea de piedra de mi padre, cuando los chicos habían sido mandados a dormir en la noche. Los hombres son proveedores. Ponemos la comida en la mesa y el techo sobre sus cabezas. Lo hacíamos ante todas las cosas. Es un error trágico e irreversible.

Mi papá se dio cuenta de mi estado sombrío y me arrastro al bar, sirviéndome un vaso de Ron y Coca que era más Ron que Coca. "¿No crees que es tiempo que aprendas a beber Whisky?" me pregunto.

"Odio esa cosa, ya lo sabes."

"Nunca aprendiste a beberlo correctamente. No te lo tragas, solo humedeces tu lengua en el. Lo pasas alrededor. Lentamente..."

Lo hice como se me indicó. Increíblemente, la cosa no sabía tan mal después de todo. No había retorcijones de "cerveza agria" cuando el Whisky viajo a mi estomago, solamente una sensación de calidez interna.

Mientras pasaban las horas, un vaso se convirtió en seis o siete -quizás diez- y una caja de puros apareció.

"Debes de estar bromeando, papá.

Movió su vaso, "No puedes beber Whisky sin fumar un puro, hijo. Es contra el protocolo."

Así que ahí estábamos, junto a la pequeña alberca en el patio, bebiendo Whisky y fumando puros. Puedo decir que mantenía el hábito de mi papá -al menos cuando cumplí veintiún años- de ponerme hasta atrás cuando estaba muy rodeado de cosas. "Por Dios que voy a encontrar una manera de que te relajes, si no te relajas tu solo," era su refrán común bajo esas circunstancias.

En poco tiempo, estaba sintiendo nada mas que mareos y nuestra conversación se torno mas profunda. Hablábamos de muerte y de morir, familia y deber, y todas las demás cosas que parecen importantes cuando uno toma el tiempo de tomarlas en cuenta. Al final, alcanzamos a decirnos, el uno al otro, que nos queríamos, sin ahogarnos en la tina caliente.

Cuando estábamos los dos tan mareados que apenas nos podíamos mantener en pie, decidí salir de la tina caliente para tomar otro trago. En la tenue luz vi un objeto delgado y oscuro, enredado de manera amenazante junto a las escaleras.

Recordando una de sus historias sobre tal escena, me pare con miedo. "¡Demonios! ¡Papá, es una maldita serpiente de cascabel!"

Observo por encima de su vaso, forzando en enfocar sus ojos de mas de cincuenta años. "Por Dios, creo que si es."

"¡Diablos! ¿Qué demonios vamos a hacer?" Me sentía inútilmente ridículo. Aquí estábamos, dos hombres adultos, atrapados en una tina caliente por una serpiente gigante.

Estábamos siendo ruidosos y odiosos y mi mamá salió a callarnos. "¿Qué rayos están ustedes dos haciendo? ¡Son las tres de la mañana y tengo que dormir!"

"¡No salgas de ahí! ¡Hay una maldita serpiente de cascabel afuera!"

Sin titubear, mi madre se acerco y la tomo con sus manos libres.

"¡NO" gritamos al mismo tiempo.

Nos observó a los dos con una mirada de disgusto y agito la serpiente. Tintineo felizmente como si fueran cascabeles. "¿Quieres decir tu cinturón?

Me sentí como un completo idiota mientras ella lo lanzaba sobre una silla del jardín. Me lo había quitado antes de entrar a la tina caliente y en mi aturdimiento alcoholizado se me había olvidado por completo.

"Yo creo que tuvimos demasiado, hijo," dijo mi padre.

Con piernas temblorosas, gatee fuera de la tina, entre a la casa y hacía mi cama en el piso superior. El cielo giraba locamente alrededor de mi hasta que me dormí, no preocupándome de nada por primera vez en mucho tiempo.


Me desperté la siguiente mañana con un dolor de cabeza que separaba mis oídos. Mareado, enfermo, mi boca seca y mi estomago revuelto, salí tambaleando de la cama hacía la regadera. La mirada de mamá mientras zigzagueaba hacía la cocina podía derretir el hielo. Bajo fuertemente un plato con huevos y tocino en la barra, cerca del fregadero sin decir ninguna palabra. Me preguntaba como le iba a mi papá, teniendo el doble de mi edad.

Apareció veinte minutos después, con un aspecto demacrado y cansado. Podía decir que se sentía tan mal como yo. Poniendo una buena cara -la mejor que podíamos lograr al menos- y tratamos de fingir que nada malo había pasado. Papá decidió llevar a los nietos al mueso del tren para pasear en los carros de tren miniatura alrededor del parque. Involucraba un esfuerzo mínimo, lo cual era parte de la razón por la que había elegido hacerlo, sin lugar a duda.

Con las cabezas jalándose en pedazos, subimos a las chicas en la camioneta espaciosa de mi papá y nos dirigimos al parque. Era un día soleado, una ligera brisa ocasionaba un movimiento rítmico en las copas de los árboles. Escondidos detrás de lentes de sol oscuros manejamos por las calles recientemente pavimentadas de Nueva Macross y después de perdernos y de llamar para pedir direcciones, encontramos el museo del tren. El tren miniatura fue un éxito para las niñas y gritaban de emoción mientras transitaba alrededor del parque. Por la primera vez desde que había llegado a la cas, note que las dos pequeñas se empezaban a acercar a mi... tomando mi mano mientras caminábamos hacía el puesto para comprar un par de conos de helado. Mi corazón brincaba de felicidad.

