DE REGRESO A CASA
(1 Samuel 18:6)
El salir de casa para cumplir una misión o salir de ella por circunstancias adversas, siempre es una experiencia vivencial. No es fácil tomar la decisión de abandonar a la familia y el entorno que nos vio nacer. La tristeza, el dolor y la angustia, son señales del sufrimiento por la partida de algún ser querido. Esta experiencia se da muchas veces a nivel personal y en otros casos, a nivel de comunidad o pueblo. Hay situaciones que obligan a salir del lugar, ya sea en forma voluntaria, obligada o a la fuerza. En la Biblia encontramos muchos ejemplos. Uno de ellos, es la salida de Josué, sus hermanos y luego su padre Jacob a Egipto en busca de alimentos. Con el tiempo se quedaron a morar por más de cuatrocientos años, en condiciones de esclavitud. Ahora, el anhelo y la esperanza es volver a casa. La historia del éxodo de Israel nos da detalles de esa esperanza puesta en Dios para regresar a la tierra del Canaán.
En nuestras experiencias personales, también nosotros hemos pasado situaciones en las que hemos tenido que dejar nuestra casa, nuestra familia, en busca de nuevos horizontes. Hemos experimentado la tristeza, el dolor y la angustia de la partida. Salimos con la esperanza de volver pronto. No es fácil olvidar las palabras de bendición de nuestros padres, las lágrimas en sus rostros y los abrazos de despedida. En el camino, estos gestos nos acompañan y nos consuelan en el trayecto. Algo parecido les pasó a los hermanos de Josué en su camino a Egipto. Ya en el lugar, empezamos a realizar todo lo que nos hemos propuesto. De pronto todo nos va bien, en otros casos, las cosas no son como lo habíamos imaginado. Hay mucho que hacer y luchar por lograr los objetivos trazados. El recuerdo y las ganas de volver a casa pronto, nos anima a seguir adelante. La permanencia de los hebreos en Egipto no fue muy grata.
Cumplido el tiempo, es hora de regresar a casa, con la alegría de volver a ver a nuestros seres queridos y celebrar juntos el regreso. En el largo caminar de la vida, lo mejor que nos puede pasar, es volver a los lugares donde fuimos felices. El texto de Samuel nos dice que cuando volvían los guerreros, cuando David volvió de matar al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel cantando y danzando, para recibir al rey Saúl, con panderos, con cánticos de alegría y con instrumentos de música. Esta experiencia es la que uno siente cuando uno retorna a casa, luego de un buen tiempo. El tiempo pasado se borra de un momento a otro de nuestra mente. Nos imaginamos la alegría que causó al pueblo de Israel volver a la tierra de sus antepasados. Otra vez, la felicidad reina en nuestras vidas y debemos dar gracias a Dios por permitirnos regresar al lugar donde alguna vez fuimos felices.
Regresar a casa, siempre es una bendición de Dios. Después de haber cumplido un periplo existencial a lo largo de nuestra vida, luego de haber realizado los objetivos trazados y cumplido los sueños, sin duda, que es una alegría que debe celebrarse con júbilo. Decimos que es una bendición, porque hay muchas personas o pueblos que abandonan sus lugares de origen y nunca más retornan. El pueblo de Israel por casi cuatro siglos, no dejó de clamar a Dios y esperar su respuesta. Dios tarda, pero nunca olvida.
Que el Señor bendiga nuestro regreso a casa, desde nos encontremos, y sintamos la alegría del retorno. Oremos al Señor por aquellas personas o pueblos que no pueden retornar a sus lugares de origen. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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