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ESCARBANDO EN LO PROFUNDO DEL SER

(1 Samuel 16:7)

Comúnmente para realizar cualquier labor se trata de buscar una persona con buena presencia y que sea agradable a los ojos de los demás. También solemos tener buena opinión de personas que aparentan ser buenas, incluso nadie dudaría de alguien bien vestido y de buena apariencia física. No se nos cruza por la cabeza que en esas personas haya algo de maldad. ¿Por qué? Simplemente porque aparentan ser buenos ante nuestros ojos.

El texto que vamos a reflexionar del libro de Samuel nos lleva justamente a reflexionar sobre el tener cuidado de las apariencias externas. En el relato resulta que Samuel está en búsqueda de un sucesor del rey Saúl, para ello procura encontrarlo entre los hijos de Isaí, ya que así lo provisto el Señor. Todos los hijos de Isaí desfilan por los ojos de Samuel, pero uno de ellos llamado Eliab llama su atención y considera que él es el ungido del Señor. Ahora bien, ¿quién es Eliab? Él era el primogénito de ocho hijos y que más tarde estaría acompañando al rey Saúl en el ejército que se enfrentaría a los filisteos (1 Sam. 17:13), además fue padre de Abihail que fue la abuela de Mahalat, mujer de Roboam (2 Cro. 11:18). Pero este personaje no era el que el Señor había ungido como rey de Israel. El ser primogénito, tener buena apariencia y de buena talla, no bastaba ante los ojos de Dios.

Es ahí donde Dios interviene y le dice a Samuel que no se fije en el parecer, ni a lo grande de su estatura. Nada de eso vale, ya que él no mira lo que el hombre mira, porque el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón. En otras palabras, Dios le está diciendo a Samuel que él escarba lo profundo del ser de una persona. Va a lo íntimo de la persona, a su corazón, a su alma. Este aspecto es muy importante para valorar a quien ha de asumir una función importante en el reino de Dios. No es cualquiera que aparenta ser bueno, de buenos modales, tranquilo y humilde. No basta. Hoy en día, muchas personas aparentan lo que no son y luego salen siendo lobos dispuestos a devorarse a las ovejas del rebaño. De eso hay muchos ejemplos en la historia de la Iglesia y de la humanidad. De ahí que el Señor quiere personas fieles de corazón, sinceras, sencillas, dispuestas a hacer Su voluntad para la extensión de Su reino.

La mayoría de los problemas en la sociedad y en la Iglesia en estos tiempos, es que cuando hay que elegir a los líderes que han de gobernar los destinos de las naciones o de la Iglesia, muchos se fijan en las apariencias externas y no en el corazón de las personas. ¡Cuántos problemas nos ahorraríamos si aplicáramos este principio de Dios.! Es triste ver cómo se eligen personas para diversos cargos sin este requisito. Se elige a veces entre el mal menor o porque no habiendo candidatos probos, se procede a elegir a lo que venga. De esa manera ponemos en peligro la existencia de la nación, de las instituciones y también de la Iglesia. La historia está llena de malos ejemplos, la Biblia también.

Por eso siempre debemos de tener en cuenta que Dios sabe a quien va a elegir para asumir alguna función, él conoce a las personas, él sabe cuáles son sus fortalezas y debilidades, él restaura vidas para perfeccionarlas y ponerlas a su servicio. A ese acto de profundizar en lo profundo de la persona es lo que llamo escarbar en lo profundo del ser para encontrar lo bello, lo agradable, lo bueno, y ponerlo al servicio de Dios. Tal el caso de David que fue hallado apto para servir al Señor.

Oremos para que el Señor nos ayude a examinarnos en lo profundo de nuestros ser y nos permita sacar aquello que no permite que seamos personas agradables y útiles al reino de Dios. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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