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    DOS MANDATOS MILENARIOS DEL SEÑOR CON BENDICIÓN ETERNA

 

(Josué 1:1-9; Mateo 28:19-20)

 

Estos dos textos bíblicos por siglos han servido para animar a la comunidad de fe a cumplir con el encargo del cumplimiento de la Misión, dado por el Señor. Uno, en los tiempos de Moisés, y el otro, por Jesús en su despedida. De alguna manera, son dos mandatos milenarios dados por el Señor, pero que incluyen bendición eterna. Son conocidos estos dos textos bíblicos en demasía, desde la escuela dominical, prédicas, hasta los estudios de la Biblia. Es nuestra intención reflexionar, más que todo, acerca del mandato dado por el Señor, tanto a Josué como a los discípulos. Y también, que en el cumplimiento del mismo, está acompañado de bendición, y ésta, de manera eterna. Analizaremos cada mandato y veremos si hay alguna concordancia entre ambos.  

 

El primer mandato del Señor dirigido a Josué, antes de cruzar el Jordán, es que Su palabra nunca sea apartada de sus labios y que medite día y noche sobre sus enseñanzas, para ponerlas en práctica. El resultado de ello será la prosperidad en todo lo que haga. Es decir, recibir la bendición del Señor. Esto implica que la palabra de Dios debe ser anunciada siempre, es una especie de discipulado. Que otros puedan conocer la voluntad de Dios, tanto dentro del pueblo de Israel como en los territorios a conquistar. Para ello es necesario meditar esta Palabra, de día de noche, para enseñarla, sin desviarse a los extremismos y poder ser puesta en práctica en todo el quehacer cotidiano. Josué fue fiel y cumplió con lo que el Señor le encargó, de ahí que fue bendecido, no solo él, sino su familia y el pueblo. La Biblia nos llama a reflexionar sobre este asunto. El Señor siempre llama a una vida ordenada y disciplinada, tanto en los asuntos propios, como en los asuntos con Dios. Es por eso, que en la mayoría de veces, al no tener en cuenta este mandato, no se realiza bien la Misión y como consecuencia, no se recibe las bendiciones de Dios. Esta falta de disciplina en las cosas de Dios es un mal generalizado entre muchas personas y creyentes. Oramos, nos esforzamos, ayunamos, nos retiramos a lugares solitarios, pero no pasa nada, es decir, no recibimos las bendiciones de Dios. ¿A qué se debe? Josué fue exhortado por Dios a cumplir con este mandato, pero debía esforzarse y ser valiente, no tener miedo, porque el Señor estaría con él. Y así fue.

 

El otro mandato de Dios en el cumplimiento de la Misión, tiene que ver con el encargo que el Señor Jesús les da a sus primeros discípulos. Ellos deben ir a todas las naciones a predicar la palabra de Dios y hacer discípulos, bautizándolos en el nombre de la Trinidad, luego deben enseñar correctamente todo lo que el Señor ha mandado. No deben tener miedo, ya que el Señor estará con ellos, todos los días, hasta el fin del mundo. Este mandato tiene una similitud con el primero, dado a Josué, ya que en primer lugar el mandato tiene que ver con anunciar la palabra de Dios a toda criatura y hacerlos seguidores, ser pueblo de Dios. La nueva señal de pertenencia como pueblo de Dios, es el bautismo. La circuncisión fue dada para el pueblo de Israel como el antiguo pueblo de Dios, ahora ya no. La tarea de los discípulos de Jesús es enseñar correctamente todo lo que el Señor ha enseñado durante su ministerio terrenal. El cumplimiento de la Misión conlleva la puesta en práctica de toda la palabra de Dios, sin extremismos. La bendición en este mandato es que el mismo Señor estará presente todos los días, los cuidará y les proveerá todo lo necesario, desde ahora hasta el fin del mundo. Al igual que Josué, esto implica un nivel de disciplina, esfuerzo y valentía. La tarea no es fácil, se tendrá que vencer muchas dificultades, en especial los ataques de Satanás. Esa es nuestra tarea hoy.

 

Si queremos cumplir con la Misión, hoy en día, debemos tener en cuenta estos dos mandatos milenarios del Señor, que a pesar del tiempo siguen siendo vigentes y conllevan bendición para siempre. Como Iglesia del Señor, no debemos olvidar lo que el Señor nos ha encargado, como sus discípulos, en medio de un mundo cada vez más incrédulo. Que el Señor de la Iglesia nos acompañe y nos siga bendiciendo en el cumplimiento de la Misión. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

                                 


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