De regreso a la casa, nos detuvimos en una pista de pequeños go-carts y dejamos que las niñas manejaran bajo la supervisión de los empleados mientras nos colocábamos bajo la sombra, fuera del brillo del sol. De ahí seguimos al restaurante de hamburguesas donde las dejamos jugar en el área de juegos gigante bajo techo.

"¡Mírame papá!" gritaban, asomando sus cabezas por ahí y por allá.

Mi papá me observaba con una sonrisa conocedora, la cual regrese. Devoramos nuestra comida, dejamos a las niñas que se cansaran solas y regresamos a la casa, jurando no volver a tocar una "bebida de adultos."

La resaca duro dos días.


Como todas las cosas buenas, el tiempo con mi familia llego al final y renuentemente aborde un transporte de regreso a Washington. No estaba realmente emocionado, dadas las circunstancias. Justo cuando mis hijas estaban empezando a acostumbrarse a tenerme cerca, el deber nos volvió a separar. Estaba tentado a simplemente rehusar regresar a mi asignación, pero, pasar cinco años en una prisión militar era mucho menos atractivo que pasar seis meses como una secretaria.

De haber sabido que es lo que iba a pasar cuatro días después de mi salida, hubiera desafiado esas órdenes y me hubiera ahorrado más dolor de corazón y miseria que jamás haya conocido cualquier hombre.


Capítulo 60 - El Último Hurra

Regresé a Washington de la manera típica -no como el héroe conquistador, sino como un saco de correo arrumbado en la incomoda parte trasera de un VC-22. Sentado ahí atrás por horas era suficiente para hacerlo a uno loco, y ningún esfuerzo lograba callar el horripilante silbido que se introducía por el grueso fuselaje.

Mi primer día en el trabajo, 11 de Agosto de 2013, marcó el rumbo de uno de los periodos más extraños de mi vida. El Comandante de las Operaciones Unidas con Operaciones Navales (COMNOJO) era el famoso almirante de portaaviones, Almirante Ramsey "Ermitaño" Hughes. Un Aviador Naval de cabello gris, boca altisonante y que masticaba puros, sus éxitos en la Guerra del Golfo Pérsico de 1990 hasta la Guerra Global en la última parte de la década eran legendarios y sus subordinados juraban por su nombre. El Ermitaño era un viejo y recio perro marino que no soportaba a los idiotas fácilmente y esto ocasionaba una gran miseria a nuestro jefe, el Capitán Way. Un panzón imbécil, condescendiente, atado a su escritorio cuyo único objetivo real en la vida era sobrevivir sin ocasionar olas lo suficientemente altas para lograr una promoción, Way era una parásito sin voluntad.

Las horrendas perdidas sufridas por los escuadrones navales desplegados en la Campaña de América del Sur resultaron en una directiva de emergencia de elaborar una propuesta para rectificar la situación. Para ponerlo de manera más simple, se nos encargo la labor de determinar una manera de reducir, dramáticamente, las perdidas e incrementar el radio de ataque de las unidades aéreas que volaban en combate ahí. Una cadena reciente de ataques agresivos en nuestros portaaviones habían resultado en la degradación de una operación ya pobre.

Los portaaviones son, por naturaleza, herramientas de proyección de poder de efectividad limitada. Aunque pueden proporcionar activos aéreos en casi cualquier punto del planeta, su impacto disminuye significativamente con el tiempo. Fatiga de los pilotos, mantenimiento, clima, radio de despegues y abastecimiento se convierten más pronunciado conforme va pasando el tiempo. Hay solamente cierto espacio en la nave y solamente tantas misiones pueden ser realizadas efectivamente, como resultado. A como iban las cosas, nuestras naves habían estado involucradas por mas de un año en esta lucha brutal, de tipo primera guerra mundial, sobre la posesión de un terreno de dudoso valor. Un pozo sin fondo de hombres y metal había surgido, todo en vano. Nuestro enemigo se había, de hecho, vuelto más fuerte por nuestros ataques, ya que estos provocaban una rápida fuerza de consolidación. La primera cosa que luchábamos para detener se había acelerado por nuestros esfuerzos. Redes complejas de defensa habían nacido con el tiempo, resultando en grandes perdidas para la Fuerza Expedicionaria de la Cruz del Sur. De hecho la campaña completa estaba en el margen del colapso.

El Almirante Hughes quería una solución inmediata al problema de la vulnerabilidad de los portaaviones y de las salidas de ataque. Siendo encargado al Capitán Way con esta tarea, reuní al grupo de hombres asignados al departamento para discutir la situación. Uno de mis asociados era un Comandante de la Naval Estadounidense de cuarenta años llamado Jim Rowlands. Con una figura como de hombre de nieve y una risa juvenil, Jim era casi el tipo de chico divertido. Un antiguo Oficial de Vuelo Naval e instructor de navegación de las naves de ataque anti-submarinos P-3 "Orión", el estaba a tres meses para jubilarse. Aunque talentoso e inteligente, su característica franqueza, probablemente había recortado una carrera prometedora. Al alto mando no les gusta que les digan que no tienen la razón, pero Jim se revelaba haciéndolo.

La solución obvia al problema del portaaviones era quitar el portaaviones de la ecuación. El Capitán Way estaba completamente contrariado ante la sugerencia. Por más que lo intentábamos, no podíamos encontrar otra alternativa. Cada problema que salía tenía el mismo común denominador y ese era la nave en si. Parecía que la Aérea Naval había llegado a su verdadero límite.

