EL PERDÓN A MEDIAS
(Lucas 11:4; Mateo 18:23-35)
En esta reflexión quiero demostrar que no existe un perdón absoluto por parte del ser humano, éste siempre es un perdón relativo, a medias y condicionado. El único perdón absoluto es el que Dios nos concede, por su infinita misericordia. Pero, ¿qué es perdonar? Perdonar significa disculpar a alguien que nos ha ofendido o no tener en cuenta su falta. En la Biblia, el perdón tiene el significado de “dejar pasar”, como cuando una persona deja de exigir que se le pague una deuda. Ahora bien, Jesús usó esta comparación al enseñar a sus discípulos a orar: “Perdónanos nuestros pecados, porque nosotros mismos también perdonamos a todo el que nos debe” (Lucas 11:4). De igual manera, en la parábola del siervo que no mostró misericordia, que no perdonó la deuda del consiervo, Jesús mostró que hay un perdón que es a medias, es relativo, no como el que rey otorgó (Mateo 18:23-25).
Partiendo de esas dos afirmaciones, podemos decir que toda la Escritura nos dice que Dios perdona de una manera absoluta. Dios está “listo para perdonar” y que “él perdonará en gran manera” (Nehemías 9:17; Salmo 86:5; Isaías 55:7; 1 Juan 1:9). Cuando Él perdona, lo hace por completo. Las Escrituras dicen que nuestros pecados son borrados (Hechos 3:19). No debemos olvidar que, Dios perdona para siempre, pues Él dice: “No me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34; Hebreos 10:17). Dios cuando perdona nuestros pecados no nos los vuelve a echar en cara para acusarnos ni castigarnos una y otra vez. Dios no es como nosotros, que perdonamos a medias o con condiciones. Si decimos que perdonamos y guardamos resentimiento e insistimos en pedir una compensación por el daño que nos han hecho o por la pérdida que hayamos podido sufrir, no es un perdón sincero; más aún, si decimos: "perdono, pero nunca olvido" La Escritura enseña que el perdón se basa en el amor sincero, ya que el amor “no lleva cuenta del daño” (1 Corintios 13:4-5).
A lo largo de nuestra existencia, podemos dar testimonio de cuántas veces Dios nos ha perdonado y nos ha dado la alegría de vivir una vida sin remordimientos ni temores. No tenemos de que avergonzarnos. Él nos perdona, pero nos pide que no volvamos caer en el pecado. Lamentablemente, existen muchas malas experiencias acerca del perdón de las personas. Existen personas que dicen perdonar, pero no están dispuestas a dejar de lado el rencor, la venganza, el odio, el repetir constantemente la falta. Se la pasan torturando a sus víctimas, día y noche, mes tras mes, año tras año. No hay piedad ni misericordia en sus corazones. Incluso, dentro de esas personas, hay cristianos y cristianas que tienen las mismas actitudes. El amor de Dios no pasa por sus corazones. Son como el consiervo malo, que siendo perdonada su deuda por el rey, él no es capaz de perdonar la deuda de su prójimo. Entonces, surge una pregunta: si Dios nos perdona por completo y nuestro prójimo, no, ¿cómo queda el perdón de Dios? Sin duda que este perdón es un perdón a medias, no es un perdón completo. En esas condiciones, no podemos ser felices, ni podemos gozar del perdón de Dios en plenitud. Tiene que haber un equilibrio en la restauración: el perdón de Dios y el perdón del prójimo. No podemos tener el perdón de Dios y vivir siempre acosados por aquellos que nos señalan con su dedo acusador. Un ejemplo, que podemos obtener de la Escritura, lo constituye la persona de José, que siendo vendido por sus hermanos a mercaderes, él los perdonó y se reconcilió con sus hermanos en el amor de Dios (Génesis 42:21-24).
Tengamos siempre en cuenta que Dios nos perdona y nos restaura para vivir una vida plena, Él nunca traerá a la mente los pecados perdonados. Lamentablemente, vivimos en un mundo que no sabe perdonar, que es hipócrita, que quiere ser perdonado, pero que es incapaz de perdonar. Como cristianos debemos dar testimonio del amor de Dios y de su perdón. No debemos seguir la costumbre de este mundo, sino las enseñanzas que Jesús nos enseñó acerca del amor y del perdón. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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