LA FE ILUSORIA ANTE LA FE VERDADERA
(Hechos 2:42-47; 4:32-37; Mateo 9:20-22)
Durante muchos siglos se viene hablando acerca de la fe en Dios, tanto las Escrituras como la historia, nos dan cuenta de un Dios Todopoderoso que está siempre con los que creen en él y los protege de toda adversidad, sea ésta espiritual, económica, social, cultural política o existencial. Esta fe, es una fe verdadera, de la cual tenemos muchos testimonios. Pero, bien sabemos, existe otro tipo de fe que es ilusoria, que está basada en la creencia de un Dios Todopoderoso, pero es una creencia pasajera, del momento, que se acude a Dios para resolver alguna necesidad. Cuando esta necesidad no es satisfecha en su momento, se pierde la fe y la esperanza de ser resuelta. Pasa el tiempo y nunca llega la respuesta divina. Hoy mucha gente cree en Dios, pero no vive una vida en santidad, se tiene a Dios como un conocimiento o un ideal. ¿Por qué existe tanta maldad? ¿Por qué existe tanta pobreza? ¿Por qué se generan las guerras entre pueblos? ¿Por qué la corrupción es una plaga por doquier? ¿Por qué existe gente con gran riqueza y otros sumidos en la miseria? ¿Por qué tanta gente bautizada en la fe cristiana y viven en tinieblas en el mundo? Preguntas que surgen de lo profundo de la vivencia de fe en un Dios Todopoderoso. ¿Hasta dónde la fe ilusoria es válida? ¿Será todo esto culpa de ese Dios Todopoderoso? ¿Qué rol juega el pueblo de Dios en todo esto? En el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento este asunto no estuvo fuera de su competencia. La Iglesia en sus comienzos, tomó en serio este tema, pero a lo largo de su caminar lo dejó de lado. Quisiera tomar dos ejemplos de cómo la fe verdadera se plasma en una realidad concreta, personal o social.
Un ejemplo, es la vivencia de la comunidad de creyentes del primer siglo de nuestra era cristiana:
"Y eran fieles en conservar la enseñanza de los apóstoles, en compartir lo que tenían, en reunirse para partir el pan y en la oración. Todos estaban asombrados a causa de los muchos milagros y señales que Dios hacía por medio de los apóstoles. Todos los creyentes estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; vendían sus propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno. Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y eran estimados por todos; y cada día el Señor hacía crecer la comunidad con el número de los que él iba llamando a la salvación" (Hech. 2:42-27).
"Todos los creyentes, que eran muchos, pensaban y sentían de la misma manera. Ninguno decía que sus cosas fueran solamente suyas, sino que eran de todos. Los apóstoles seguían dando un poderoso testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y Dios los bendecía mucho a todos. No había entre ellos ningún necesitado, porque quienes tenían terrenos o casas, los vendían, y el dinero lo ponían a disposición de los apóstoles, para repartirlo entre todos según las necesidades de cada uno. Tal fue el caso de un levita llamado José, natural de la isla de Chipre, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé, (que significa: "Hijo de consolación"). Este hombre tenía un terreno, y lo vendió y puso el dinero a disposición de los apóstoles" (Hech. 4:32-37).
Aquí podemos constatar que una comunidad de creyentes tenía su fe puesta en un Dios Todopoderoso, vivían una vida en santidad y en solidaridad. Nada les faltaba. Dios estaba cada día con ellos. Esta fe era una fe verdadera. En pocas palabras, podemos decir que esta era una comunidad bendecida por Dios.
Otro ejemplo, es la experiencia de una mujer que por doce años estaba esperando ser sanada de su enfermedad.
"Entonces una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con derrames de sangre, se acercó a Jesús por detrás y le tocó el borde de la capa. Porque pensaba: "Tan solo con que llegue a tocar su capa, quedaré sana." Pero Jesús se dio la vuelta, vio a la mujer y le dijo: – Ánimo, hija, por tu fe has sido sanada. Y desde aquel mismo momento quedó sana" (Mat. 9:20-22).
Seguramente, esta mujer era una mujer de fe, creía en un Dios Todopoderoso, habría pedido por mucho tiempo a Dios por su sanidad, pero su situación seguía igual. Su fe se había convertido en una fe ilusoria. En su mente estaba que algún día sería sanada. Que de repente Dios la sanaría. Pero, no tenía la certeza de su curación. De pronto, se encontró con Jesús, el Hijo de Dios, que tenía autoridad sobre el pecado y la enfermedad. Ella se atrevió a dar un paso en su fe. Dejó su fe ilusoria por una fe verdadera. Y así fue, se sanó completamente. Cuántas personas, hoy en día, viven en esta condición. Creen en un Dios Todopoderoso, pero no gozan del favor de Dios.
De todo lo dicho hasta aquí, podemos concluir: de qué vale decir que creemos en un Dios Todopoderoso y que nuestra fe está puesta en él, si a nuestro alrededor la gente se muere de hambre por no tener comida, si la gente enferma se muere al no tener los medicamentos necesarios, si mucha gente vive en opresión, porque no se respetan sus derechos elementales, si hay gente que se hunde en la soledad, al no haber nadie que los acompañe. En esas condiciones, la fe es una fe ilusoria, vacía, aunque vayamos a los templos a orar y haya cursos sobre discipulado. Recordemos que la Iglesia fue establecida por Jesús para proclamar su Palabra, dar a conocer las enseñanzas de los apóstoles, compartir lo que se tiene, reunirse para partir el pan y estar en plena oración, tal como era la práctica de la primera comunidad cristiana. ¿En qué está la Iglesia hoy en día? Que el Señor nos permita vivir una vida de fe certera y en santidad. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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