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¡VELAD Y ORAD POR EL REBAÑO DEL SEÑOR!

                    

(Hechos 20:17-38)

 

Este relato histórico del discurso del apóstol Pablo, sirve para que podamos tener en cuenta la gran preocupación de Pablo al dejar el rebaño del Señor, debido a su regreso a Jerusalén. El acontecimiento empieza cuando Pablo manda a llamar a los ancianos de la iglesia a Efeso para tener una reunión privada con ellos y compartirles su gran preocupación por el cuidado de la iglesia del Señor, ahora que tiene que regresar a Jerusalén.

 

Pablo empieza la conversación dando su testimonio personal sobre de cómo él ha servido al Señor y todo lo que ha tenido que sufrir por serle fiel. Les recuerda sobre las muchas lágrimas y pruebas que ha tenido que sufrir debido a las asechanzas de los judíos. Pero que a pesar de ello, él ha seguido testificando a judíos y gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en Jesucristo.

 

Ahora que el apóstol Pablo está por regresar a Jerusalén, hay una preocupación por lo que ha de pasar. Deja todo en las manos del Espíritu Santo. Él confía que sus discípulos continúen la Obra y estén firmes. Sin embargo, les exhorta a que apacienten el rebaño, la iglesia del Señor, la cual ha sido ganada por su propia sangre. Les advierte a los ancianos de la iglesia, que después de su partida habrá dos amenazas que afrontar, una externa y otra interna. La amenaza externa, está referida a los lobos rapaces que aparecerán y devastarán el rebaño. Son los enemigos de Jesús, de Pablo, y de la Iglesia. Ya Jesús también advirtió a sus discípulos sobre este asunto (Mt. 7:15). Están ahí, al asecho, esperando meterse y devorar. Son los secuaces de Satanás que está como león rugiente, listo para devorar. Pablo los conoce y sabe qué es lo que quieren. De ahí su advertencia. Esta amenaza, no sólo es de ese momento, sino que es actual y permanente. ¡Cuánto de esa realidad hemos podido tener conocimiento!. Muchos pastores, descuidan el rebaño y no les interesa apacentar el rebaño, la iglesia del Señor. Sólo reaccionan cuando ya los lobos se han metido en la iglesia y empiezan a devorar el rebaño. La otra amenaza, que es más peligrosa, es aquella que se da en el mismo seno del rebaño. También Pablo ha tenido experiencias sobre este asunto. Son aquellas personas que se hacen creyentes en el Señor y viven una aparente vida en santidad. Estos son los lobos disfrazados de ovejas que se infiltran en el rebaño. Pablo dice que son personas del mismo rebaño que se dedican a hablar cosas perversas para arrastrar a los discípulos. ¡Cuánto de esos hay en la actualidad, están infiltrados en la iglesia del Señor!. Están con nosotros, oran con nosotros, lloran con nosotros, alaban al Señor con nosotros, pero viven una vida totalmente lejos del evangelio de Jesús. ¡Son los falsos cristianos, los lobos disfrazados de ovejas! ¡Cuánto cuesta al pastor separarlos y echarlos del seno del rebaño!. Se camuflan; se refugian en una aparente santidad de vida; apelan a ciertas partes de la disciplina para enquistarse en las estructuras; y hasta asumen cargos en la iglesia. De eso Pablo advierte a los ancianos de la iglesia. Hoy también es una advertencia vigente, para todos los pastores. 

 

Ahora bien, ante esas amenazas, Pablo les pide a los ancianos de la iglesia que velen, que confíen en Dios, que dejen que el Espíritu Santo actúe y que sea la Palabra la que edifique sus vidas y la de la iglesia. Es necesario tener en cuenta estas advertencias del apóstol Pablo para nuestros días, ya que las cosas no han cambiado. Satanás está a la puerta del rebaño, queriendo devorar a las ovejas; día y noche envía a sus secuaces para hacer la labor de destrucción. Cada vez que la iglesia crece, cuando muchos aceptan al Señor y cambian sus vidas, el evangelio es proclamado en todo momento, esto produce gozo y alegría en la congregación; pero que sin duda alguna, Satanás estará más furioso que nunca. ¡A tener cuidado y velad en todo momento!

 

La reunión termina, y Pablo se pone de rodillas para orar con todos ellos. Es un momento muy emocionante y triste, Pablo se va y no sabe si volverá. Hay llanto, dolor y sufrimiento por la partida. ¡Cuánto amor por el apóstol y siervo del Señor!

 

Qué el Señor nos ayude a cuidar de Su rebaño y nos mantenga vigilantes ante cualquier asecho de Satanás. Recordemos siempre las palabras de Jesús de que él es el buen pastor (Jn. 10:11). Confiemos que el Espíritu Santo nos guíe y nos proteja siempre. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

       


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