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LA NUEVA ARMADURA DE DIOS

 

(Efesios 6:10-18)

 

El apóstol Pablo al final de su carta a los efesios, hace una recomendación a los hermanos en la fe, de fortalecerse en el Señor, y en el poder de su fuerza. Para lograr este propósito, solicita vestirse de la armadura de Dios, la cual permitirá estar firmes contra las asechanzas y los engaños del diablo. Recordando que no se tiene lucha contra sangre y carne, que la lucha es contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por lo tanto, hay que vestirse de la armadura de Dios, para poder resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. La lista de peligros es bastante larga, y hay que tener mucho cuidado con todos los poderes sobrenaturales que han de atacar en cualquier momento, queriendo destruir a los seguidores de Jesucristo. Pablo sabía que como cristianos, nos enfrentamos a una guerra espiritual intensa y debemos estar preparados para vencer. Ahora bien, esta armadura de Dios, sin duda alguna, es fuerte y poderosa.       

 

La descripción que Pablo hace acerca de los elementos que constituyen la armadura de Dios, tiene relación con la armadura del soldado romano de la época. Esta armadura la proporciona Dios al cristiano para luchar y vencer. En primer lugar, hace referencia al cinturón ancho de cuero que llevaba el soldado para protegerse, o bien al que llevaban los oficiales como señal de su rango. Este cinturón es la verdad y debe estar bien ceñido a la cintura. El cristiano debe conocer la verdad sobre quién es Jesús y vivir una vida íntegra. El diablo intentará engañarnos con sus mentiras para que dudemos de nuestra fe y caigamos. De ahí que, debemos permanecer firmes en la verdad de que somos hijos de Dios. Nada ni nadie nos arrebatará de su mano (Juan 10:28). La coraza de justicia, era una especie de chaleco de cuero o de metal que protegía la parte superior del cuerpo, los órganos vitales. De igual manera, debemos vestirnos con la justicia de Dios que tenemos por medio de Jesús (Romanos 5:1-3). Los calzados de los pies, eran botas, que el soldado romano usaba para hacer más firme su marcha y protegerse de los peligros o trampas que el enemigo solía colocar en el camino, para evitar que se avanzara. La meta del enemigo es impedir que el cristiano salga a proclamar el evangelio de la paz. En Cristo, nuestros pies están firmes y dispuestos para llevar el evangelio de la paz. El escudo de la fe, se refiere al escudo grande romano, cubierto de cuero o de una placa de metal, capaz de detener los dardos de fuego que arrojaba el enemigo. Con el escudo de la fe podemos apagar todos los dardos que nos dispara el maligno. Hay que estar atentos, ya que el ataque del diablo puede venir de cualquier lugar; de ahí, la importancia de estar alertas para colocar el escudo en el lugar preciso y protegernos. El casco de la salvación, hace referencia al yelmo romano que era de cuero, o a veces, de bronce u otro metal. El casco protege la cabeza. Es por eso, que nuestra mente debe estar llena de la certeza de nuestra salvación. No debemos permitir que el diablo ponga en nuestras mentes dudas sobre nuestra salvación. Somos salvos por la fe en Cristo (Gálatas 3) y nadie nos puede arrebatar esa salvación. La espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, es la única arma ofensiva que se menciona. Las otras, son más bien, defensivas. La espada sirve, tanto para la defensa, como para atacar al enemigo. Con la espada del Espíritu nos defendemos y nos enfrentamos a los ataques del enemigo (mentiras y engaños), a la vez que lo atacamos con la verdad. Recordemos que Jesús usó la palabra de Dios en forma efectiva, ante el ataque del diablo (Mateo 4).  Tengamos en cuenta que, "La palabra de Dios es viva y poderosa, y es más cortante que cualquiera espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón." (Hebreos 4:12).

 

Pablo al finalizar esta descripción de la armadura de Dios, ruega que se esté en oración en todo tiempo y con súplica en el Espíritu, velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos. Para Pablo, era importante estar preparado para la batalla, estar fortalecido y recibir las órdenes a través de la oración. La comunicación con Dios, debe ser constante para fortalecernos y recibir sus órdenes con la estrategia que debemos seguir. Además, no solo debemos orar por nuestras luchas, sino que debemos apoyar en oración a nuestros hermanos, que están pasando momentos de prueba, retos, dificultades, sufrimiento y persecución. Ahora bien, por mucho tiempo, hemos utilizado esta armadura de Dios, y nos hemos enfrentado a mil y un combate contra el diablo, saliendo victoriosos en muchos casos. En muchas batallas de guerra espiritual, la armadura de Dios ha sido eficaz. De esto, podemos dar muchos ejemplos a través de la historia. La armadura de Dios nos ha protegido siempre de los dardos de fuego del enemigo. De ello, damos gracias a Dios.

 

Sin embargo, hoy en día, sentimos como que esta armadura de Dios se ha desgastado, a través del tiempo, debido a los sinnúmeros combates contra el enemigo. Como que hay que renovar la armadura ya desgastada. Se necesita renovar los elementos de la armadura. Todos ellos han perdido el brillo y su eficacia. El mundo está viviendo una crisis muy severa, la pandemia del virus COVID 19 está haciendo estragos en la vida de la gente de nuestro planeta. Las guerras, la corrupción, la inmoralidad, la incredulidad, la violencia generalizada, el tráfico de personas, la pobreza, la esclavitud asolapada, la delincuencia, y otras plagas sociales, están socavando los fundamentos de nuestra existencia; como que triunfara ante el esfuerzo evangelístico de miles de cristianos en el mundo. Como que la Iglesia ya no tiene las armas para enfrentar estos ataques diabólicos, o en otro caso, la armadura que se usa se ha desgastado, quedando indefensa ante los ataques. Esto conlleva a tomar en cuenta las palabras de Pablo que nos dice que no se tiene lucha contra sangre y carne, que la lucha es contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por lo tanto, hay que vestirse de una nueva armadura de Dios, para poder resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

 

¿Queremos vencer en esta guerra espiritual? Vistámonos cada día con la armadura de Dios, teniendo un tiempo de oración delante de él, estudiando Su palabra y manteniéndonos alertas y firmes frente a los ataques del enemigo. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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