MURIENDO EN VIDA
(Romanos 6:23)
Al leer esta cita bíblica, uno se encuentra con dos verdades: la muerte y la vida. Dos realidades ineludibles del ser humano. La afirmación del apóstol Pablo que la paga del pecado es muerte, refuerza la idea de que el pecado, cualquiera que sea, genera muerte, ya sea física, espiritual o existencial. Nunca el pecado, es decir, la maldad, la ofensa, la desobediencia a Dios, la trasgresión de su Palabra, ha generado felicidad o alegría en las personas que lo practican. Antes bien, genera dolor, tristeza, sufrimiento, culpa, muerte física, muerte espiritual y muerte existencial. Hay personas que por consecuencia de su pecado mueren físicamente, ya sea por una enfermedad, víctima de un atentado o un suicidio. Nunca tuvieron la oportunidad de arrepentirse y lograr el perdón de Dios y liberarse de las consecuencias del pecado. Esto es, muerte física, la cual es irreparable. Pero, existe otro tipo de muerte, que, si bien no es física, es espiritual o existencial. Esta muerte se da en la esencia del ser. Este tipo de muerte es la que mayormente se da en nuestra actual generación. Vemos personas con muy buena salud, con recursos económicos sobreabundantes, con poder absoluto en sus manos; sin embargo, a pesar de todo ello, no tienen alegría, gozo, esperanza, felicidad. No gozan de vida en plenitud. Tienen un hálito de vida, pero están muriendo en vida, mueren consumidos por la tristeza, el dolor, la desesperanza, el miedo, la soledad, la incredulidad. Este tipo de personas, pululan por nuestras calles, se tropiezan con nosotros, no saben a dónde ir, no hay quien les oriente. Este es el cumplimiento de las palabras de Pablo.
Si uno hace un examen de nuestra vida, también podemos descubrir que esta situación nos puede suceder. Cuando caemos en pecado, sentimos que nuestra alegría, nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro ser se muere. El pecado genera culpa, dolor, tristeza, desolación, llanto, desesperación y hasta nos puede llevar al suicidio. En la Biblia encontramos muchos ejemplos. El Salmo 51 de David, nos describe la situación de la consecuencia del pecado. El caso de Judas, que le llevó al suicidio después de traicionar a Jesús (Mateo 27:3-5). Podremos tener vida, riquezas, poder, pero si vivimos en pecado, no tendremos la plenitud de la vida. No habrá alegría, gozo, paz, esperanza, fe, amor y salud plena. El pecado, siempre nos lleva a seguir pecando y de esa manera nuestra existencia se va degradando, hasta el punto de dejar de existir. Para superar esta crisis existencial, hay una salida que la Biblia nos da. El apóstol Pablo lo reafirma: "Mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro"
Como se podrá apreciar, la Biblia nos da una salida para superar la crisis existencial. Las consecuencias del pecado se pueden evitar, por medio del arrepentimiento. El apóstol Pablo en su segunda parte de su cita textual, reafirma que: "Mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" Gracias a Dios, nos da una nueva oportunidad para cambiar de actitud y salir del pecado. Solo el arrepentimiento, puede generar Su perdón y librarnos de la muerte, para darnos una vida en plenitud. Él, por su amor a nosotros, envió a su Hijo Jesucristo, para salvarnos, muriendo en la cruz por nuestros pecados. Ahora su sangre, nos redime de toda culpa y muerte. La Escritura nos dice que: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él" (Juan 3:16-17). Esta dádiva de Dios, nos permite aferrarnos a Su misericordia y pedir Su perdón. Como consecuencia del arrepentimiento, recibiremos la vida eterna. Empezamos a vivir una nueva vida en Cristo Jesús. Ya no estaremos muriendo en vida, sino viviendo la vida plena, aún en medio de las adversidades. De esto podemos encontrar muchos testimonios, en especial el nuestro.
Demos gracias a Dios, que, por Su amor y Su misericordia, fuimos rescatados del pecado, para llevarnos a vivir una vida en plenitud, es decir, una vida de calidad. Que el Señor nos permita dar testimonio de Su amor. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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