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LA MAYORDOMÍA CRISTIANA

 

(Proverbios 3:9-10)

 

Hablar de la mayordomía, es hablar de economía y administración. Ya el mundo secular trata este asunto en sus diversas disciplinas. Es muy común oír hablar del mayordomo de una hacienda, de una casa, de un negocio, etc. En la Biblia encontramos una infinidad de textos bíblicos que nos hablan de lo mismo, pero con una connotación diferente. Desde el inicio de la Creación, Dios le encarga a Adán y Eva ser sus mayordomos o administradores de todo lo creado, sin ninguna restricción (Génesis 1:27-30). De ahí que la Mayordomía Cristiana es el reconocimiento de que todo es de Dios; de que Él ha puesto todas las cosas en nuestras manos, y que nosotros, somos responsables en administrar aquello. En realidad, nada es nuestro; todo pertenece a Dios. Él es el Creador y el Sustentador de todo. Él debe, pues, ocupar el centro en todo. El principio de la mayordomía significa que: todo lo que soy, todo cuanto tengo y todo cuanto puedo, es porque Dios me lo está dando y es para compartir con el prójimo necesitado.

 

Él mayordomo cristiano, es un administrador de Dios, por tal motivo, es importante considerar la administración del tiempo, de los talentos, de la Creación y del dinero, como dones confiados por Dios para nuestro cuidado y para el servicio de los demás. En Proverbios 3:9-10, se nos dice que "Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto." El resultado de una buena mayordomía es la prosperidad. Este aspecto es válido para nuestra vida personal, familiar, comercial y eclesial. En la medida que somos conscientes de que todo proviene de Dios y nos da lo necesario, debemos honrarlo con nuestros bienes como una manera de darle gracias, pero también ser conscientes que Dios nos da para compartir con los necesitados. No solo es para nosotros las bendiciones que Dios nos da, es también para ayudar a nuestro prójimo. A este gesto, lo llamaremos mayordomía cristiana integral. 

 

El apóstol Pablo, en su carta a los filipenses, escribía dando gracias a la iglesia por su apoyo: "En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación. Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén." (Filipenses 4:10-20). Pablo, sabía que en todo su ministerio, él no estaba solo ni desamparado, Dios le proveía lo necesario para subsistir. El hacer carpas, ya era un don y una bendición de Dios.

 

Es por eso, que es necesario enseñar a nuestros niños, jóvenes y mayores, sobre la importancia de la mayordomía cristiana. En los hogares, escuelas e iglesias, se debe orientar el buen uso de los recursos, talentos, dones y bienes, que el Señor provee. Hoy en día, muchos de los problemas que conlleva las relaciones entre la pobreza y la riqueza, es por la falta de orientación y comprensión acerca de la mayordomía cristiana. En la medida que este tema sea abordado desde la perspectiva bíblica, muchos de los problemas sobre el mal uso de los recursos naturales, económicos y financieros, serán solucionados y entonces podremos gozar, de la verdadera prosperidad que Dios nos otorga. De ahí que, John Wesley se preocupó en orientar y preparar a sus seguidores acerca de la mayordomía, del buen uso de los recursos y del dinero. Existen cuatro sermones significativos con respecto a la riqueza: “El peligro de las riquezas”, “Sobre las riquezas”, “El peligro de la acumulación de riquezas”, “El uso del dinero” Por otro lado, consideraba que la riqueza era un obstáculo en el camino a la santidad, ya que ésta, desalienta nuestro amor a Dios y promueve el amor a las posesiones, llevándonos a la idolatría. No hay compatibilidad entre el amor a la riqueza y el amor a Dios. Advierte que como consecuencia de este amor a la riqueza también se desalienta el amor hacia el prójimo, llevándonos a su explotación y esclavitud. De ahí que para practicar la verdadera santidad es necesario dejar de acumular riquezas y para ello da tres consejos sabios:

 

a) “Gana todo cuanto puedas”, hay que ganar el dinero con trabajo honesto, sin perjudicar nuestras mentes y cuerpos por el trabajo excesivo y sin explotar a nuestro prójimo.

b) “Ahorra todo cuanto puedas”, debemos practicar la mayordomía y vivir con sencillez, sin practicar el derroche de los dones de Dios.

c) “Da todo cuanto puedas”, se debe proveer lo esencial para uno mismo y la familia: alimento, vestido, vivienda, salud y cualquier otra cosa básica. Cuando este aspecto se ha logrado, cualquier cosa que sobre debe darse a los pobres, tanto en la iglesia como en el resto del mundo. Nada debe acumularse. El compartir con los necesitados es una muestra que estamos dando todo a Dios.

Wesley no sólo exhortó a los metodistas a practicar el dar a los necesitados, sino que él mismo trabajó para aliviar el sufrimiento de los pobres. Aumentó la autoestima de ellos, durmió con ellos, alquiló casas para viudas sin hogar y para sus niños, finalmente dio todo el dinero que tuvo entre sus manos. Los metodistas siguieron su ejemplo. Las sociedades y clases lograron recolectar dinero, alimentos y ropas para aliviar el dolor de la pobreza.

Finalmente, debemos precisar que, para el cristiano todo pertenece a Dios, nada está ajeno a Él. Incluso, la prosperidad o éxito, también están en sus manos. Es lo que comúnmente se dice: "Son las bendiciones de Dios" Que el Señor nos ayude a practicar una verdadera mayordomía de todo lo que Él nos da y saber ser responsables con aquellos que necesitan de nuestro apoyo. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

                                 


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