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TRES MOMENTOS EXISTENCIALES EN LA VIDA

 

(Lucas 15)

 

El Evangelio de Lucas, en el capítulo quince, nos da cuenta de la actitud de Jesús acerca del valor de la persona ante Dios. En especial, los pecadores, los que han caído en desgracia, los que son despreciados por su sociedad (v. 2).  En reacción a la murmuración de los fariseos y escribas, Jesús contó tres historias: la oveja perdida (vv. 4-7), la moneda perdida (vv. 8-10), y el hijo pródigo (vv. 11-32). Estas parábolas registran tres momentos existenciales en la vida. Las tres parábolas forman una unidad literaria, en la que Jesús contesta a los fariseos que lo criticaban por tratar con gente de mala fama. Ahora bien, cada parábola expresa la angustia de la pérdida, el esfuerzo de buscar lo perdido y el gozo de encontrar lo que se había perdido y que era de gran valor. Los verbos perder, encontrar, y gozarse, (Cap. 15:6,9,32) dan unidad al discurso. En cada historia vemos a Dios, como Padre amoroso, que se regocija por cada alma perdida que se salva. De alguna manera, hoy en día, vemos que estos tres momentos existenciales se repiten en la vida de muchas personas. No se debe olvidar, que, como personas, somos de gran valor para Dios, aún nos encontremos alejados de Él. Dios siempre nos está buscando. Analizaremos cada historia, para entender mejor estos tres momentos existenciales, que solemos pasar, en la vida.

 

La primera historia, la oveja perdida, la imagen del pastor y sus ovejas es típica del AT (Isaías 40:11; Ezequiel 34). Aquí, Jesús pregunta: "¿Quién teniendo cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el campo y va en busca de la oveja perdida, hasta encontrarla? y cuando la encuentra, contento la pone sobre sus hombros, y al llegar a casa junta a sus amigos y vecinos, y les dice: 'Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido'" Además, les dijo: "Así también hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse" ¡Este es el gran amor de Dios! Cuando fuimos hallados por Dios y nos convertimos, sin duda, que la alegría en el cielo fue espectacular. Estábamos perdidos y el Señor nos encontró, y nos salvó. Este es un primer momento existencial.

 

La segunda historia, la moneda perdida, es la situación en un hogar. Jesús pregunta: "¿Qué mujer que tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende una lámpara y barre la casa buscando con cuidado hasta encontrarla? y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: 'Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que había perdido'" Una vez más, Jesús les dice a los fariseos que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte. ¡Otro ejemplo del gran amor de Dios! Los ángeles de Dios participan también de esta alegría cuando somos encontrados. Este es el segundo momento existencial.    

 

La tercera historia, el hijo pródigo, este relato se da el contexto de la familia. Es la más extensa de las tres historias. Jesús cuenta esta historia de la siguiente manera: "Un hombre tenía dos hijos, y el más joven le dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de la herencia que me toca' Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después el hijo menor vendió su parte de la propiedad, y con ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una vida desenfrenada. Pero cuando ya se lo había gastado todo, hubo una gran escasez de comida en aquel país, y él comenzó a pasar hambre. Fue a pedir trabajo a un hombre del lugar, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. y tenía ganas de llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar: '¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; y a no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores' Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: 'Padre mío, he pecado contra Dios y contrato; y a no merezco llamarme tu hijo' Pero el padre ordenó a sus criados: 'Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado' Comenzaron la fiesta. Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. El criado le dijo: 'Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque lo recobró sano y salvo' Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera. Le dijo a su padre: 'Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para tener una comida con mis amigos. En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro más gordo' El padre le contestó: 'Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero había que celebrar esto con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado'" Esta es una tierna historia, en el seno de una familia judía. Lo interesante de esta historia es que el hijo menor, reconoce que ha pecado y decide regresar donde su padre para pedirle perdón. La respuesta del padre es que lo recibe sin ningún reproche, y más bien, le restituye los símbolos de su categoría de hijo: el anillo, signo de su autoridad, y el calzado, signo de hombre libre (los esclavos andaban descalzos). Algo similar, muchas veces es nuestra situación. Nos alejamos de Dios, hacemos lo que nos plazca, y cuando todo nos sale mal, recién acudimos a Dios para que nos perdone. Demos gracias a Dios por ser amoroso, misericordioso y justo. Él nos recibe con amor, nos perdona, y nos restituye. ¡Aleluya!  
 

Estos tres momentos existenciales en nuestras vidas, se dan en cualquier tiempo y lugar. Estas tres historias nos deben llevar a reflexionar, que para Dios somos muy valiosos, y aún, si nos hubiéramos extraviado, perdido, alejado, pecado o renegado de Él, siempre estará listo para buscarnos, encontrarnos y recibirnos con sus brazos amorosos. Esta actitud de Dios para con nosotros, nos debe llenar de alegría, así como, cuando nos arrepentimos, hay alegría y gozo en el cielo. Amén. 

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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