"¿Deshacernos de los portaaviones? ¿Deshacernos de los portaaviones? ¿Han perdido su cabeza? ¿Deshacernos de los portaaviones? ¿Para que tenemos una naval entonces?"

Intentamos explicar nuestra posición, pero no quería saber nada de eso y rechazaba nuestras sugerencias como locura.

"Bueno, señor, con todo respeto, parece que no lo podemos hacer todo," indiqué.

Su cara se enrojeció. "Entonces que diablos propone hacer entonces?"

"Bueno, señor," dije, trastornado por su furia, "podemos intentar con bases de avanzada."

"Muy fáciles de atacar. Siguiente."

"Bases insulares por la costa, señor."

"Inmóviles."

"Unidades repartidas en la jungla. Tenemos VTOLs, Capitán."

"Muy difícil de coordinar, muchas unidades."

Alcé los hombros y observe a mi superior, haciendo el mayor esfuerzo para contener la ira que se estaba empezando a formar por dentro. "Entonces perdemos nuestras naves, señor. Es así de simple. Si continuamos como vamos no nos van a quedar activos aéreos navales."

Se paro junto a su escritorio y soltó un golpe sobre el, se inclino sobre sus puños cerrados y movió su quijada hacía adelante. "Mantenga sus ridículas ideas con usted, soldado. Esas propuestas no son aceptables y usted deberá de venir con algo más al final del día de hoy. Deshacernos de los portaaviones no es una solución viable. ¡Vamos a tener una reunión de avance con el Almirante mañana en la mañana y quiero darle algo a él que tenga substancia!"

Estuve ahí parado en silencio por lo que pareció una hora antes de que diera por concluida nuestra conversación con un seco "Se puede retirar."

Dando media vuelta me preguntaba por que me molestaba mas.


Esa noche en el Club de Oficiales, mientras mecía un Ron con Coca Cola, las malas noticias llegaban a circular en nuestro bar. Uno de nuestros portaaviones había sido hundido donde estaba operando, a unas doscientas millas de la ciudad costera de Pôrto Alegre, Brasil. El ataque fue rápido, despiadado, suicida y finalmente exitoso. Aunque los sobrevivientes estaban siendo sacados del agua, se esperaba que las perdidas fueran catastróficas. La falta de tiempo para nuestra asignación era escalofriante aun para el menos observador de nosotros mientas mis palabras hacían eco en mi cabeza. Entonces perdemos los portaaviones, señor. Dormí poco esa noche. Mucha gente estaba muerta y cabezas iban a rodar en la mañana.


El Almirante Hughes llego puntualmente a las 0900, su puro agarrado fuertemente por sus dientes (nadie tuvo la osadía de informarle que era contra las reglas). El Capitán Way y el resto de nosotros se puso de pie cuando el Almirante paso por la puerta, ignorando su señal de que permaneciéramos sentados.

"¿Qué tienen para mi?"

El Capitán Way empezó una larga y tediosa presentación sobre incrementar el radio de salidas, incrementando el número de pilotos con la cooperación de otros servicios y otros detalles que escapan a mi memoria. De hecho, todo eso era pura paja y el Almirante se dio cuenta.

"¿Qué piensa, Comandante?" preguntó, señalando con su tabaco en dirección de Jim Rowlands.

Jim no perdió el tiempo en poner su mente en esta. "Creo que es... un venda sobre una arteria cercenada... señor."

El Almirante se recargó en un escritorio y le indicó a Jim que continuara.

"Bueno, señor, solo hay cierto espacio de cubierta en esta Naval. Construir nuevos portaaviones toma muchísimo tiempo y traer pilotos de otros servicios no van a funcionar. No tienen el entrenamiento para despegar de una cubierta. Para la hora en que ellos lo hagan, aun si logramos entrenarlos, no vamos a tener mas portaaviones de donde puedan volar y quizás tengamos menos," Jim hacía referencia a la perdida del día anterior. "Va a ser un gran embotellamiento de tráfico y cuando intenten hacer estallar su nave en el agua y se esconda... bueno, no se pueden despegar Valkyries debajo del agua, señor."

"Su propuesta, Comandante..."

"Incrementar bases terrestres y fuerzas de avance. También incrementar el uso de aviones convencionales donde se pueda. Es mejor poner a los escuadrones de Valkyrie en la jungla para que doblen como infantería y desplegar aeronaves convencionales de las naves."

"No podemos hacer eso," enrojeció la cara de Way. "¿Dónde vamos a poner las bases para esos aviones?"

Jim se paro y jaló un mapa de la pared que estaba cerca del pintarrón detrás del Almirante. "Aquí, aquí y ahí," dijo, indicando las numerosas islas que sobresalían en la costa septentrional y oriental del continente Sudamericano. "Nosotros también podemos usar muchas de las bases de avanzada para nuestros activos de VTOL. Las líneas de batalla son fluidas, pero poco estables y los activos VTOL son lo suficientemente móviles para moverlos en poco tiempo cuando la situación cambie. Mover los activos Valkyrie hacia delante y utilizar los portaaviones y las bases insulares lejanas para los aviones de combate convencionales. Incorporar a los activos de la Fuerza Aerea y Marina. Usar más tropas de tierra internacionales. Ponernos serios sobre esta guerra para que tomen algo de responsabilidad de la espalda de la Naval. Esto no es Horacio Nelson vs. Napoleón. No podemos hacerlo sin fuerzas en el campo."

