SOMOS LOS CAMINANTES DE EMAÚS
(Lucas 24:13-35)
Este pasaje está escrito en el contexto de la resurrección de Jesús, mientras que la mayoría de sus discípulos eran testigos de este gran milagro de Dios, dos de ellos iban por otro camino rumbo a sus casas, con una actitud de derrota y frustración. Su destino final era Emaús, una aldea distante de Jerusalén como unos 30 km., un destino incierto y rutinario; el horizonte de vida era sin esperanza, todo se había terminado para ellos, ¿qué iban a decir a sus vecinos acerca de Jesús? Sin embargo, en medio de su caminar, aparece Jesús el caminante, trayendo esperanza y seguridad. En esta parte del relato Lucas quiere presentar a Jesús como el caminante del Señor, quien estuvo en constante caminar antes de la resurrección, y ahora, después de la resurrección, sigue caminando. Este caminante es el que trae buenas nuevas y esperanza. Es como si Dios nos dijera hoy, que la Iglesia debe estar en un constante caminar, peregrina en este mundo, al igual que Jesús.
Es muy probable que el momento en que se aparece Jesús haya sido durante el atardecer, en medio de la oscuridad, símbolo de la confusión y la ignorancia. De ahí que, el autor señala que no pudieron reconocerlo a tiempo, sus ojos estaban velados. La presencia de Jesús es para señalar que Él es la luz del mundo (Juan 8:12), ilumina la oscuridad con su victoria, abre el entendimiento. Jesús es el compañero invisible que camina con nosotros, todos los días de nuestras vidas, nos acompaña en nuestro largo caminar; nos ilumina y nos da entendimiento para interpretar los enigmas de las viejas escrituras, que muchas veces, son ataduras para cumplir con la tarea. ¡Él está vivo y camina con nosotros! ¡Aleluya!
Por otro lado, Jesús se da a conocer en el trayecto de nuestro caminar a través de señales y gestos. Una señal concreta de su presencia entre nosotros, es el sentimiento en lo profundo de nuestro corazón, sentimos su amor, podemos reconocerle en medio de la gente, a través de diversos rostros. Es su amor quien nos impulsa a amar a nuestro prójimo. Cada día Jesús se da a conocer en cada rostro, situación o hechos concretos de nuestra vida. Nuestra indiferencia e insensibilidad demuestra nuestra oscuridad e ignorancia, Él está con nosotros, pero no lo reconocemos. Nos olvidamos que Jesús está caminando con nosotros y quiere que escuchemos su voz y le invitemos a entrar a nuestras vidas, a nuestras casas (Apocalipsis 3:20).
Mientras tanto, en estos tiempos, somos como los caminantes de Emaús, caminando en medio de la oscuridad, de la adversidad, sin entendimiento y sin sensibilidad por aquellos que sufren. Ahora, más que nunca, necesitamos tener conciencia de que Jesús está en cada uno de ellos y necesitan de nuestro amor. Es necesario y urgente, tener la convicción de que somos la Iglesia caminando por los caminos del mundo, anunciando la paz y el reino de Dios.
Quiera el Señor hablarnos en estos tiempos y comprender que el Señor nos acompaña en nuestro largo caminar, trayéndonos Buenas Nuevas y alegría, para que nosotros podamos seguir acompañando a otros y puedan encontrar Su luz admirable y lleguen a ser felices a través del conocimiento de su Palabra y le acepten como su Señor y Salvador. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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