LA COTIDIANIDAD DE LA GRACIA
(Efesios 2:8)
El Dr. Charles Stanley dice que: "Muchas veces, confiamos en Cristo para salvación, pero luego tratamos de vivir sin su ayuda. Si la gracia de Dios fue necesaria para salvarnos, también será necesaria para el resto de nuestra vida. Solo mediante la inyección continua de su poder, podremos tener una vida de fe victoriosa." Esta afirmación me llevó a reflexionar que la gracia de Dios hay que experimentarla y vivirla en forma cotidiana. No basta que, en algún momento de nuestra vida, la gracia de Dios se manifieste para nuestra salvación, sino que hay que vivirla todos los días y tener el poder para vencer toda dificultad o adversidad. Nuestra victoria radica en esta presencia cotidiana de la gracia de Dios. Muchos consideran que la gracia de Dios se da en un solo momento, en especial cuando se está en problemas. Esto no es así. Pablo en algún momento de su vida expresó que le había pedido a Dios que lo librara del aguijón y el Señor le respondió que bastara su gracia (Cf. 2 Corintios 12:5-10). De esa manera Pablo entendió que, con la gracia de Dios, le bastaba para seguir viviendo y hacer Su voluntad.
Muchas veces, a nosotros mismos nos pasa algo parecido a Pablo, sentimos que el aguijón que tenemos en la carne es muy fuerte y llega el punto en que ya no podemos soportarlo. Por un momento olvidamos que, por gracia, estamos donde estamos y que toda prueba o sufrimiento, el Señor lo calmará. Por gracia somos salvos, por gracia vivimos, por gracia somos sanos, por gracia somos restaurados, por gracia podemos visualizar un mundo mejor. De ahí que la afirmación de que solo por la fe el justo vivirá (Habacuc 2:4), es una afirmación verdadera. La gracia es una realidad cotidiana. Lamentablemente, muchos se quedan con la experiencia de la gracia operada en sus vidas en algún momento de su existencia. No conciben que, sin la gracia cotidiana, sus vidas serán un desastre. No tendrán las fuerzas necesarias para vencer todo tipo de dificultad o adversidad.
De ahí que es necesario, que cada día pidamos al Señor que nos de su gracia para poder cumplir con la tarea y restituir muchas vidas. Nada somos por nuestras propias fuerzas, deseos, conocimientos o voluntad; necesitamos experimentar la gracia de Dios desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Por eso, hay un momento que nuestro ser clama y expresa: "soy lo que soy, por la gracia de Dios". El hecho de que por la gracia y la fe en el Señor somos salvos, esto implica que hemos sido restaurados totalmente de toda cosa adversa que nos ha venido haciendo daño. Somos libres de toda culpa, de toda atadura, de todo remordimiento, de la tristeza, aún de toda enfermedad. Esa experiencia, si bien es única en nuestra vida, no significa que queda congelada y no se vuelve a repetir. La dinamicidad de la gracia de Dios hace que sintamos la presencia de Dios a través de su Santo Espíritu en cada momento y nos motiva a seguir creyendo en Él, viviendo confiados en su poder redentor.
La gracia no es estática, es dinámica. No es única, es constante. Esto lo podemos comprobarlo en el proceso de la salvación. Existen cuatro procesos bien definidos. La redención, la restauración, la justificación y la santificación. Los tres primeros son únicos y no se repiten. El último, la santificación, ésta es dinámica y se repite constantemente en forma cotidiana. Por ello, la gracia santificante ayuda este proceso en la salvación. De ahí que, solo el que experimenta la acción de la gracia de Dios en su vida, puede dar testimonio de los beneficios de su presencia y efecto. En la Biblia encontramos cientos de testimonios de personas que vivieron por la gracia de Dios y pudieron hacer un sin fin de maravillas. Hoy, también nosotros podemos dar testimonio de cómo la gracia de Dios ha operado en nuestras vidas. ¡Somos los testigos vivientes de la gracia redentora de nuestro Señor Jesucristo!
Que el Señor nos capacite para recibir su gracia salvadora y nos permita dar testimonio de su obra redentora en nosotros y en nuestras familias. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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