El Almirante asintió de manera aprobatorio. "Usted ha respondido muchas de mis preguntas antes de que tuviera la oportunidad de preguntarlas. No puedo decir que es el plan más original, pero ninguna otra cosa parece realizable. I estoy endiabladamente seguro que no podemos perder más portaaviones como el que perdimos ayer. Malditos alienígenos bastardos." Golpeó el escritorio con un puño. "Necesito gente en el campo ahí mismo para que me digan que esta pasando. Capitán, mande gente a Brasil y ponga esto a funcionar. Quiero a COMAIRLANT y al General Patrick [el Jefe de Enlace de la Fuerza Aérea] en una conferencia tan pronto como la pueda organizar. Hay que mover este barco ahora." El Almirante Hughes se levanto y salio de la oficina, deteniéndose lo suficiente para guiñarle un ojo a Jim. "Buen trabajo, hijo. Finalmente, alguien que simplemente me puede decir lo que necesito saber y no llenarme de porquería de basura política sin sentido."

"Gracias, señor."

La cara de Way se oscureció.

"Gracias, señor."

Todos empezamos a sonreír, pero Way puso fin a cualquier celebración. "Framton, Rownalds. Muevan sus traseros a la Estación Aérea y vayan a Sao Paulo inmediatamente. Es su proyecto de fantasía. Vuélvanlo realidad."

No podía creer lo que escuchaba. Apenas me había acomodado en el hotel y ahora estaba siendo enviado a ese maldito agujero de jungla una vez más. La mirada de Way a mi descompostura era obvia. Voy a demostrarles hijos de perra a nunca socavar mi posición.

Todo lo que pude hacer fue gruñir. "Muy bien, Jimbo. Dos meses para jubilarte y no pudiste mantener tu maldita boca cerrada." Lo insulté mientras me paraba para salir.

"Al menos todavía estamos vivos."

Marche fuera del salón y murmuraba sobre mis hombros, "Si, pero, ¿Por cuánto tiempo?"


En la oscuridad de otra noche triste y húmeda noche, nuestro transporte esperaba. Un demacrado VC-33 parado lastimosamente en la rampa, esperando nuestra llegada. Salpicando por los charcos de agua de lluvia fría, trepe por la rampa, a pesar de la protesta de mis rodillas y a la parte trasera del viejo transporte. La transpiración de la jungla no se había borrado de mi memoria y gotas de sudor salían de mi piel. Como perros de Pavlov, era una reacción inmediata. En momentos como este uno a menudo se pregunta, "¿Por qué a mi?" Era una pregunta inútil.

A la hora que el jet partió, brincando entre la turbulencia y la lluvia mientras se dirigía sur. No podía imaginar el destino que me esperaba, ni los horribles eventos que se desarrollaban a miles de kilómetros al oeste. Un querido amigo estaba muriendo en la nieve y estaba imposibilitado de hacer nada para detenerlo.


El jalón de las ruedas principales, golpeando el suelo me despertaron de mi sueño. Mi estomago se sintió mareado y quería vomitar. El aire vaporoso de la jungla me chupaba la vida mientras la rampa de carga se abría y un escuadrón de soldados subía por la misma, rifles en posición de ataque. Fui sorprendido por su presencia y fue hasta que su líder de escuadrón lo explicó que me di cuenta por que estaban ahí.

"Hola, señor. Soy el Cabo García. Estamos aquí para escolarlo a sus cuarteles. Hay francotiradores y atacantes por todo el lugar, señor. Hasta que estén familiarizados con el terreno es mejor que no estén sin escolta.

Un sudor frío me recorrió mientras hablaba. Mire a Jim y lo maldije. "Tu y tu maldita enorme boca. ¡Vamos a tener nuestros traseros rostizados!"

Todo lo que pudo hacer mi amigo fue encogerse de hombros y sonreir. No estaba lo menos incomodado por la situación y me preguntaba como podía estar tan calmado.

Colgamos nuestro equipo sobre los hombros y seguimos a los Infantes por la puerta de carga, chapoteando entre el lodo y el agua en esa humedad chupa energía. En la tenue luz podíamos escuchar los disparos esporádicos y sombras de personas corriendo por todos lados. Nuestra posición en este lugar se veía muy tenue.

"¡Cabo!" llamé al líder del escuadrón de Infantería. "¿Cuál es la situación aquí abajo? Estábamos con la impresión de que era un aréa segura."

El soldado señalo a los dos hombres junto a él y les indico que siguieran adelante, luego paso a mi lado y continuamos con un trote ligero. "Los Zentraedis hicieron un empuje masivo hacia el sudeste hace tres horas, señor. Rompieron nuestras líneas en varios lugares. Apenas logramos dentenerlos ahora, pero están trayendo refuerzos. No nos va a ser posible contenerlos por mucho tiempo. Están utilizando infantería micronizada en grandes números, incrementada con armamento y tropas de tamaño completo," agio su cabeza. "Se ve mal. Están fuertemente consolidados en la ciudad al oeste de nosotros y no hay manera de sacarlos. No tenemos la fuerza suficiente. Estamos tratando de evacuar a los civiles de la mejor manera posible, pero en estos momentos, vamos a tener suerte si logramos salir nosotros mismos."

Gruñí. "Esta es una endiablada manera de terminar mi viaje."

