EL
MILAGRO EN MEDIO DE LA ESCASEZ
(Juan 6:1-15)
Esta narración se
realiza con
el
trasfondo histórico del libro del Éxodo; se hace referencia, en forma muy especial, el
paso del mar (6:1), el monte (6:3), la mención de la pascua
(6:4), la tentación (6:6) y el pan, que equivale al maná
(6:9,11,13).
Jesús ha tenido una discusión con
los fariseos acerca de su identidad como hijo de Dios. Después de esta difícil
situación, decide ir al otro lado del mar de Galilea, tal vez para tomarse un
descanso. En ese lugar él va a realizar un milagro en medio de la escasez del
pueblo.
La siguiente reflexión la he
querido bosquejar de la siguiente manera:
Ø
Paso del mar y subida al
monte.
Ø
La escasez.
Ø
La abundancia.
Ø
Reacciones del pueblo.
Ø
Lecciones para los tiempos
de hoy.
Paso del mar y subida
al monte (6:1-4).
Jesús ha atravesado el mar, como
queriendo hacer alusión al cruce del Mar Rojo, el acontecimiento histórico del
Éxodo. La región de Galilea representa el pueblo pobre, lejano y despreciado por
el centro del poder, en este caso Jerusalén.
Su fama
había alcanzado a este pueblo pobre, oprimido y marginado. Es un pueblo débil,
hay muchos enfermos, hambrientos, y sin ninguna esperanza. Sin embargo, este
pueblo le sigue porque ve en él al Salvador que da vida a los débiles y
enfermos. Hay toda una expectativa de esperanza de que Jesús, el Mesías, pueda
liberarlos y llevarlos a una vida más humana.
En realidad, con estas señales,
Jesús ha preparado su “éxodo” para sacar al pueblo de esta situación inhumana,
carente de todo amor. El primer éxodo había terminado en la tierra prometida.
Este “éxodo” parte desde ella, pues la tierra prometida (Judea y Galilea) se ha
convertido en tierra de esclavitud.
La acción de subir al monte hace
referencia a la subida de Moisés al monte Sinaí en tiempos del Éxodo. El monte
tiene la connotación de la gloria de Dios y de la Alianza. Ahora Jesús está en
su lugar propio, la esfera de lo divino. De ahí que la gloria de Dios está entre
los hombres y mujeres.
La pascua estaba por celebrarse,
ésta era una fiesta celebrando la liberación y constitución del pueblo hebreo;
pero ahora, es la fiesta del actual régimen de los judíos. Para esa fecha la gente
debería subir a Jerusalén, pero ahora no lo harán, porque seguirán a Jesús, el
Mesías, en vez de ir en peregrinación a la capital. Con esta actitud comienzan a
liberarse del yugo de la institucionalidad, debido a que las instituciones, como
tal, ya son obsoletas e injustas.
Este suceso es bueno tenerlo en
cuenta para poder entender el ministerio de Jesús con relación a los marginados
de la sociedad y su actitud ante las instituciones sociales y religiosas de su
tiempo.
La escasez (6:5-10ª).
La multitud ha venido a él de una
manera espontánea, no fue traída por Jesús. Él no es un líder como Moisés, sino
más bien, se asemeja al pastor que camina delante de las ovejas y ellas le
siguen porque conocen su voz.
Jesús al ver la multitud, que en
ese momento necesita comer, plantea una cuestión a su discípulo Felipe: “¿De
dónde compraremos pan para que coman éstos?”. Hay un gesto de Jesús que debe
llamarnos la atención. El que sana, da la vida y dispone de ella, se preocupa
también por lo material, en este caso, el pan necesario para vivir.
Este hecho nos recuerda la
experiencia del desierto en el Éxodo. Cuando ya no hay para comer, la escasez es
una realidad tangible y produce en el pueblo desesperación, es ahí donde Jesús
interviene para resolver la necesidad del pueblo y sale a su encuentro,
mostrando su gran amor por ellos.
En el caso del Éxodo, el pueblo
puso a prueba a Dios. En este relato del “éxodo” de Jesús, él es quien pone a
prueba a Felipe. De alguna manera, Jesús también pone a prueba el sistema
económico de su época. En este sistema, alguien (el vendedor) dispone del
alimento en abundante cantidad, pero que no lo pone al alcance de los demás,
sino
que
es con ciertas condiciones establecidas (el precio). El pan (la
vida) no está directamente a disposición de las personas, sino que está
mediatizado por ciertos individuos que tienen el control del mismo.
¿Sus discípulos aceptan este
sistema?. Felipe le contestó: “Doscientos denarios (medio año de jornal) no
bastaría para que a cada uno le tocase un pedazo de pan”. Se puede notar que hay
desaliento en la respuesta de Felipe, porque según los principios del sistema
económico resulta imposible satisfacer las necesidades de los pobres. Además, la
cantidad de gente congregada, no está al alcance de sus posibilidades; todo lo
que hicieran sería para paliar el hambre (solo un pedazo de pan). No hay otra
posibilidad.
En medio de esta frustración,
aparece en escena Andrés y vislumbra una solución distinta. No todo es comprar.
Él se percata de la presencia de un niño (el más débil de la sociedad) que tiene
cinco panes y dos peces, siete elementos, y se los presenta a Jesús, con un poco
de desaliento, diciendo: “¿Qué es esto para tantos?. Jesús sin hacer caso al
pesimismo de sus discípulos, les da una orden: “Haced recostar la gente”. El
número de personas eran como cinco mil varones.
Muchas veces nosotros
representamos a los discípulos cuando nos toca afrontar una situación difícil,
no sabemos qué hacer, sentimos las limitaciones humanas. Nos frustramos y al
final dejamos las cosas como están. No buscamos otras alternativas. No dejamos
que el Señor intervenga y establezca su voluntad.
