DE LA MANO DE DIOS
(Salmo 144:7)
Toda la Escritura habla de la mano de Dios, desde el libro de Génesis hasta el libro de Apocalipsis. Cuando uno escucha que la mano de Dios ha tomado la tuya, como un padre toma la mano de su hijo y se ha propuesto llevarte al propósito de lo que Él ha planeado para ti en Cristo Jesús, inmediatamente se nos viene a la mente la protección de Dios sobre nosotros. Como decía de un inicio, toda la Escritura nos habla de la mano de Dios en el desarrollo de la historia salvífica hasta hoy. La mano de Dios es creadora, en el caso de la Creación (Génesis 1 y 2), el profeta dice que: “...la mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan; mas su poder y su furor contra todos los que le abandonan” (Esdras 8.22), un escritor neotestamentario, dice: “Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo” (Hebreos 10.31), un apóstol: "escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: 'El que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que anda entre los siete candelabros de oro, dice esto:'" (Apocalipsis 2:1). Como podemos ver, con estos pocos ejemplos, en la Biblia se hace referencia a la mano de Dios en todas las cosas que tienen que ver con Dios y Su pueblo.
Ahora bien, ¿Qué significa estar de la mano de Dios? Pues bien, decir que estamos de la mano de Dios, es afirmar que estamos en la mano protectora de Dios. Es como la comparación de la mano del Padre que ama a su hijo y lo guía por sendas correctas. Bien sabemos que un padre en su verdadero juicio no va a querer que algo malo le ocurra a su hijo, por el contrario, lo va a llevar por caminos correctos, caminos donde no haya nada en que el niño pueda tropezar, caminos donde el niño no se pierda. En esa condición, el niño tiene una sensación de paz y de tranquilidad, camina por lugares donde nunca ha transitado, sin embargo, confía en la mano de su padre que lo guía. De ahí que la Biblia nos habla de la mano de Dios que nos lleva a lugares donde nunca hemos estado y que nos dice que debemos estar confiados, que debemos sujetar nuestras manos a Su mano protectora.
Sobre este asunto, muchas cosas podríamos decir, desde la intervención de Dios en la vida del pueblo de Israel, en la Iglesia primitiva, en la historia en la vida de la Iglesia, hasta en nuestras vidas. En todas las experiencias vividas por el pueblo de Dios y aún por nosotros, podemos notar que siempre es necesario estar sujeto a la mano de Él y estar dispuesto a no soltarse, nunca. Dios nunca nos va a dejar desamparados y jamás actuará en una forma contraria a la que dice su Palabra de que va a actuar. Dios nunca hará algo que esté en contra de lo que está escrito. Él no quiere que nos perdamos en nuestros propios errores, de que nos extraviemos en nuestras malas decisiones. Cuando el Señor toma nuestras manos, Su mano se ha unido a las nuestras y se ha propuesto llevarnos al propósito de lo que Él ha planeado para nosotros en Cristo Jesús. Él nos dice que no temamos, que no estemos ansiosos, nos dice que esperemos porque Él es nuestro Padre amoroso, que, aunque hayamos dejado todo y aún nos sintamos solos, Él dice: “Yo soy tu Padre que te ayuda, yo soy tu Padre que te sostiene, soy tu Padre que te guía a todo paso”. Recordemos siempre que Dios es un Dios de amor, no se caracteriza en castigar, pero cuando Él castiga, castiga. Cuando Dios nos dice que su mano es confiable, realmente es confiable. La mano de Dios nos llevará a todo lo bueno. La mano de Dios está con nosotros y Él quiere siempre nuestro bien. Jeremías nos dice: “Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca” (Jeremías 1.9). Cuando la mano de Dios está en con nosotros, Él cambia nuestra actitud y nuestro lenguaje. El Señor dice que cuando confiamos en su mano, Él cambia nuestro lenguaje. Ya no hay críticas absurdas, ya no es tiempo de hablar cosas que desaniman, no es tiempo de queja, ya no se puede hablar de otros, sino que es tiempo de hablar de bendición. Esta es una señal de estar de la mano de Dios.
Sin embargo, hay momentos que nos sentimos solos, o pasando por momentos amargos, o nos sentimos indignados, sin fuerza, o frustrados, ante eso el profeta Ezequiel nos recuerda: “Me levantó, pues, el Espíritu, y me tomó; y fui en amargura, en la indignación de mi espíritu, pero la mano de Jehová era fuerte sobre mí” (Ezequiel 3.14). El Señor le había encomendado a Ezequiel cierto ministerio, el cual sabía Dios que le iba a ser difícil, humanamente imposible. Sin embargo, la Biblia dice que, aunque Ezequiel estaba indignado, aunque no se sentía fuerte, aunque estaba en amargura de espíritu, la mano de Dios era fuerte sobre él. De ahí que Dios no nos pide cosas que humanamente no podamos hacer, solemos decir: “no estoy preparado para olvidar mi pasado, para perdonar a aquella persona que me estafó, que arruinó mi vida, no estoy preparado para enfrentar el mañana, no estoy preparado para enfrentar los problemas”, pero recordemos: “La mano de Jehová será fuerte sobre ti”. Por eso, en aquello que Dios ha puesto Su mano, no temamos porque Él está con nosotros para tomarnos de la mano y llevarnos a la meta. ¡Esa es nuestra esperanza!
Personalmente puedo dar testimonio, de cómo Dios ha tomado mi mano y me ha llevado por caminos de bendición y me ha protegido de mis enemigos. Muchas veces me he sentido solo, traicionado, despreciado, sin fuerzas, y de pronto, he sentido la mano poderosa de Dios y me he levantado y he peleado la buena batalla, venciendo toda dificultad. "Envía tu mano desde lo alto; Redímeme, y sácame de las muchas aguas, De la mano de los hombres extraños" (Salmo 144.7). Andar de la mano de Dios es una linda experiencia y única. No todos tienen esa experiencia. ¡Cuántos caminan por las calles, sin esperanza, con rencores, sufrimientos, dolores, enfermos, decepcionados, sin futuro, de tumbo en tumbo, nada hay bueno para ellos! No saben que hay un Dios que está listo a extenderles su mano protectora y salvadora. Ignoran que Jesucristo camina todos los días con ellos, que está listo a ser su pronto auxilio en la tribulación. Pero, ¿cómo podrán saberlo si nadie se los dice? He ahí que el Señor nos envía a nosotros a ser sus manos extendidas para ayudar a todos aquellos que no le conocen y sufren por efecto del pecado.
Oremos al Señor para que nos permita predicar Su palabra y dar a conocer a muchos que están sufriendo, que Jesucristo es el Salvador, y seamos de alguna manera sus manos extendidas. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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