El soldado rió. "No se sienta mal, señor. Estoy empezando mi viaje. Dos chicos y una esposa en casa. No es justo, señor. Únase al ejercito, vea el mundo, señor. El último en saber y el primero en ir... todo eso... Nosotros les haremos saber que estuvimos aquí, de todas maneras, señor."

La fiera determinación en sus ojos me dijeron todo lo que necesitaba saber. Estos soldados morirían hasta el último hombre si fuera necesario, sin hacer preguntas, sin necesitar simpatía. Admiraba su coraje. Lo tenían en grandes cantidades lo que a mi desesperadamente me faltaba.

Corrimos por el lodo y la oscuridad hasta un grupo de tiendas repartidas en la jungla. El murmullo de las turbinas de jet y las esporádicas ráfagas de fuego sonaban alrededor de nosotros mientras los infantes dirigían el camino.

"Esta son sus habitaciones, señores," indicó el Cabo cuando se detuvo frente a una de ellas. "Si pudieran, por favor guarden su equipo y acompáñenme al Centro de Comando."

Hicimos como fue instruido y seguimos al delgado Marino con los ojos determinados hacia la oscuridad. Para la hora que habíamos llegado a nuestro destino no solo tenía un gran dolor de una rodilla que se quejaba, pero estaba en un estado de completa confusión. No tenía idea de donde estaba ni donde había estado.

Un alto Capitán de la Naval en un traje de vuelo sucio agradeció a los Infantes por traernos y les pidió que se retiraran. Antes de que pudiera agradecer a nuestras escoltas, ya se habían ido. Los ocho estarían muertos en la mañana, pero no tenía Manero de saberlo en ese momento.

"Bienvenidos al infierno, caballeros. Soy el Capitán Rivers. Este es mi Oficial Ejecutivo, Comandante Bowen." Todos estrechamos manos en el cuarto tenuemente iluminado. Las caras eran difíciles de distinguir en el oscuro Centro de Comando y me encontré agradecido por eso. Si la gente iba a morir, era mejor que permanecieran anónimos.

"Nos están pateando nuestros traseros. Picamos un nido de avispas con un palo y están endemoniadamente enojadas." Nos movimos a donde estaba un mapa de la región colgando en la pared de la tienda que estaba detrás de él. "Actualmente mantenemos una línea que se extiende por cien kilómetros al suroeste de Pôrto Alegre casi al norte del Río Paraná a lo largo del río en dirección este, pasando Sao Paolo a Belo Horizonte a Vitoria. Un segundo frente se extiende desde la ciudad puerto de Sâo Luís hasta bajar a Salvador. Nos han dividido a la mitad. Brasilia esta completamente arrasada."

Jim preguntó la pregunta que los dos queríamos hacer, "¿Qué diablos paso? Pensé que estábamos en el borde de agotarlos."

"Lo estábamos," interpuso el Comandante Bowen. "Logramos destruir los reactores de la mayoría de las naves que se estrellaron aquí. Esa, sin embargo, se convirtió en la estrategia incorrecta."

Jim y yo levantamos nuestras cejas al mismo tiempo, esperando el resto de la noticia.

El Comandante podía ver nuestras expresiones y se fue directo al grano. "Realmente simple. Destruir los reactores evita que ellos dejen el planeta y apaga su equipo SCA [Sistema de Control Ambiental]. No hace nada para detener su fuerza de ataque. Una vez que empezamos a destruir sus naves, ellos se dieron cuenta. Nos cobraron por destruir esos reactores. Ellos tripularon las instalaciones de defensa con la tripulación minima y evacuaron a todos y todo el equipo. Hicieron que agotáramos nuestras fuerzas mientras ellos se escondían en la jungla. Pensamos que se iban a morir. Ya sabe, de inanición. Se adaptaron muy rápidamente."

El Capitán Rivers agregó. "Tuvieron ayuda de los locales y de los Zentraedi que se integraron a la sociedad aquí. Cambiaron de una máquina militar lenta e ineficiente a una fuerza guerrillera de reacción rápida. Ellos son altamente coordinados y unidos y ellos no temen morir."

"Ellos no tienen miedo," indico Bowen. "Y un Zentraedi en tamaño original puede recibir un gran puñado de fuego de armas antes de poderlo derribar. Nosotros simplemente no tenemos el equipo para hacer este trabajo. Todo el soporte aéreo se utilizó para destruir esos malditos reactores."

"Si, y aunque destruimos los reactores, no obtuvimos toda la Protocultira. Ellos la acapararon. Antes si valía la pena el esfuerzo, pero, por mucho tiempo hemos estamos usando más de la que podemos recuperar," añadió Rivers. "Si se acuerdan de sus clases de Economía... 'Reducción del Retorno Marginal de la Inversión' creo que se llama. Pensamos que eran rudos recibiendo una paliza en un atolladero, habrá que verlos cuando se sientan acorralados."

"¿Qué quieren de nosotros?" preguntó Jim.

Rivers me miró directamente en el ojo, "¿Puede volar una de esas cosas?" me preguntó señalando con un pulgar sobre su hombro en dirección del área de distribución.

Fui momentáneamente impactado por su pregunta. ¿Volar? ¿Él quiere que vuele? "Uh, si... seguro. Ha pasado algo de tiempo, pero si, puedo hacerlo."

"Bien" dijo el Capitán sin emoción. "Tengo que mantener esos aviones en el aire y mis pilotos están cansados. Si puedo ponerlo a usted en uno, entonces quizás alguien pueda descansar por un par de horas. Y para usted, Comandante," dijo, mirando a Jim. "Puedo utilizar su experiencia en el área de Comando y Control. Hemos perdido a mucha gente y necesito ayuda dirigiendo esta acción de apoyo. Necesitamos desarrollar un plan, rápido."

