MASACRE EN EL NOMBRE DE DIOS
(Juan 10:1-15)
Un día como hoy, doce de octubre de 1492, llegaron de España, un grupo de navegantes, soldados y sacerdotes, liderados por Cristóbal Colón, a nuestras tierras, considerando que habían descubierto nuevas rutas marítimas para el comercio de Europa a la India. Al encontrarse cara a cara con los habitantes nativos, descubrieron que vivían en idolatría y que poseían grandes riquezas. Es ahí que surge el pretexto de evangelizar a los nativos de las tierras del continente descubierto. Los reyes católicos fueron convencidos de este falso propósito y apoyaron esta empresa conquistadora. Es decir, la empresa tendría el propósito explícito de llevar la palabra de Dios a los habitantes nativos. Pero, tal propósito era un mero pretexto oculto, para masacrar, violar, robar, saquear y matar a la población nativa. Ejemplo de ello lo representan Hernán Cortés, Francisco Pizarro y otros. Toda una población masacrada en el nombre de Dios. Su pecado era vivir en idolatría, en sacrificios de personas a falsos dioses y en abundante riqueza. El nombre de Dios, una vez más, es tomado para cometer una masacre. La historia tiene muchos ejemplos de ello.
La iglesia Católica, a través de sus sacerdotes, frailes y obispos, se hizo cómplice de tal masacre, al no levantar su voz de protesta ante tales abusos. Sólo un obispo católico, Bartolomé de las Casas, levantó su voz de protesta e inició la defensa de los indígenas del continente. Por el contrario, la iglesia Católica se benefició de los saqueos y robos, al recibir tierras, riquezas y esclavos indígenas para su servicio. En ningún momento el mandato de Jesús de hacer discípulos se ponía en práctica. Más bien, las palabras de Jesús sobre los falsos pastores se hacían realidad en nuestro continente y en otros descubiertos. Basta recorrer las ruinas que han quedado de las culturas indígenas saqueadas para comprobar la magnitud de la masacre, hecha sin piedad y sin el amor de Dios. No queda duda, que muy pocos eran conscientes de tal barbarie, pero lo lamentable es que prefirieron quedarse callados o inertes, por temor al miedo impuesto con las armas. Es lamentable que este acontecimiento, se celebre con mucha pompa, para decir que este acontecimiento permitió el acceso a una nueva cultura, a la evangelización del continente y al desarrollo de los indígenas. Una vez más, la religión cristiana sirve para justificar las masacres cometidas por los bárbaros españoles, portugueses y otros. Todos ellos se enriquecieron con el sufrimiento y el aniquilamiento de todo un pueblo.
Hoy en día, también se repite la historia de las masacres. La religión cristiana es utilizada para invadir pueblos, destruir culturas, saquear económicamente a los feligreses, alienarlos de su realidad. Muchos predicadores de iglesias, siguen llegando a nuestro continente y a otros, con la palabra de Dios, con el propósito de evangelizar a la población. Sin embargo, algunos de ellos, al igual que los antiguos conquistadores, han quitado tierras a sus pobladores; con la difusión de la teología de la prosperidad se han enriquecido a costas de los feligreses; viajan en lujosos autos, yates y aviones. Viven en grandes propiedades, tienen cuentas bancarias en el exterior, no son capaces de vivir con la feligresía. Son los falsos pastores que Jesús advirtió que vendrían a Su rebaño, con el propósito de robar, saquear y engañar. Pero a pesar de esta triste realidad, existen muchos pastores y pastoras que dan su vida por el Señor, llevando Su palabra a lo largo y ancho del mundo. Son capaces de sufrir torturas, violaciones y muerte por predicar el Evangelio de Jesús. Damos gracias a Dios por ellos y por ellas.
De ahí que, como cristianos debemos recordar todos los doce de octubre como el día de la masacre en el nombre de Dios. No seamos cómplices al celebrar como los poderosos quieren que celebremos. Denunciemos esta masacre para proclamar que el propósito de Dios, es la vida en abundancia. Que Jesucristo murió en una cruz para darnos la salvación y la vida en plenitud. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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