JESÚS ES EL SEÑOR Y TIENE AUTORIDAD SOBRE LOS DEMONIOS
(Marcos 3:20-30)
Jesús ha llamado a sus discípulos y ha empezado su ministerio público. Las multitudes lo siguen donde quiera que va y con una actitud positiva. Pero también le siguen sus opositores (escribas, fariseos, sacerdotes) con el fin de destruirlo. Para colmo, este relato nos da a conocer que su propia familia no cree en él. Su familia viene a buscarlo para prenderle porque creen que está fuera de sí. Tal vez loco. ¿Qué pasó con la familia? ¿No han creído en Jesús? ¿Será que se han dejado convencer por los enemigos de Jesús?. Ante esta situación, sus enemigos lo acusan de estar poseído por Beelzebub, quien es el príncipe de los demonios. Dicen que sus milagros son obra de este demonio.
Frente a esta acusación, Jesús les sale al frente con una pregunta: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?. Si esto fuera así se autodestruiría y sería su final. Por otro lado, una casa dividida no puede permanecer como tal. ¡Es el colmo que le atribuyan a Jesús poderes demoníacos! Con esta actitud están dejando de lado la autoridad de Jesús sobre todo poder. Están dando lugar a que el demonio sea el protagonista en los milagros de Jesús, el Hijo de Dios. Muchas veces se nos quiere confundir cuando contamos a otros de las maravillas del Señor, se quiere atribuir a poderes psíquicos o paranormales. Otros afirman que Jesús era solo un profeta, un varón santo, o un personaje inventado. Frente a esto debemos afirmar que Jesús es el Señor y tiene autoridad sobre los demonios. Él ha venido para atar a Satanás y derrotarlo. ¡Él es el Hijo de Dios!.
De ahí que Jesús advierte que no se puede blasfemar contra el Espíritu Santo y que quien lo haga no tiene perdón. El considerar que Jesús tiene a Beelzebub y no el Espíritu Santo, ya se ha blasfemado. Hoy el mundo sigue blasfemando contra el Espíritu Santo al no considerarlo para nada en sus vidas o proyectos, prefiriendo dar lugar a otros espíritus, invocando espíritus del más allá, acudiendo a la brujería, consultando las cartas y adivinos, creando juegos que invocan espíritus. Ante esos engaños de Satanás no debemos dejarnos confundir con sus artimañas. Es lamentable que la familia de Jesús, su madre y sus hermanos, vinieron a llevarse a Jesús porque les daba vergüenza lo que hacía, creían que estaba poseído por el demonio. ¡Cuánto puede Satanás confundirnos o hacernos creer cosas que no son.
Pidamos al Señor que nos permita dar testimonio dondequiera que estemos de que nuestra fe está puesta en Jesús, el Hijo de Dios, y que Él es el Señor de señores. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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