APRENDIENDO A ORAR A LA MANERA DE JESÚS
(Mateo 26:36-39; Marcos 14:32-36: Lucas 22:39-44)
Jesús, después de haber tenido la Última Cena con sus discípulos, tiene la necesidad de orar. Comenzó a entristecerse y a angustiarse de grana manera. Ahora su alma está triste hasta la muerte. En Getsemaní, en el Huerto de los Olivos, Jesús de postra sobre su rostro para orar y dirigirse a su Padre con estas palabras: "Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea yo como quiero, sino como quieres Tú". En ese momento de han unido la tristeza y la angustia en la persona de Jesús. Sus discípulos no podían ayudarle, ni Pedro, menos los hijos de Zebedeo: Jacobo y Juan. Ellos no podían entender lo que le estaba sucediendo a Jesús en lo profundo de su alma. Estaban preocupados en otras cosas. Muchas veces, también nos toca a nosotros pasar por pruebas que nos ocasionan tristeza, tribulación y angustia; sólo Dios sabe cuánto es nuestro dolor. Nuestros amigos, familiares y hermanos en la fe, están pero no pueden hacer nada por nosotros. Es ahí donde sentimos la soledad, el vacío existencial, la prueba de nuestra fe en el Señor. La única salida que nos queda es acudir en oración a nuestro Padre Dios para pedir que pase de nosotros la prueba y que se haga Su voluntad y no la nuestra. Jesús ora de rodillas, postrándose sobre su rostro, a solas. No está de pie, ni sentado, menos de rodillas. ¡Está postrado, en señal de humildad absoluta!. ¿Cuántos de nosotros solemos orar de esa manera? A veces justificamos nuestras actitudes cuando oramos ante Dios. Oramos de pie porque sino se lastiman nuestras rodillas; oramos sentados porque estamos cansados; oramos de rodillas, pero no postrados. Nuestra actitud ante Dios debe ser muy personal y humilde. No necesitamos que alguien nos vea o sepa que estamos orando.
Según el evangelio de Lucas, después de que Jesús oró se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle y consolarlo. ¡Es la ayuda oportuna del Señor! Así también pasa con nosotros, cuando nos entregamos en oración al Señor. De pronto un ángel viene a nuestro pronto auxilio, nos consuela y fortalece nuestra fe. En nuestra vida suele haber momentos de profundo dolor, en que cueste aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. El ejemplo de Jesús en el Huerto de los Olivos nos enseña a aceptar la Voluntad de Dios, sin poner obstáculo alguno ni condiciones, aunque por momentos pidamos ser librados, con tal de que así pudiésemos identificarnos con la Voluntad de Dios. Por eso nuestra oración debe ser una oración perseverante.
Que este ejemplo de Jesús de orar ante su Padre de una manera humilde, nos sirva también a nosotros en nuestra manera de orar ante Dios, pidiendo que se haga Su voluntad, no la nuestra, ante nuestras tristezas, angustias o tribulaciones. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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