ATRAVESANDO EL VALLE DE AFLICCIONES
(Salmo 34:19)
Esta cita bíblica nos dice que muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová; esto implica que los creyentes no estamos exentos de pasar por diversas situaciones de angustia, de dolor, de enfermedad, de pobreza, de miedo, de duda, es decir, por momentos de aflicciones. Si bien es cierto, que cuando nos convertimos al Señor, vinimos a Él con nuestras angustias, dolores, enfermedades, pobreza, miedos, dudas, a todo eso que le llamamos aflicciones, de pronto desaparecieron y empezamos a vivir una vida nueva y en abundancia. Nos sentíamos vivir en un paraíso. Esta experiencia es muy cierta. Cada quien puede dar testimonio personal de lo que estamos hablando. Nuestra fe en Jesucristo nos sacó del valle de las tinieblas para vivir en Su luz admirable. Sin embargo, algo que solemos olvidar, es que la Biblia nos dice que hay momentos de pruebas, de aflicciones, en nuestro caminar por la ruta de la santidad. Hay muchos ejemplos de personajes bíblicos que pasaron por diversas pruebas, tal el caso de Job. Jamás fueron abandonados, porque el Señor acudió a su pronto auxilio. El apóstol Santiago nos exhorta a estar gozosos cuando estemos en diversas aflicciones (Santiago 1:2).
Ahora bien, no ha pasado un buen tiempo de vivir en ese nuestro paraíso, cuando de pronto, se nos viene una serie de pruebas, situaciones que nos llenan de angustia, de dolor, aparecen las enfermedades, surgen problemas económicos, y todo eso nos genera miedo, duda. Es como si Dios se hubiese apartado de nosotros y quedamos a la deriva, en manos de Satanás. Pensamos, que de repente, algún pecado o error es el origen de estas aflicciones, y entonces, le reclamamos al Señor el por qué nos pasa todo eso. Empezamos a atravesar el valle de aflicciones y descubrimos que nuestra fe se ha debilitado, que ya no es tan fuerte como al comienzo de nuestra conversión. Las aflicciones empiezan a carcomer nuestra mente, nuestro espíritu, nuestra alegría, nuestra esperanza, y nuestra salud. No sabemos discernir si son pruebas del Señor o tentaciones del diablo. Nuestra travesía es dolorosa y triste. Alzamos nuestras manos al cielo para implorar auxilio y sentimos un silencio de Dios. Es por eso, que muchas personas al pasar por el valle de aflicciones, deciden renegar y rechazar a Dios, como señal de protesta, volviéndose otra vez al mundo de las tinieblas. Otros, se quedan en la mera lamentación, encerrándose en sus aflicciones; otros, más audaces, recurren al suicidio. ¡Cuánto de eso nos ha tocado vivir, también, a nosotros, creyentes y siervos del Señor! Muchas veces Satanás ha utilizado nuestras aflicciones para tentarnos a rechazar a nuestro Dios. Esta es una experiencia difícil en nuestro caminar por la ruta de la santidad, al encontrarnos en medio del valle de aflicciones.
Pero, gracias a la misericordia de Dios, no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias, ya que nuevas son cada mañana, grande es su fidelidad. Bueno es esperar en silencio la salvación de Dios (Cf. Lamentaciones 3:22-23.26). Esta afirmación bíblica nos da fuerzas para confiar en las promesas de nuestro Señor, que nos ha de librar de toda aflicción (Cf. Isaías 41:9-12; 43:2). En medio de la travesía, escuchamos la voz de Dios, sentimos la presencia del Espíritu Santo que nos anima a tener fe en Dios, a resistir la prueba y no desmayar. Poco a poco, experimentamos que cada situación adversa que nos genera aflicción va desapareciendo y empezamos a recibir las bendiciones del Señor, cual rocío al amanecer. Comenzamos a tener paz en nuestro ser, nuestro espíritu se regocija y salta de alegría al comprobar que las misericordias de Dios son eternas, ayer, hoy, y por siempre. ¿Quién no ha pasado por el valle de aflicciones? En todo momento podemos afirmar, que nunca el Señor nos ha abandonado, siempre Él ha escuchado nuestro clamor y ha extendido su mano misericordiosa y nos ha sacado del pozo de la desesperación para darnos la alegría de su salvación (Salmo 40:1-3). ¡Cuántas bendiciones recibidas de Dios en medio del valle de aflicciones! Son tantas las maravillas recibidas de Dios, que ya no es posible contarlas, dado que no alcanzaría el tiempo para hacerlo (Salmo 40:5). Por la gracia de Dios podemos dar testimonio de Su amor para con nosotros en todo momento, en tiempos de gozo y de alegría, como en tiempos de aflicciones.
Esta reflexión es parte de mi testimonio personal acerca del caminar por la ruta de la santidad. Como Pablo puedo decir: "Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Filipenses 4:12-13.19). Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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