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EROTISMO, PORNOGRAFIA Y PSICOPATOLOGIA
Dr.
Manuel Zambrano
Psiquiatra
Si se revisa el mito griego de Eros se concluye que no es fácil precisar
lo que realmente encarna, pero en nuestra cultura predomina la idea del filosofo
y moralista Hesíodo de que Eros surgió del caos como una fuerza misteriosa
para armonizar los elementos y asegurar la continuidad de la vida a la manera
del Eros versus Thanatos del psicoanálisis. Pero otras leyendas lo acreditan
como hijo de Afrodita, diosa del amor y dios él mismo, quien animó con su
compañía a la bella Venus y a las Gracias tanto en culto cuanto en arte. Eros pues es amor,
pero ese amor que Eros imagina no es la inspiración romántica que lo
sublimiza, sino el interés más carnal como lo presenta Platón en El banquete
desde el discurso de Apolodoro hasta el de Sócrates y, según parece, no tenía
mucho de espiritual.
La mitología clásica no ayuda tampoco a la diferenciación del erotismo
y al buscar el apoyo en la Biología y la Sicología, no exenta de ambigüedades
en relación a este asunto, se puede entender en un primer intento, que el
erotismo es el conjunto de sensaciones y reacciones de todo tipo que de algún
modo se relaciona con la atracción sexual.
De otro lado, la Real Academia Española define el erotismo como
"pasi¢n de amor" o "amor exacerbado" y en una de las
acepciones de sensual (adjetivo) de esta misma estirpe la precisa como
"perteneciente al apetito sexual". Se trata, pues, de un elemento
fundamental de lo sexual y caracteriza un dominio biológico incluido en la
sexualidad, "separándose a veces en limites demasiado inciertos",
como dice Lo Duca.
Al erotismo hay que referirlo sobre todo a las sensaciones excitantes y
propias para desear el acto carnal, pero no necesariamente identificarlo con la
sexualidad. El erotismo al suponer algún grado de excitación es una
manifestación más bien de la sensualidad que es el placer de los sentidos
corporales o conforme al Diccionario de la Real Academia Española, "la
propensión excesiva a los placeres de los sentidos" a la manera del melómano
para la música o el "gourmet" a la buena comida.
Hay que aclarar, pues, que erotismo tampoco es genitalidad así como no
es sexualidad conforme había anotado anteriormente. A menudo puede quedarse en
sí mismo, complaciéndose en acciones o pensamientos voluptuosos no sexuales o
en sensualidades parasexuales que no constituyen propiamente actos de sexo; pero
ello no implica que haya un "erotismo intelectual" (sin grado alguno
de excitación) que más parece uno forma de estrategia para escamotear lo que
Eros tiene de biología. El erotismo pide enérgicamente el concurso de la
sensualidad, pero la exacerbación de los sentidos, por razones biológicos, al
estimular en la persona la tendencia hacia lo erótico lo desdibuja. En efecto,
los sentidos de la vista y del tacto están particularmente dispuestos para el
erotismo. Las sensaciones visuales ocupan un lugar prominente en tanto que son
el vehículo fundamental de captación de formas; ello explica así mismo que lo
sea, también, de la emoción erótica, toda vez que se encuentra muy
directamente vinculada a la morfología del cuerpo humano. Además, porque el
instinto sexual se vale mayormente de la vista que de los distintos sentidos
restantes para captar las posibilidades sexuales existentes en los otros y de ahí
su importancia en la atracción erótica. En cambio, el valor erótico del tacto
parece tener mejor calidad, pero lo que ocurre es que la mirada se expande casi
sin fronteras llegando a todas partes, en tanto que la sensación táctil
requiere necesariamente del contacto directo con el objeto y, por ende, es mucho
más difícil y menos frecuente ya que requiere casi obligadamente de la
anuencia del otro; pero una vez producida en las zonas erógenas o "mapas
de la ternura", como llaman algunos, la respuesta erótica o francamente
sexual suele adquirir una fuerza superior a la voluntad, mucho más notable y
fina que la que caracteriza al sentido de la vista.
Al lado del erotismo se encuentra la voluptuosidad aunque ‚ esta no sea
la meta necesaria del proceso erótico. Es cierto, sin embargo, que la
voluptuosidad es la complacencia de los deleites sensuales, estimulada por la
sensualidad, ingrediente del erotismo, pero capaz de destruirlo por su propia
identidad. Así, a manera de historia, hay que recordar que desde el período
helenístico, la diosa Voluptuosidad, hija de Psique y Cupido, es decir, del
alma y del amor, se ha imaginado siempre como una hermosa mujer desnuda, en
actitud lasciva y con manifestaciones propias del estado libidinoso, pero bella
y aceptada mas que bien; no sucede lo mismo con la imagen masculina de Príapo,
hijo de Venus y de Baco, protector de los jardines, que representan su ardentía
en el erecto miembro viril, es considerado con frecuencia como obsceno. Es así
que la expresión artística muchas veces toma la Voluptuosidad y la lleva a un
estado libidinógeno que incluía la mística, pero en lo referente al hombre su
representación se llega a catalogar hasta de indecente.
De otro lado, el erotismo no solamente es una respuesta a los estímulos
reales sino que, también, tiene sus hontanares en la imaginación y la fantasía,
sin las cuales no podría sobrevivir. Las incitaciones puramente imaginarias en
que lo psicológico colabora estrechamente con lo fisiológico, animándolo
mediante la representación mental de personas, objetos o escenas, en ausencia
de ellas o, incluso, sin su existencia previa, pues la imaginación alcanza lo
que no alcanza la realidad y acaba muchas veces triunfando sobre cualquier tipo
de realidad.
