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EL AMOR DE DIOS AL ALCANCE DE TODO

 

(Juan 3:16-18)

 

El profeta Isaías nos habla constantemente en toda su obra, del gran amor de Dios para con su pueblo. Es un énfasis que el profeta resalta sobre la actitud de Dios tal como podemos notar en el capítulo 54. El apóstol Juan en su evangelio y en sus epístolas retoma también este aspecto y lo sintetiza en los textos: Juan 3:16-18; 1 Juan 4:7-21.

 

El amor es de Dios, Él tomó la iniciativa, nos amó primero para salvarnos. De ahí que el mismo se insertó en la historia de la humanidad, enviando a su único Hijo Jesucristo como el gran regalo de su Creación. Él ahora está al alcance de todos, sin ninguna discriminación alguna; ofrece la vida a todos por igual. El amor de Dios es tal que envió a su Hijo Jesucristo para que muriera en la cruz por nuestros pecados. Este gran ejemplo de Dios debe ser retomado hoy en día por nosotros que le conocemos. Si Dios nos ha amado, así también nosotros también debemos amarnos unos a otros. Ese amor de Dios permanece en nosotros y se perfecciona al ponerlo en práctica. El amor es el signo y la prueba de la fe.

 

El apóstol Pablo nos recuerda que el amor está por encima de la fe y de la esperanza (1 Corintios 13:13). El amor es concreto y no abstracto. Se concretiza en el prójimo, de ahí que el amor hacia el otro procede del amor divino. Sin esa situación, no existe una real relación con Dios. El que dice: "Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien lo ve, ¿cómo puede amar a Dios a quién no lo ha visto?" (1 Juan 4:20).  Jesús es tajante en este aspecto, al darnos un nuevo mandamiento: "Amaos los unos a los otros" (Juan 13:34); "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuvieran amor los unos con los otros" (Juan 13:35).

 

En este tiempo de Adviento es necesario reflexionar sobre este aspecto de nuestra vida cristiana, el amor. ¿Cómo estamos poniendo en práctica este mandamiento del Señor?. Si hacemos un recuento, en Navidad, una gran mayoría la celebra con una cena tradicional, llena de regalos y tarjetas. Sin embargo, una minoría, la recibe como un día más. Ante esta situación, se pone en evidencia la incoherencia de nuestra fe y su práctica. Para esas personas marginadas, es un momento humillante, nadie les dá un lugar en el mesón. Al final es la evidencia de una fe sin amor.

 

Navidad es el cumplimiento de las profecías, es la celebración de la fiesta del Amor. Es el gran acontecimiento salvífico, único en el mundo: Dios envió a su Hijo Jesucristo como muestra de su amor y de su fidelidad al Pacto. Jesucristo por amor a la humanidad padeció todo tipo de sufrimiento al denunciar las injusticias del mundo. Lamentablemente hemos olvidado la razón de ser de la Navidad, la hemos convertido en una fiesta más.   

 

Hoy más que nunca debemos recordar que la venida del Salvador implica ser solidarios con el otro, especialmente con los menos favorecidos, los pobres, y esto solo por amor. Es el tiempo de reafirmar nuestra fe, proclamando y practicando este mandamiento del Señor. No debemos olvidar que Dios es amor. De que vale hablar de paz, justicia, amor al prójimo, si no ponemos en práctica el amor de Cristo, lo único que habremos logrado es haber caído en la peor vulgaridad: ser mentirosos.

 

Que el Señor sensibilice nuestros corazones en favor de muchos que sufren los efectos de la injusticia y de nuestra indiferencia; que en esta Navidad la podamos celebrar con gozo y alegría, porque hemos compartido amor y hemos obedecido el mandamiento del Señor. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

       


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