La abundancia
(6:10b-13).
El Señor Jesucristo va a dar
solución al problema de la escasez con un signo mesiánico: toma los panes de la
misma comunidad, como indicando que ella misma tiene la solución para resolver
sus necesidades, sin crear dependencias, ni caer en manos de las estructuras de
un sistema antihumano e injusto, que controla los medios de vida. Este hecho
debe llevarnos a una profunda reflexión, ya que actualmente el sistema vigente
nos quiere convencer que la vida depende de su funcionamiento. Como comunidad de
fe debemos valorar nuestros propios recursos y proveer todo aquello que es necesario
para el bien común. Este es el costo social auténtico a que todos estamos llamados
a asumir, para lograr el bienestar de los demás, con amor y justicia.
Pero no todo es necesidad material
en la vida, hay un nivel de necesidad espiritual que está presente en la vida de
cada persona. Ahora bien, Jesús antes de dar de comer a la gente, introduce un elemento
nuevo: la acción de gracias a Dios. Con este gesto, Jesús quiere enseñar al
pueblo que todo lo que se posee proviene de Dios, gracias a su misericordia
infinita, y por ello es necesario darle gracias. ¡Cuántas cosas provienen de
nuestro Dios! Seguro que si hiciéramos un listado de las mismas, nos faltaría
tiempo y espacio para describirlas. Pocas son las personas que reflexionan sobre
este asunto y son agradecidas con el Señor. Otras personas consideran que todo
lo que tienen es fruto de su esfuerzo y trabajo personal.
La acción de gracias a Dios es el
preámbulo al milagro, la abundancia. Los panes y los peces se multiplicarán
para dar de comer a un pueblo hambriento del pan material y del pan espiritual:
la palabra de Dios. Ahora, este milagro representa el nuevo maná que responde a
la necesidad humana, hasta la satisfacción total. Con este acto Jesús enseña a
sus discípulos que Él es el maná, pero también quiere indicar cuál es el rol la
comunidad de fe: manifestar la generosidad del Padre, compartiendo los dones que
de él se han recibido. Si esto último se pusiera en práctica en los tiempos de
hoy, no habría más pobres, ni hambrientos, ni marginados.
Otra enseñanza del Maestro Jesús a
sus discípulos es cuando les da otra tarea: “Recoged los pedazos que sobraron,
para que no se pierda nada”. Es decir, hay que seguir compartiendo con todos los
demás, más allá de la comunidad. La comunidad debe continuar la obra de Jesús.
Esta enseñanza es una hermosa lección de amor y solidaridad. ¡Cuán lejos estamos
de ella!.
Reacciones del pueblo
(6:14-15).
Las personas que habían comido y
estaban satisfechas, al ver la señal realizada por Jesús, llegan a la siguiente
conclusión: Éste verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo. Ven
en él la continuación de la antigua alianza iniciada con Moisés y esto les
lleva a la tentación de querer hacer de Jesús un rey. Ante esta situación Jesús
prefiere huir al monte para estar a solas con su Padre. De alguna manera esta
acción nos hace recordar la idolatría del pueblo en el Éxodo, cuando quisieron
adorar a Yawé por intermedio de un becerro de oro. Ante este hecho lamentable,
Moisés también huyó al monte.
Jesús nos recuerda que como Hijo
del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en
rescate por muchos (Mateo 20:28).
Lecciones para los
tiempos de hoy.
Luego de revisar este relato
bíblico podemos obtener las siguientes lecciones para nuestro tiempo:
1. Como
pueblo de Dios debemos iniciar un nuevo “éxodo”, es decir, debemos salir de esta
situación social inhumana, esclavizante, y de pecado, para cruzar el “mar” hacia
una nueva situación donde abunde el “maná”.
2. No
es fácil realizar el éxodo, habrá escasez, desesperanza, frustración; pero es
necesario mantener nuestra fe viva en nuestro Señor, que es nuestra fortaleza,
nuestro amparo y nuestro refugio (Salmo 46:1-2).
3. Para
que se produzca el gran milagro de la abundancia para nuestro pueblo, es
necesario compartir lo que Dios nos ha dado con los que no tienen; para que de
esa manera se manifieste el verdadero amor. Sólo así, dando gracias a Dios por
lo recibido y compartiendo con el que no tiene pan, casa, vestido, y la
esperanza de un mundo mejor, seremos copartícipes del milagro de Dios.
4. Termino
esta reflexión compartiendo las palabras de un colega pastor metodista
argentino, Pablo R. Andiñach: “No necesitamos hoy clamar al Señor por otro
milagro de multiplicación de los alimentos. Aquél fue suficiente para mostrarnos
su voluntad para con los hambrientos. Pero sí clamamos y oramos por la
conversión de aquellas personas que tienen el poder para hacer que el hambriento
y el pan se encuentren. Oramos para que comprendan que las buenas noticias a los
pobres no son malas noticias a los ricos si éstos son creyentes y viven
incómodos por la miseria de millones, y anhelan con todo su corazón el fin de
las injusticias. Tampoco serán malas las noticias si oran con nosotros: «Hágase
tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo». Pocos panes, pocos peces, mucha
hambre. Jesús respondió con generosidad a la multitud que confiaba en Él. Hoy
somos invitados a poner nuestros panes y nuestros peces, nuestras manos y
nuestros corazones, nuestros pensamientos y nuestros cuerpos al servicio del
hermano y la hermana que tienen hambre de pan y sed de justicia. Jesús
responderá con la misma generosidad de aquel día en la colina de Galilea”.
Que el Señor nos ayude a iniciar
este nuevo “éxodo”, sabiendo que no estamos solos, Él está con nosotros,
acampando a nuestro lado. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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