La fantasía, riqueza del arte, lo es, también, del fenómeno erótico:
fantasías eróticas que como un soñar despierto, son frecuentemente el
manantial de quienes desvían, por una u otra razón, la vida sexual hacia la
imaginativa, cosa que debe suceder a menudo por aquello de que "las mejores
cartas de amor han sido escritas por quienes nunca se enamoraron" como ha
sentenciado alguien.
En fin, es el erotismo de las más típicas y notorias manifestaciones de
lo humano. Participa por igual del amor y de la sexualidad. A aquel le pone la
carne y a esta le quita la animalidad y le pone la trascendencia. Así, por el
erotismo, la sexualidad queda dignificada; y el amor energizado.
A contrapunto hay que hablar de pornografía porque los límites son
sutiles e inciertos, tanto que la polémica reverdece muy a menudo con la
participación de moralistas, médicos, literatos, artistas, educadores,
juristas, legisladores, autoridades civiles y eclesiásticas, padres de familia
y, en resumen, de todos porque al fin y al cabo se trata de una humana cuestión
y de un asunto de interés social.
Hay que partir, en primer lugar, de que el erotismo es una tendencia
natural del ser humano y la pornografía, en cambio, es un vehículo externo,
creado por la civilización como medio para estimular artificialmente el
erotismo y la satisfacción sexual. Recuérdese, por ejemplo, los programas
televisivos computados como son "Fantome" y "Lit rond" que
se ofrecen en Francia.
No puede confundirse de modo alguno el erotismo con la pornografía. Lo
que suele confundirse con el nombre de erotismo con la erotografía o actividad
gráfica (escrito o imagen visual) cuyo tema, contenido o propósito se
relacionan con el erotismo, que
ella si puede entrar fácilmente en la órbita pornográfica.
Dejando de lado la etimología de la palabra pornografía hoy se acepta
que lo pornográfico es lo obsceno, lo vergonzoso, con relación a lo sexual.
Los estudiosos de este problema distinguen a la pornografía solamente para lo
escrito; porno plástico para los dibujos, fotografías, esculturas y porno cinética
para las imágenes en movimiento como el cine y la televisión.
Obscenidad viene del latín obc‘cum en que c‘cum significa cieno,
lodo, suciedad; de tal manera que lo obsceno produce repugnancia. Esta
repugnancia atrae a muchos se dirá y, justamente, ah¡ comienza lo
psicopatológico. Lo que sería interesante es saber desde cuando la idea de lo
obsceno como sucio o vergonzoso se fue vinculando a la vida sexual. Tal vez
algo, o a lo mejor mucho, tiene que ver los padres de la iglesia ya que ellos
fueron sexofobos por antonomasia. Hay que aceptar, pues, lo que ya es común,
que la pornografía es obscena y que obscenidad es indecencia sexual.
Indecente, a su vez, es lo que la mayoría de la gente no acepta de
acuerdo a las normas de comportamiento establecidos en un determinado tiempo y
lugar. Por ello algunos afirman que la moral es cuestión de geografía. Pudor
en cambio es un género de decencia limitado al campo de la sexualidad.
La pornografía es obscena porque atenta contra el pudor, según el nivel
de pudor imperante; y en la medida que este atentado acuse daño a la sociedad,
de acuerdo a determinada concepción moral, se considera punible; entonces deber
ser vedada y castigados sus difusores. Creo que se asume que importa el ámbito
de la moral social y de jurisprudencia; pero el interés se dirige ahora al
hecho pornográfico en función de lo patológico.
Cuando el carácter erótico de lo escrito o de lo plástico se rebaja
hasta lo obvio, traspasa sus propios límites y se adentra en la pornografía.
Cuando se hace torpe en la expresión hasta el punto de ensuciar todo lo
relativo a la sexualidad, se convierte en obsceno y pornográfico.
Cuando busca la excitación sexual de manera directa sin exaltar los demás
valores de la obra, la erotografía por ejemplo, deja paso a la pornografía.
En consecuencia, la pornografía se nos presenta como una degradación
del erotismo o como una erotografía de baja calidad, que ofende y disgusta
precisamente por su infravalor y por su torpeza.
Mal puede hablarse de un arte pornográfico cuando muchos ni siquiera
aceptan un arte erótico sino más bien el erotismo en el arte.
Lo psicopatológico de lo pornográfico radica, también, en que las
emociones de este tipo desde un punto de vista humano se basan en un error, pues
es error que una actividad natural del hombre cual es lo erótico y sexual sea
en parte alterado en su desarrollo y en su satisfacción normal, que es en últimas,
la cópula, por una satisfacción artificial que en gran parte de los casos
supone el resultado de la pornografía.
Si lo normal es que la satisfacción de un deseo debe realizarse en el
mismo plano real en que se origina la excitación del mismo para que esa
satisfacción tenga una validez relativa, la contemplación voluntaria e
interesada de cualquier objeto o actividad que puede tenerse como sexualmente
excitante y en algún modo vergonzosa, pornoscopia, es actitud psicopatológica.
¿Habrá una porno manía? Posiblemente sí y, entonces, como
impulso irresistible es un clásico fenómeno psicopatológico.
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