COHABITANDO CON EL BIEN Y EL MAL
(Mateo 13: 24-30; 36-43)
Esta parábola está ubicada después de la parábola del sembrador y de la explicación del propósito de las parábolas (Mateo 13:3-23). En el capítulo doce abunda el conflicto, los fariseos critican a Jesús por permitir a sus discípulos coger espigas de trigo en un día sábado (12:1-8). Cuando Jesús sana a un hombre con una mano marchitada, “consultaron contra él para destruirle” (12:14). Más aún, cuando cura a un endemoniado, le acusan de trabajar por el poder de Beelzebú (12:22-32). Ante eso, Jesús les llama una “generación de víboras” (12:34) y “la generación mala y adúltera” (12:39). De ahí que el capítulo doce pone los cimientos para capítulo trece, que ofrece esperanza en medio de esta maldad.
El capítulo trece comienza con la parábola del sembrador y luego está la parábola del trigo y la cizaña, y su explicación. El contexto social de la parábola es agrícola y nos da a conocer acerca de las hierbas malas y del trigo. Jesús con esta parábola quiere decirles a sus discípulos que el reino de Dios es muy similar a esta situación. En principio se nos da a conocer que un sembrador ha sembrado la buena semilla en el campo, pero que en un descuido de los sembradores vino el enemigo y sembró cizaña entre el trigo. La reacción de los sembradores es de sorpresa de por qué ha crecido la cizaña. El sembrador les responde que ha sido el enemigo quien ha sembrado la cizaña. Ante la respuesta los sembradores le preguntan al sembrador si quiere que arranquen la cizaña, la mala hierba. El sembrador responde que no, porque al arrancar la cizaña también arrancarán el trigo. Hay que dejar que crezcan juntas hasta la cosecha y ahí se hará la selección y la mala hierba será quemada. Si bien es cierto que al comienzo la semilla de la cizaña es semejante a la del trigo, que en su crecimiento se parece a él y que es capaz de enredar sus raíces con la del trigo, sin embargo, en el tiempo de la cosecha la cizaña cambia de color y su aspecto es otro. Esto hace posible hacer la separación.
Sin duda que esta parábola quiere explicar el por qué existe el mal y por qué cohabita con el bien. El Señor nos pide que debemos tener paciencia y esperar que, en la hora del fin de los tiempos, Él hará la selección y separará lo bueno de lo malo. No debemos desesperarnos al tener lo malo entre nosotros y no apurarnos a querer arrancarlo por nuestra propia cuenta. No es fácil aceptar que lo malo cohabite con lo bueno. Quisiéramos arrancar, disciplinar y desaparecer todo aquello que puede contaminarnos o hacernos daño. ¿Cómo convivir con aquello que no es bueno? Los discípulos querían que el reino de Dios sea puro, la iglesia sea pura, sin ninguna contaminación. Jesús les recuerda que estamos en el mundo, pero que no somos del mundo.
Muchas veces nos preguntamos ¿por qué existe el mal y por qué Dios permite que el mal cohabite con el bien? ¿Por qué no interviene y arranca el mal de este mundo? Bueno, ante esas preguntas, el Señor nos está diciendo con esta parábola que debemos tener paciencia y saber esperar el juicio de Dios. Vemos cada día por la TV y leemos las noticias de muchos casos de corrupción, maldad, asesinatos, robos, pandillas juveniles, violencia familiar, secuestros a mano armada, abortos, inmoralidad y otros temas más, y nos preguntamos: ¿Por qué Dios permite todo eso? En muchas familias algunos de sus miembros generan pleitos, broncas, discordias, chismes, etc., generando un cisma familiar. Se quisiera echarlos del seno familiar. Otra vez la pregunta: ¿Por qué Dios permite eso? También en la iglesia, no nos libramos del mal, muchas veces nos encontramos con hermanos que dicen ser discípulos del Señor, sin embargo, sus actos son contrarios a las enseñanzas del Señor; mienten, murmuran, roban, fornican, adulteran, viven una vida disoluta, traicionan la amistad y otras cosas más. Ante eso quisiéramos actuar de inmediato y disciplinarlos o echarlos de la iglesia. Sin embargo, el Señor nos dice: "paciencia, el juicio es mío." Una vez leí que el mal existe debido a la ausencia del bien. Que no existe la oscuridad, sino que es la ausencia de la luz. ¿Será así?
En verdad esta parábola es una guía y aliento para los discípulos, y para nosotros también. No necesitamos arrancar las malas hierbas, ahora. Dios hará su juicio contra el mal durante la cosecha. Jesús nos recuerda que el mundo es el campo de la misión, los hijos del Reino son la buena simiente, los hijos del mal son las malas hierbas o cizañas, el demonio es el enemigo, la cosecha es el fin de los tiempos y los ángeles son los segadores. Por eso debemos estar siempre vigilantes para que el demonio no se meta en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestras iglesias, en nuestra sociedad, porque si nos dormimos el demonio sembrará la cizaña. Esta es una respuesta a la pregunta de por qué existe el mal y por qué Dios permite que cohabite con el bien.
Roguemos al Señor para que siempre estemos vigilantes y nos dé la paciencia para saber convivir con el mal. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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