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   EL AMOR: REQUISITO FUNDAMENTAL PARA EL CAMBIO

 

(Jeremías 1:1-19; 1 Corintios 13; Lucas 4: 14-30) 

El relato nos presenta una situación incómoda que Jesús tuvo que pasar. El versículo 14 del Evangelio de Lucas, nos refiere el antecedente de la actividad de Jesús. Su fama se había difundido por todas partes, desde Galilea a todos los confines de la tierra. En ese lugar Jesús lleno del poder del Espíritu de Dios empezó a hacer grandes milagros y enseñaba a la gente acerca del reino de Dios. Estos hechos son el punto de partida de su misión redentora. Jesús empezó a revolucionar el orden establecido por las autoridades de turno. Su movimiento revolucionario tenía como fundamento el amor, ese amor que proviene sólo de Dios por toda la humanidad, sin ninguna distinción social, racial o religiosa.

En los tiempos de Jesús había muchas propuestas para un cambio de vida y mejoras sociales. Los filósofos tenían su punto de vista y habían escrito grandes obras; los políticos habían establecido un sistema de participación del pueblo en la toma de decisiones; los militares creían que solo las armas eran la garantía de la paz en el orbe; los emperadores o reyes creían que eran iluminados para gobernar con justicia a sus pueblos, ya que se consideraban hijos de los dioses; alguna gente del pueblo consideraba que sólo por la violencia podían reclamar y hacer justicia y mejorar las condiciones de vida del pueblo; aún los religiosos consideraban que el cambio de vida y la transformación del sistema social, estaba en función de la fe y la práctica de la ley. En todos estos planteamientos, había algo que faltaba para que se haga realidad el cambio, eso que faltaba era el amor al prójimo. Si algo nuevo trae Jesús a todo este conjunto de propuestas, es la revolución del amor como fundamento para el cambio.

Es en Nazaret, en la sinagoga, donde Jesús hace su proclama redentora. Él anunciaba a todos lo que el gran amor de Dios realizaría a favor de todos los que eran marginados por el desamor de las personas. Más de una sorpresa habría causado dicha proclama, ya que muchos consideraban que ya se había reformado el orden social, se había introducido nuevos cambios en el ritual del culto, algunas costumbres habían sido modificadas, gracias al sincretismo de la época. Sin duda que todos esos cambios eran buenos aparentemente, pero carentes de amor.

El apóstol Pablo nos hace reflexionar en su epístola a los Corintios que de nada vale hacer grandes cosas si en ellas no hay amor. Muchas veces nosotros también somos tentados a hacer cosas que creemos son buenas, pero en lo profundo de nuestro ser, no existe un verdadero amor. Las hacemos para ser notorios, importantes, para lograr nuestros objetivos personales, o lograr cierta fama.

Jesucristo nos da el ejemplo: el amor hacia los demás lleva consigo el arriesgar la vida. Hoy en día muchos están dispuestos a realizar grandes cosas por otros, pero no son capaces de caminar una milla más, no arriesgan su prestigio, su fama, menos la vida. Él había anunciado lo que realizaría a favor de los pobres, de los enfermos, de los cautivos, de los ciegos y de los oprimidos. Era el anuncio del inicio del año agradable del Señor. Es decir, era la hora del Gran Cambio. Sin embargo, muchos comenzaron a criticarlo, a odiarlo, hasta el punto de querer echarlo fuera de la sinagoga para tirarlo al abismo. Todos se juntaron contra el Señor de la vida, el Hijo de Dios, el Verbo encarnado, el amor de Dios hecho realidad.

El profeta Jeremías nos anima a no ceder ante las dificultades, el odio, la maldad de los hombres. Hemos sido llamados por el Señor para seguir proclamando Su Palabra y haciendo realidad el gran amor de Dios para todos. ¡No teman, el Señor está con nosotros!

Es cierto que nuestra sociedad necesita cambios radicales, la iglesia tampoco escapa de esta realidad. El mundo se ha preparado para hacer grandes cambios, serán buenos estos cambios en la medida que estén impregnados del amor de Dios. Hoy los políticos prometen grandes cambios en la vida social, cultural política y económica del país, para lograr el bienestar común de todas personas. Esta situación no es nueva, siempre han prometido cosas y lo seguirán haciendo en sus campañas electorales.

Valdrá la pena tener en cuenta las palabras del apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios del capítulo trece, para aplicarlas en todo lo que queramos realizar o cambiar. Sólo así el cambio será real y justo. Que el Señor nos ayude a reflexionar seriamente en Su Palabra y buscar su constante amor. Amén.

Rev. Lic Jorge Bravo C.

 

                                                     


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