Jim y yo asentimos entre nosotros y luego al Capitán.

"Terrífico. Pongámonos a trabajar"

El plan no era perfecto. Ni siquiera era muy original. Pero se esperaba que funcionara. En pocas palabras, la idea era muy similar a la de un artista marcial -utiliza el peso de tu oponente en su contra. Los Zentraedi poseían una gran cantidad de inercia. Al permitirles que rompieran la línea, esperábamos poder rodearlos y cortar sus líneas de suministro. Al permitirles empujar todo el camino, inclusive dejarlos que lleguen al mar, los dejaría sin ningún lugar a donde ir. Nuestra única esperanza era que no se dieran cuenta de nuestros planes.

Fui asignado a un Escuadrón de Combate de Infantería de los Estados Unidos, VMF-232 "Los Relámpagos", comandadazos por el Mayor Joel "Molokai" Hagenbrock, un antiguo Instructor de Ataque y un piloto de combate veterano. Estaríamos más en capacidad de infantería que de soporte aéreo y como resultado estaba fuera de mi elemente. Pero el requerimiento de volar otra vez era más que suficiente para despertar instintos oxidados.

Joel me dio la bienvenida con un firme saludo de manos y fui inmediatamente impresionado por el robusto, de ceño fruncido y completamente calvo as de Infantería. En su reconocible voz gruñona, él rápidamente me puso al tanto de las diferencias entre la versión de Infantería del Valkyrie y los modelos que había volado. Debido a su estatus terrestre, los Valkyries de Infantería tenían más armadura en áreas vitales, particularmente alrededor de las máquinas y la cabina. Como resultado, eran un poco menos ágiles en términos de maniobrabilidad, pero la protección adicional era apreciable en un combate de corto rango. Otros cambios incluían las mejoras al Bloque 30: una distribución simplificada de la cabina, un ACS actualizado que extendía el alcance de vuelo y tres modalidades diferentes de puntería.

Los pilotos se habían reunido en un grupo alrededor de la nariz del Guardián del Jefe de Operaciones. Había extendido el plan de acción para el resto de la noche. "La oscuridad es nuestro amigo, así como nuestro enemigo. Tendremos que escondernos en la oscuridad y eliminar todo lo que venga en nuestra dirección. Mantengan su línea tanto como puedan y retírense como lo vayan necesitando. Nos retiraremos, como sea necesario, en pares. Un hombre cubre al otro mientras se retira... retrocedan paso a paso hasta que puedan liberarse. No tomen ningún riesgo innecesario, amigos. Si están en peligro inminente, retirense."

El grupo de Jarheads asintió.

"Muy bien, Jake iré contigo. Kibbles, to bas con Feet."

"Si, señor," asintió el Oficial Ejecutivo en medio de la oscuridad.

"Vamos a hacerlo. ¡Hurra!"

"¡Hurra!" contesto el escuadrón como un -mi voz conscientemente entre la de ellos- en ese canto gutural que todos los soldados parecen escupir regularmente, con o sin provocación.

Trastabille hasta la nariz gris de mi transporte temporal y tome mi traje de vuelo, equipo de sobrevivencia y otras cosas. Había pasado tanto tiempo desde que me había puesto este material que lo sentía incómodamente apretado en mi cuerpo. La circulación de mis piernas estaba ciertamente afectada y resistí la idea de simplemente no ponérmelo, a pesar de que probablemente no lo necesitaría.

Con la ayuda del equipo de mantenimiento de Infantería, ascendí por la escalera hasta la cabina. El movimiento del interruptor volvió el avión a la vida, zumbando con la energía eléctrica mientras las pantallas se encendían y los sistemas de navegación se estabilizaban. Me di cuenta que la cabina, aunque familiar, había cambiado lo suficiente para mi comodidad ya que varios botones y pantallas habían sido movidos de posición.

Aunque el rediseño de la cabina fue desconcertantes al principio, los cambios al sistema de puntería eran mucho mas dramáticos. En las anteriores versiones del programa, la computadora de puntería podía ser configurada entre un modo manual y un modo automático. En el modo automático un piloto podía fijar el sistema de tiro a que automáticamente señalara y fijara blancos enemigos en base a ciertos criterios (velocidad, distancia, ángulo de ataque, etc.). El piloto tenía la opción de cambiar al siguiente blando o grupo de blancos en base a la lista de prioridades presionado un botón en la palanca de aceleración (modo de caza) o palanca izquierda (Battloid). La nueva distribución eliminaba las palancas que solo se utilizaban en modo Battloid y movía sus funciones a la palanca estándar y niveles de aceleración, por lo tanto eliminando la necesidad de cambiar manual en combate.

Un visor de propósito genérico montado en el casco también era una adición nueva a la última versión del Valkyrie. Tenía la ventaja de permitir al piloto de ver a cualquier punto en el cielo y designar un blanco. Ya no era necesario que el conductor de un Valkyrie tuviera que tener al enemigo dentro de su "línea tres-nueve" para poder disparar. Si podías ver a un bandido podías dispararle, tan simple como eso.

