VIVIENDO PRISIONEROS DE NUESTROS PECADOS
(1 Juan 1:9)
Cuando uno ingresa a un zoológico, vemos a nuestro alrededor muchas jaulas con animales encerrados. Algunos muy feroces y otros no. Al pasar por sus jaulas, ellos nos miran con una mirada angustiante, como queriendo decirnos que los liberen, que ya no pueden seguir viviendo encarcelados en sus jaulas, que extrañan su habitat. La verdad, que, al ver ese cuadro, se nos quita las ganas de seguir visitando el zoológico, ya que no podemos hacer nada por ellos. Lo mismo ocurre, cuando visitamos a alguien en una cárcel. Son cientos los presos, que están privados de su libertad, hay tristeza y dolor en su interior. Sus rostros nos dicen que hay mucho sufrimiento, dolor, tristeza y soledad. Es triste ver a dichas personas encerradas en sus celdas y que no pueden disfrutar de la vida en libertad y en compañía de sus seres queridos. En dichas cárceles, hay presos de alta peligrosidad, como también aquellos que no lo son, y los que están esperando un proceso judicial que nunca llega. La impotencia de hacer algo por ellos nos abruma. Sólo queda darles palabras de consuelo y ayuda espiritual.
Pero, no sólo ellos están encerrados en una celda, hay otros que, sin estar en una cárcel, viven encerrados, enjaulados por sus propios pecados. Es cierto, que caminan por la calle libremente, pero en su interior viven enjaulados por sus recuerdos ingratos, pecados, acciones equivocadas, errores del pasado. Año tras año, experimentan este enjaulamiento existencial. No son libres de verdad. Viven atormentados por su pasado, de sus recuerdos ingratos, están prisioneros de todas esas cosas. No encuentran una salida para liberarse y vivir una vida en plenitud. En sus rostros se puede ver esta situación existencial, de dolor, sufrimiento, frustración, tristeza y soledad. Muchos de nosotros, es muy probable que hayamos pasado por esta experiencia, también. Es terrible vivir prisioneros de nuestros pecados. No hay paz, ni alegría.
Sin embargo, hay una gran noticia, Jesús murió en la cruz para salvarnos, liberarnos de todos nuestros pecados. En la Biblia, encontramos en 1Juan 1:9 lo siguiente: "Pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad." Esta es una buena noticia que el apóstol Juan nos da. Todos los que viven o vivimos esta triste realidad, debemos tener en cuenta esta buena noticia. La sangre de Cristo, derramada en la cruz, nos redime de toda culpa o error, si tenemos la actitud de reconocer y confesar nuestros pecados delante del Señor, Él nos perdonará y borrará toda maldad en nosotros. Además, el Salmo 103:12 declara: "Nuestros pecados ha alejado de nosotros, como ha alejado del oriente el occidente." Es decir, cuando Dios nos perdona, nos libera de toda culpabilidad, tristeza, dolor, amargura, sufrimiento o remordimiento. Él nunca más se acordará de nuestros pecados (Jeremías 31:34). Los borra para siempre. Esta es una gran noticia que todos demos tener en cuenta y poder vivir en adelante una vida en plenitud, de gozo y alegría.
Entonces, una vez liberados de nuestra propia cárcel existencial, no podemos seguir lamentándonos, quejándonos, renegando, y estar angustiados, por todo aquello que pasó. A partir del perdón de Dios, podemos vivir ya, una vida en santidad, de plenitud, de gozo y alegría; ya no más dolor, sufrimiento, tristeza, angustia o desolación. Al ser perdonados, somos libres. Nuestra cárcel existencial es destruida y ahora podemos caminar en plena libertad. Cuántas personas, hoy en día, necesitan escuchar esta buena nueva. De ahí nuestro compromiso, de proclamar con nuestras palabras y testimonio de vida, que esto es cierto. Que el amor de Dios nos permite reconciliarnos con Él y que nos perdona para siempre.
Oremos al Señor para que esta gran noticia, del amor de Dios, llegue a muchas personas que viven una viva de esclavitud, encerradas en sus propias jaulas de pecado, tormento, dolor, angustia y frustración. Que, al escuchar las Buenas Nuevas de Jesucristo, se arrepientan y lo acepten como su Señor y Salvador, y puedan vivir una vida en plenitud, de gozo y de paz. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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