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 PREPARANDO EL CAMINO DEL SEÑOR

(Lucas 3:4-8; Hechos 1:4-8)

En tiempos del antiguo testamento el profeta Isaías anuncia que la venida del Mesías estaba signada por una voz que clamaría en el desierto y que prepararía el camino del Señor, enderezando sus sendas. Es esa voz que llama a reflexión, pero a la vez, a un cambio radical de la conducta humana, es decir, al arrepentimiento, el volverse al Señor. Es esta noticia, una gran oportunidad para el cambio.

Esta venida del Señor, para morar entre nosotros, marcaría una nueva era en la historia de la humanidad; habría cambios sustanciales en la conducta del ser humano, en la cosmovisión del mundo y del futuro. Había pues, una gran expectativa por este acontecimiento salvífico. La venida del Mesías se produjo y las cosas cambiaron, se gestó una revolución política, social y religiosa en el seno de la humanidad. La razón y la ley cedieron ante la fe y el amor. El Señor Jesús al concluir su tarea terrenal nos prometió que vendría otra vez. Esta segunda venida del Señor también está relacionada a un tiempo de espera, de reflexión acerca de nuestra fe en Él y su puesta en práctica en esta nueva dimensión de la historia salvífica; el reino de Dios. Este tiempo que nos toca vivir a nosotros es un tiempo de reflexión acerca de nuestra vida en relación con la fe cristiana, pero también es un tiempo que el Señor nos da para encausar nuestras vidas hacia el bien, dejando todo aquello que contamina nuestro ser, nuestra razón y nuestro espíritu. Es la oportunidad de realizar un cambio en nuestras vidas.

Este siglo es nuestro tiempo real y estamos llamados, como cristianos creyentes que somos, a preparar el camino de retorno del Señor. Somos sus mensajeros; somos esa voz del siglo XXI que clama en el desierto. Para esta gran tarea no estamos solos, el Señor derramó su Espíritu sobre su Iglesia y le dio poder para hacer grandes maravillas en su nombre. Nosotros somos esa nueva comunidad de fe que camina por el desierto de este siglo.

Hoy la humanidad entera avanza con pasos agigantados hacia la conquista del tercer milenio; llegar al 2000 con toda la tecnología de punta posible y generar una nueva humanidad, diferente a los dos milenios pasados y ya no volver a cometer los mismos errores. Los filósofos y científicos están haciendo todo lo posible por preparar al ser humano para este gran acontecimiento. No está en sus cálculos una probable venida del Señor Jesucristo. El futuro ahora es virtual e infinito. Como en los tiempos de la ilustración del siglo XVIII se ha dejado de lado la fe para dar lugar a la razón pura. Como bien sabemos, este gran movimiento intelectual transformó las actitudes mentales de la gente. Montesquieu, Voltaire, Roousseau, Diderot y D’Alambert, postularon que la razón era el medio de alcanzar la felicidad; dejaron de lado la fe. Ellos creyeron que la razón era la mejor herramienta humana con la cual el hombre podía transformar la sociedad y el Estado para lograr la felicidad tan ansiada, expresada en la satisfacción material, educativa y en la libertad personal. La primicia de este movimiento es el continuo progreso humano. Este progreso era posible lograr a través de la divulgación del conocimiento, es decir, de la educación,. basada en el uso de la razón y no de la fe.

Esta influencia permanece hasta nuestros días, también nosotros hemos dejado de la lado nuestra fe para dar lugar a la razón pura. Muchos creyentes cristianos han dejado de vivenciar su fe en Cristo para caer en una fe meramente intelectual. Hoy más que nunca los problemas sociales se han agudizado debido a una falta de sensibilidad, de amor por el prójimo. Hay miles de hogares que se destruyen diariamente; miles de niños y jóvenes están solos sin la compañía de papá o de mamá, la mayoría del tiempo deambulan en el desierto de la vida; millones de personas mueren sin llevar un pan a la boca; enfermos que mueren sin poder adquirir la medicina adecuada por ser ésta muy costosa, millones de compatriotas no tienen trabajo: se pisotean los derechos de las personas; los traficantes de armas hacen su gran negocio con las guerras; los talk-show tienen éxito en base a la tragedia y miseria de las personas; la corrupción y la prostitución crecen en forma alarmante, etc., etc. Estamos ante una sociedad enferma. Esta situación evidencia que los valores y principios cristianos no son tomados en cuenta en la formación del ser humano de ahora y del futuro. No se alimenta el espíritu con valores nobles y trascendentes. ¿Cómo hacer realidad las buenas nuevas del Señor en estas circunstancias? ¿Cómo preparar Su venida?.

Esta tarea no es de los científicos ni de los filósofos, es de la comunidad de fe, la Iglesia. Afortunadamente, el espíritu del Señor movió al Dr. Tomás Wood, pastor de la iglesia Metodista, a fundar el Callao High School, Colegio América del Callao, para que éste sea un espacio que permitiera forjar hombres y mujeres con una fe sustentada en los principios y valores enseñados por Jesucristo, el Maestro de maestros, y que debidamente preparados en el conocimiento puedan ser agentes de cambio en nuestra sociedad, sirviendo con amor. Esta gran tarea se viene realizando a lo largo de 107 años de vida institucional. La formación cristiana que aquí se imparte permite establecer el equilibrio entre la razón y la fe, la armonía entre la materia y el espíritu. Esta promueve la ecumenicidad de la fe para un fin común: el servicio al prójimo. Aquí en el colegio se forma alumnos y alumnas para que sean visionarios, solidarios con la tragedia humana y consecuentes con su fe. Anhelamos que llenos del Espíritu puedan transformar este mundo por un mundo mejor y preparen el camino del Señor. Que sean las voces del milenio que claman en el desierto, anunciando las buenas nuevas de nuestro Señor Jesucristo. De ahí que la formación cristiana es la columna vertebral del colegio, es la substancia que nutre e! quehacer el educativo. Si esto no fuera así, el colegio dejaría de ser ese oasis en medio del desierto, perdería la razón de ser por la que fue fundado Esa es la gran diferencia con otros centros educativos de nuestro país.

Roguemos al Señor que siga permitiendo al Colegio América cumplir con esta loable misión y que el Espíritu siga derramando muchas bendiciones a todos los que somos parte de la Gran Familia América. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

Callao, septiembre de 1998

       


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