NO HAY MÁS EVANGELIO QUE EL DE JESUCRISTO
(Gálatas 1:1-10)
Esta primera parte de la epístola de Pablo a las iglesias de Galacia, muestra la gran preocupación que tiene el apóstol por la situación que está sucediendo en las iglesias en mención. En un principio estas iglesias se habían formado por creyentes que, en su mayoría, casi la totalidad, procedían del paganismo (Gá. 4:8). En un principio los creyentes se mostraron felices al convertirse al evangelio y por un buen tiempo habían vivido su fe cristiana y más aún, tenían mucha satisfacción contar con la presencia del apóstol Pablo. Pero, de un tiempo a esta parte parece que se ha enfriado esa alegría, gozo y fervor de los creyentes, generándose serios problemas doctrinales. De ahí que los primeros cinco versículos de este capítulo, Pablo no comienza con una acción de gracias, ni ningún testimonio personal de un sentimiento de gozo; por el contrario, da a conocer el asunto que va a tratar: no hay más evangelio que el de Jesucristo.
Esta situación crítica lo lleva a Pablo a escribir esta carta, dando a conocer que no hay otro evangelio que el de Jesucristo. Pablo se encuentra asombrado de que los creyentes rápidamente se han alejado de la fe en Jesucristo, quien los llamó a vivir una vida consagrada, para seguir ahora un evangelio diferente. ¿Qué es lo que ha pasado? Resulta que la fe de los gálatas se ha enfriado y eso ha llevado a que falsos hermanos se hayan introducido a escondidas para presentar otro evangelio diferente al de Jesucristo. Es clara la preocupación de Pablo por el rebaño de Gálatas que se han debilitado en su fe, se han entregado a otro estilo de vida ajeno al evangelio y están siguiendo otro evangelio diferente. Este grupo de falsos creyentes, que en su mayoría son de origen judío, recorren las iglesias recién formadas para confundirles con enseñanzas ajenas y opuestas al evangelio. Esos falsos hermanos intentaban convencer a los gálatas de que el evangelio de Jesucristo, para ser perfecto, tenía que estar sometido a la ley de Moisés y mantener las prácticas del judaísmo, en especial la circuncisión. De esta manera animaban a los creyentes a apartarse de la verdad del evangelio.
Si bien es cierto que para Pablo fue una tremenda preocupación esta situación de los gálatas, también hoy en día es una gran preocupación que en muchas de nuestras iglesias cristianas se quiere predicar otro evangelio diferente al de Jesucristo. Ya Pablo advertía el peligro que corrían las congregaciones cristianas al ser visitadas por falsos hermanos y falsos maestros. Era un peligro real, que afectaba a cuestiones básicas para la fe y la vida de la iglesia. Al respecto, podemos decir que este peligro está aún latente desde el comienzo del cristianismo. Siglos tras siglos, han aparecido falsos hermanos, falsos profetas, falsos maestros y hasta falsos pastores. Basta revisar la historia de la iglesia para darnos cuenta que lo que decimos es muy cierto. En este tiempo se viene predicando un evangelio diferente al de Jesucristo a cargo de falsos hermanos. El evangelio que hoy se predica en muchas iglesias no te confronta con tu pecado, no te lleva al arrepentimiento, no te restaura cuando caes, no te desafía a perdonar, no te muestra a Jesús como salvador, no te lleva a ser un discípulo, no te inspira a servir a tu prójimo, no te invita a evangelizar, y no te motiva al desprendimiento material. Además, se relativizan los principios y valores cristianos, lo que antes era malo, hoy es bueno; lo que la evangelización personal llevaba a los pies de Cristo a muchas personas, ahora se apela al show, a las luces de colores, a la música con mucho movimiento, a las dinámicas grupales, a las charlas psicológicas, a los chistes y cuentos. Las iglesias se están enfriando y vaciándose por tal motivo. Y lo más peligroso, es que los que no son creyentes quieren poner de rodillas a la iglesia para que acepten sus propuestas, que sin duda alguna, están en contra del verdadero evangelio de Jesucristo. Esta realidad actual no difiere mucho a la realidad de los gálatas del primer siglo.
Hermanos, estemos atentos a que falsos hermanos, falsos profetas, falsos maestros y falsos pastores, aparezcan por nuestras congregaciones. Seamos celosos en predicar el verdadero evangelio de Jesucristo en todo tiempo, lugar y circunstancia. No olvidemos que Jesús murió en la cruz para nuestra salvación y vivir una vida en abundancia y no en esclavitud alguna. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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