El "Modo de Alta Amenaza" era una función nueva que utilizaba inteligencia artificial para designar blancos automáticamente de acuerdo a su nivel de peligrosidad. Era un sistema con mucho potencial, pero carecía de refinamiento. El modo manual de sistemas anteriores todavía estaba presente y esencialmente no se cambiaba. Claramente el visor montado en el casco era el que mejor favorecían.

Impulsos de nervios fuera de forma luchaban contra lo que tenían que hacer mientras movía las palancas y pedales para mover el Guardián. Con un toque a las palancas de aceleración, coloque al Valkyrie en el aire y seguí a mi líder en la noche oscura hacía nuestra área de operaciones. Fuego y explosiones sonaban en la distancia, otorgándole al horizonte en un monótono brillo anaranjado.

Nos tomó poco tiempo a nosotros sobrevolar hasta llegar al área de batalla. El camino oscuro y sinuoso de la jungla se extendía hacia la ciudad atormentada donde el fuego resplandecía brillantemente en la distancia. Nuestro escuadrón Valkyrie de diez hombres se extendería y se ocultaría en las sombras que parpadeaban a la luz del fuego. Las explosiones cimbraban el suelo y ocasionaba que mi corazón brincara en intervalos irregulares. La destrucción y devastación que cayo sobre esta oscura cuidad me hacía preguntar para que estábamos peleando aquí. Nadie podría habitar este lugar si la pelea se detuviera en este instante, de todos modos.

Siguiendo el ejemplo de Molokai, reconfiguré a modo Battloid y marche por las calles hasta nuestra línea de batalla. Columnas de refugiados civiles, soldados, equipo y Valkyires, muchos llevando las cicatrices de una batalla agresiva, nos pasaron rápidamente hacía la parte posterior, quizás a tomar combustible, armamento o escapar. Era desconcertante notar que el número que salía del frente excedía por mucho a los que entraban para reemplazarlos. El aspecto cansado en las caras de la gente que nos pasaban nos daban la seguridad funesta de que no íbamos a poder mantener nuestra línea por mucho tiempo.

Los Zentraedi estaban realizando un gran empuje por los cruces montañosos al norte de nosotros. Nuestras fuerzas ahí estaban literalmente peleando una batalla cuesta arriba. Un gran peso e inercia nos aplastarían fácilmente a menos de que algo drástico ocurriera, pero manteníamos nuestra posición tanto tiempo como fuera posible con la esperanza de que refuerzos o intervención Divina voltearan el flujo.

Mientras nos movíamos por las sombras, una serie de fuertes explosiones hicieron temblar la tierra a mi derecha. La mitad de una cuadra de la ciudad se derrumbo por la onda de impacto. Disparos de cañón salieron disparados de todos lados con sus rayos inundados solamente por la lluvia de metralla que caía sobre nosotros. Habíamos alcanzado al nueva línea de frente.

Moví mi Battloid al otro lado de la calle de donde estaba Molokai. Dispararía a todo lo que se moviera entre su posición de las diez a mi posición de doce. El cubriría todo desde mi dos a la derecha hasta su posición doce. Esperaba por un estallido que nos sacara mientras las explosiones se acercaban. El sonido de mi pulso golpeaba mis tímpanos a un ritmo acelerado mientras un fuego iluminaba la calle donde estábamos parados. Con un vistazo rápido y tres apretones rápidos al gatillo abrí fuego. Un trío de soldados Zentraedi de tamaño completo colapsaron, uno detrás del otro, un una pila de sangre y pedazos de cuerpo, bajo mi ataque. Un cuarto alienígeno apareció en la intersección, disparando un rifle. Una mirada gruñona, casi rabiosa se formo en su cara mientras cargaba hacía nuestra posición y le corte su paso. Molokai hizo lo mismo a mi derecha. Un quinto y sexto Zentraedi continuó el empuje donde sus camaradas cayeron. Los arrase también mientras el edificio en el que estaba recargado se derrumbo junto a mi.

Sentí como mi Valkyrie se tambaleaba y moví los pedales y palancas para mantenerlo en pie. Estaba en campo abierto, en medio de la calle. Los perros del infierno no tienen la furia como la que se me envió en ese instante. Disparos de cañón rasgaron el hombro de mi Battloid, colocándolo más fuera de balance. Molokai salió de donde estaba cubierto y soltó una rafaga blanca en la dirección de los soldados alienígenas, frustrando su intención de derribarme. En desesperación, lance todo "hacia la esquina" y en un medio paso, me lance por la calle. Nos agazapamos alrededor de la equina del edificio donde Molokai estaba parado y disparo hacia fuera. En la confusión no podía decir donde empezaba el frente y donde terminaba la parte trasera, pero, era claro que estábamos a instantes de ser sobrepasados.

Ordenes de retirarse y gritos de ayuda estaban llenando las ondas de radio mientras nos retirábamos en pares, dos cuadras a la vez. Después de doce minutos de lucha, nuestras municiones estaban agotándose, así que Molokai despachó a dos de sus soldados para traer armas adicionales y colocó una llamada directa para solicitar mas refuerzos.

Dispara. Corre. Cúbrete. Dispara. Corre. Cúbrete. No importaba. Por cada Zentraedi que matábamos, tres más tomaban su lugar, cada uno enaltado con el fin fatal de su predecesor.

"Se esta poniendo caliente aquí," grito Molokai. "Vamos a tener que retirarnos mas rápidamente."

"Entendido."

"Noventa y nueve Relámpago, aquí Relámpago Uno. ¡Retirada ahora! ¡Cuatro cuadras, cobertura estándar! ¡Muévanse!" ordenó Molokai por la radio.

