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LA CONSEJERÍA COMO UN MINISTERIO

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

"Bendito sea el Dios... de toda consolación, el cual nos consuela en

todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros

consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la

consolación con que nosotros somos consolados por Dios"

(2 Corintios 1: 3-4)

 

Desde el comienzo de la humanidad el aconsejar ha sido una forma de dar una opinión sobre algún asunto específico. Se puede utilizar el consejo para bien o para mal. En Génesis 3:1-6 podemos notar que la serpiente aconsejó a Eva a comer el fruto prohibido por Dios, lo cual implicó la desobediencia a Dios y caída del ser humano. La Biblia nos enseña que Dios es nuestro Consejero (Salmos 73:23-25; Proverbios 19:21; Isaías 9:6). Aconsejar no sólo es dar alguna opinión sobre un asunto, sino es algo más que eso, es consolar al que necesita de nuestra ayuda. Dios mismo nos da la pauta al decir que El "como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará a los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas" (Isaías 40:11). "Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada, vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil" (Ezequiel 34:16). El Señor Jesús nos enseña en la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37) que nuestro prójimo es aquel que necesita nuestra ayuda. Hoy en día cuántas personas en nuestro derredor son heridas y maltratadas, violentadas y despojadas de la paz, sin el gozo de vivir una vida en plenitud, tal como quiere Dios. Nuestra sociedad actual está perturbada por tensiones, inseguridad, violencia de pandillas, ansiedad, desviaciones morales, infelicidad matrimonial y problemas de adolescentes. La pregunta a esta altura del camino es: ¿Quién les ayudará a vivir una vida plena y salir de esa triste situación?

 

De todo lo mencionado líneas arriba se desprende que todos los creyentes en Cristo, que nos llamamos cristianos, estamos llamados a ser colaboradores de Su reino; en primer lugar, porque fuimos rescatados por Él del hoyo en que nos encontrábamos y esto sólo por amor; en segundo lugar, somos consolados por el Señor en cada momento de nuestras tribulaciones. Hay pues, una correspondencia con Dios y con nuestro prójimo, pero desgraciadamente, muchas veces estamos muy ocupados con nuestros asuntos o cosas y somos como el sacerdote y levita de la parábola del buen samaritano. Tan ocupados estamos que no atendemos a los que son heridos por problemas, situaciones abrumadoras. Es pues una tarea permanente del cristiano, el aconsejar y consolar a todo aquel que necesita una ayuda. Nosotros estamos en el mundo y vivimos en medio de todas estas personas heridas, son las ovejas del Señor. Esta tarea se convierte en un ministerio para todo cristiano, ya que el paradigma de nuestro quehacer es el ministerio de Jesús, no hay otro.

 

De ahí que la consejería debe ser vista y entendida como una gran oportunidad que Dios nos brinda para ayudar a otros. Ser Consejero implica una relación, entre por lo menos dos personas, una de ellas (el consejero) busca ayudar a la otra (el aconsejado) a resolver y anticiparse a los problemas de su diario vivir. En la tarea de consejería, el consejero cristiano busca aplicar la sabiduría de Dios a los problemas de la vida. El consejero cristiano en su labor cotidiana se ocupará en ayudar a su prójimo:

 

 

Finalmente podemos decir que el Consejero también tiene un lugar muy importante en la vida del colegio, universidad o cualquier otro espacio social. Desempeña un papel único en las ocasiones significativas de los alumnos y personas. Los padres o personas acudirán a él cuando los problemas son incontrolables. El Consejero tiene la gran responsabilidad de aconsejar bien, con la palabra de Dios y con la verdad en las manos; de lo contrario las consecuencias serán funestas. El aconsejar no es fácil, es agotador, consume mucho tiempo, y a veces no se logra los objetivos propuestos. Pero vale la pena cumplir este ministerio tan necesario para el bien de los demás. Todo esto debemos hacer en el nombre de Aquel que "no vino para ser servido, sino para servir" (Mateo 20:28). Amén.

 

     


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