VOLANDO MÁS ALLÁ DE LA REALIDAD
(Salmo 42)
Leyendo el salmo 42, y teniendo como fondo una música clásica, vino a mi ser, una sensación de volar por el espacio, en busca de Dios. Era como un anhelo de mí alma de ir en busca de Dios, como si mi alma estuviera sedienta de Él, del Dios vivo, del Dios real. Era un querer estar con Dios, ver su faz. Esta experiencia era como si mí alma se escapara, por un momento, de mi ser, para viajar por el espacio sideral e ir en busca de Dios, quien habita en el universo. En ese viaje, cruzaba los continentes, traspasaba la estratosfera y pasaba por las estrellas y las galaxias. Era todo un éxtasis. Lo curioso del caso, es que, en ese momento, estaba pasando momentos difíciles, mis lágrimas eran día y noche, tenía muchas preocupaciones, dolor en mi cuerpo, muchas preguntas sobre la existencia de Dios. En ese momento, en pleno viaje sideral, sentía en mí, una paz y una seguridad de la presencia de Dios. En esa situación, de lo profundo de mi ser, surgía la pregunta: ¿Por qué te abates, alma mía? ¿Por qué te turbas contra mí? La respuesta venía a mí: Espera en Dios, que aún le alabaré; es la salvación de mi faz y mi Dios. Así, abatida mi alma, iba en busca de Dios, por el espacio infinito.
Esta experiencia, me llevó a reflexionar, que muchas veces la relación con Dios pasa por experiencias trascendentales y existenciales, más allá de la realidad existente. Tal es el caso, la fe, las visiones, las profecías, los milagros, el escuchar la voz de Dios, el viajar por el cielo en un carro de fuego, las revelaciones, la acción de los ángeles en auxilio de los siervos de Dios, las apariciones de Dios a personas, la acción del Espíritu Santo, el viajar al tercer cielo, etc., etc., etc. Todos esos acontecimientos, son experiencias que suceden más allá de una realidad concreta, es algo trascendente y existencial. La Biblia nos da cuenta de estos hechos sobrenaturales, que suceden en medio de una realidad concreta, en especial, en medio del sufrimiento, de la angustia, del dolor, de la opresión, de la enfermedad, de la injusticia, y de la maldad de las personas. Como podemos apreciar, la intervención de Dios se da en una dimensión trascendente y existencial. Es en esa intervención, cuando nuestra alma consigue la seguridad de la existencia del Dios vivo, que viene viajando desde su trono, que está en el espacio, hacia nosotros, para salvarnos y darnos su paz. Entonces, una vez más podemos decir: ¿Por qué te abates, alma mía? ¿Por qué te turbas contra mí? Espera en Dios, que aún le alabaré. Él es la salvación de mi rostro, y mi Dios.
Muy pocas veces, tenemos la experiencia de sentir la sensación de que nuestra alma viaje en busca de Dios, a través del espacio sideral. Confundimos esta experiencia como algo anormal, que de pronto estamos alucinando, que tenemos problemas psicológicos, o que se trata de un viaje astral. La Biblia tiene muchos relatos al respecto. De pronto, Dios se apareció a un siervo o sierva para comunicarle su voluntad; de pronto, el clamor y las lamentaciones del pueblo llegaron a Dios, y él respondió; de pronto, las aguas del mar se abrieron para dar paso al pueblo; de pronto, las murallas se caen al sonar de las trompetas; de pronto, en medio del fuego, Dios rescata a sus siervos; de pronto, muchos milagros se dan en favor de personas enfermas o en crisis; de pronto, Dios castiga a quienes hacen daño a Su pueblo; de pronto, la tristeza, el dolor y el lamento, se transforman en gozo y alegría, por la intervención de Dios; de pronto, Dios envió a su Hijo Jesús para nuestra salvación. Todo esto, son señales trascendentes de una acción de Dios en medio de una realidad concreta. Cuando, por fe, clamamos a Dios, de alguna manera, es viajar por el espacio en busca de Él para que escuche nuestra oración. Y cuando Dios responde a nuestro clamor, de alguna manera, Él ha viajado a través del espacio, para venir a nosotros, en nuestro pronto auxilio. La oración, es un medio de comunicación trascendental, entre el creyente y Dios. Finalmente, el Señor Jesucristo nos dice que Él está preparando una morada en los cielos (Juan 14:2). Hacia allá viajaremos cuando seamos llamados a la presencia del Señor.
Estemos siempre listos para experimentar una experiencia trascendental con respecto a nuestra fe en Dios. Si estamos muy ocupados, si no tenemos tiempo para orar a solas con el Señor, si no estamos dispuestos a hacer una pausa en nuestra vida para escuchar la voz de Dios, nunca podremos tener esta experiencia. Menos, sentiremos el anhelo de nuestra alma de ir en busca de Dios, como si nuestra alma estuviera sedienta de Él; ni el querer ver la faz del Dios vivo, del Dios real. Pero, el dar lugar a esta experiencia, será como si nuestra alma se escapara por un momento de nuestro ser, para viajar por el espacio sideral e ir en busca de Dios, quien habita en el universo, para tener un encuentro personal con Él. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
Copyright © 2019 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero. Todos los derechos reservados.