Una serie de clicks en el radio llenaron las ondas, una señal de que la orden de retirada del capitán había sido recibida por los soldados en el campo.

Nos retiramos sobre grandes escombros de edificios. Mientras lo hacíamos, la intensidad del fuego enemigo disminuía. Estábamos peligrosamente bajos en municiones y los avisos que parpadeaban en mi panel de instrumentos no le hacían nada bien para el futuro de mi Valkyrie. Empecé a hacer una oración de agradecimiento por mi salvación cuando el radio hizo erupción con una llamada de uno de los soldados del escuadrón.

""Molokai, Roads y Kojak están rodeados! ¡A tres cuadras al este de su posición! ¿Pueden apoyar?"

Dos de los soldados en el equipo tenían su ruta de escape bloqueadas por tropas Zentraedi. Una rápida mirada al MFD me mostró donde estaban localizados. Sentí como el miedo me empezó a llenar por dentro mientras seguía a Molokai hacia la tormenta infernal de la que apenas habíamos escapado.

"¡Escuadrón Relámpago fórmense junto a mi! ¡Golpeen y saquen a esos hombres rápido!"

Desafiando la orden de retirada del sector que estaba sonando en el aire, el escuadrón se reagrupo en poco tiempo y con ráfagas de armas, asaltaron la posición alienígena con una furia jamás vista por mis ojos. Me uní a ellos con un cuidadoso tino, pero excedido de ráfagas rápidas de disparos a todo lo que se moviera. ¡Brrrrrp! ¡Brrrrrp! ¡Brrrrrp! ¡Brrrrrp! El zumbido seco de mi GU-11 hacía eco en el aire de la noche humeante mientras una tercia de Zentraedi caía al suelo. Cargamos mas adelante, viendo a nuestros soldados camaradas solo para enfrentar una verdadera lluvia de fuego de cañones y misiles.

Una gran explosión derribo a tres de mis compañeros de escuadrón y ocasiono que se detuviera nuestro avance a un alto total. Luchamos para liberar a los soldados rodeados, pero fuimos rechazados al costo de dos más. Al final, los hombres por los que luchábamos salvar, murieron también. Rodeados y atacados por soldados de a pie Zentraedi no tenían oportunidad para salirse. Sin salida, el par galante tomo su GU-11 como si fuera un garrote y mantuvieron su posición valientemente, muriendo en silencio. Alejándose de las explosiones y del fuego -ninguno de nosotros tenía la opción- ore para que tuviera esa misma dignidad cuando fuera mi turno.

Un par de Regults Armadura Ligera abrieron fuego sobre nuestra posición y les regrese el favor, lanzando un grupo de Stilettos a ellos mientras un misil impactaba en el edificio de departamentos que estaba junto a la torreta de la cabeza de mi Battloid. Escombro llovió sobre mi y el polvo que se genero ocultó mi vista hacía el frente. Nuestro enemigo simplemente no se podía detener y una orden de retirada general fue lanzada. La cuidad iba a ser para ellos. Nuestra única oportunidad era retirarnos a la jungla y esperar que el terreno los frene más de lo que nosotros podíamos hacerlo.

Un escuadrón de infantería armados con bazucas y Regs realizaron un rápido ataque cerca de nuestra posición permitiéndonos el tiempo suficiente para retiranos. Parecía algo muy cobarde retirarnos antes que una unidad no mecanizada, pero no teníamos opción. Nuestros Valkyries no eran reemplazables y la gruñona infantería tenía más artillería que nosotros. Los soldados dispararían a todo lo que se moviera y luego deslizarse sobre los escombros para abrir su camino fuera del pueblo.

Salimos disparados, deteniéndonos solo lo suficiente para recoger a un refugiado o a un soldado en nuestro camino. La jungla nos acogía en su abrazo lleno de hojas. Seis de los soldados de mi escuadrón estaban muertos en sus Valkyries, engullidos por el empuje despiadado de nuestro enemigo Zentraedi. Seis familias mas se quedaron sin un esposo, sin un padre, sin un hijo. La guerra era una locura total.

Al llegar al punto de encuentro, asegure mi aeronave tan rápido como pude y me senté ahí contemplando los eventos de las últimas dos horas por un largo rato. Jim estaba sentado en la escalera de abordaje cuando descendí del dañado Valkyrie con el sudor picando mis ojos.

"Esto es para ti," dijo mientras me pasaba un sumario del departamento de inteligencia.

A medio mundo de camino, en la nieve y hielo de las Montañas Rocosas en Colorado, los restos achicharrados del VF-1 de Joshua Kaufman estaban aplastados y humeando. El dolor e ira de esta visión excedieron todo lo que podía imaginar y lancé mi casco al suelo en frustración.

"¡Maldición!"

"Estabamos perdiendo. Ciudades demolidas y cientos de miles de civiles muertos agregados a los miles de millones ya fallecidos. Bill, James, Jacien, Waylan. Ahora Joshua. Ellos, también, se habían ido. Borrados para siempre.

¿Para qué?

¿Para qué?



por Jason W. Smith
Julio 1995

traducción Gerardo Campos De León
Julio 1998

Copyright © 1995-98 by Jason W. Smith

(Nota del autor: Este es un trabajo de ficción. Cualquier similaridad a eventos, personas, etc. actuales es pura coincidencia --aun si fue intencional)

Basado en los personajes y situaciones de
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Última Fecha de Revisión: 02 de Abril de 2009