NAVIDAD, TIEMPO DE ESPERANZA
(Isaías 9:1-7)
La Navidad es un acontecimiento lleno de esperanza, de gozo y de alegría. Es la gran expectativa generada por Dios a su pueblo, por medio de sus profetas, en tiempos difíciles y de crisis moral, espiritual y política.
Los profetas del Señor siempre han sido los mensajeros de esperanza y de alegría. Ellos supieron animar al pueblo cuando todo parecía que estaba perdido y que Dios los había abandonado. En aquellos tiempos, así como los nuestros, la situación religiosa, económica y política era desesperante y angustiosa; el pueblo vivía en condiciones infrahumanas, de dolor, de frustraciones, de crisis moral, abuso de las autoridades y por último, en pobreza. Es en esas circunstancias que el Mesías es anunciado por los mensajeros del Señor, proclamando con gran gozo y alegría al Ungido del Señor, Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz, quien vendrá al mundo a traer paz y salvación.
Ha pasado mucho tiempo desde que fue anunciado el Salvador, muchos en su tiempo dudaron o simplemente no creyeron en las profecías. Después de miles de años podemos comprobar que dichas profecías se han cumplido. El Mesías prometido nació y vivió entre nosotros para traernos salvación. El Señor cumplió Su palabra, no le falló ni abandonó a su pueblo, Él es siempre fiel. ¡Esa es nuestra gran esperanza!
Hoy en día la Navidad es una celebración religiosa más, se ha hecho costumbre celebrarla, sin entender su verdadero significado. Los comerciantes se han aprovechado de esta festividad cristiana para hacer el gran negocio del año. Es increíble que hasta los no creyentes en Jesús se han dedicado a sacar grandes utilidades a costa de Su nombre. Pero bien sabemos los cristianos verdaderos que ese no es el real propósito de celebrar la Navidad. La Navidad es recordar y celebrar que Jesús, el Hijo de Dios, vino para estar con nosotros y dar su vida para salvarnos, sólo por amor.
Nosotros también somos los profetas del Señor en estos tiempos de hoy, por lo tanto, debemos anunciar que el Emmanuel sigue con nosotros, que nos llama a seguirle, que nos invita a compartir nuestro amor con el que sufre, con el que llora y gime de dolor, con el que está perdido y abandonado, con el que no tiene ninguna posibilidad de esperanza. Debemos proclamar todos los días que nuestra esperanza está en el Señor Jesucristo y en nadie más. Que esa esperanza surge desde nuestra fe en Dios todopoderoso y se nutre en la experiencia cotidiana con él y con nuestro prójimo.
En esta Navidad, todos los cristianos debemos hacer realidad esta esperanza, compartiéndola con los demás, anunciando que todos los días nace el Señor Jesús en cada corazón que se arrepiente de sus pecados y le sigue. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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