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LA DIMENSIÓN SOCIAL DEL EVANGELIO

 

(Mateo 5:6)

 

La dimensión social del evangelio, es un asunto que por largos años se viene debatiendo en el seno de las iglesias, seminarios teológicos, universidades y fórum eclesiásticos. Tanto la Iglesia Católica como la Iglesia Protestante, tienen incorporado este tema en su doctrina y práctica. Sin embargo, a pesar de ello, la Iglesia sigue alejada de la verdadera realidad social de muchos pueblos y sociedades. Al punto que, ideologías, filosofías y las ciencias sociales, han asumido este asunto como suyos y han dado respuestas, meramente humanistas, sociales y políticas. Lo cierto es que, hoy en día, mucha gente sufre la pobreza, la miseria, la falta de alimentos y se muere de hambre, no hay las condiciones de una vida de calidad, las enfermedades arrasan con poblaciones enteras, en especial la pandemia del COVID-19. La Iglesia ante esta situación, poco o nada tiene que decir, más allá del discurso teológico o la predicación. Son pocos los casos, donde la Iglesia ha tenido o tiene injerencia para resolver este problema social a nivel mundial. 

 

Por otro lado, la Iglesia se ha esforzado por una evangelización personalizada, enfatizando la salvación espiritual de las personas. Hoy en día, se enfatiza el tema de la prosperidad, del bienestar y la plenitud de vida, como resultado de una vida espiritual individualista. Como resultado de dicha evangelización, se han establecido mega iglesias, con gran poder económico y de buen status social. Tanto la Iglesia Católica y la Iglesia Protestante no escapan de esta realidad. Poseen inmensos templos, catedrales, locales, colegios y universidades. Los sacerdotes, pastores y la feligresía, gozan de un buen nivel económico, unos más que otros. Muchas de las iglesias están ubicadas en lugares donde abunda la pobreza y la miseria. La labor social que se realiza en esos lugares, no es suficiente para eliminar definitivamente esa situación social. Lamentablemente, la Iglesia no es parte de las políticas de gobierno, por lo tanto, son ignoradas totalmente.

 

Ante esa realidad, cuando se relee el evangelio y se analizan las palabras de Jesús, un sentimiento de impotencia se genera en nuestro ser. Jesús, en todo su ministerio estuvo dedicado a la salud espiritual y al bienestar social de los más pobres y marginados de la sociedad. En las bienaventuranzas destacó la preocupación de aquellos que tienen hambre y sed de justicia. Es decir, por aquellos que buscan el establecimiento de una justicia social, donde no haya desigualdad, explotación, miseria, esclavitud, corrupción, hambre, marginación, ni diferencia de clases sociales. Ellos, lo que luchan por establecer dicha justicia, serán bienaventurados, dichosos, porque lograrán sus propósitos. En principio, estas palabras estaban dirigidas a sus discípulos, y por extensión, a nosotros, sus discípulos, la Iglesia. Pero, no sólo a sus discípulos alcanza esta bienaventuranza, sino, para todo aquel que tenga hambre y sed de justicia. Es así, que podemos entender que el evangelio tiene una dimensión espiritual y social. Es bueno preguntarnos, hoy en día, ¿Cuánto hemos hecho como Iglesia, por lograr una justicia real, de acuerdo a las enseñanzas de Jesús?

 

De ahí que, no debe extrañarnos la actitud que asumieron los primeros cristianos, en cuanto a este tema. El libro de Hechos de los Apóstoles, nos da cuenta cómo los primeros cristianos tomaron en serio las enseñanzas de Jesús y las supieron poner en práctica, a pesar de las persecuciones y amenazas de muerte que se cernía sobre ellos. Citaré dos ejemplos: Hechos 2:43-47; 4:32-37. En resumen, los textos bíblicos nos informan que todos compartían lo que tenían, todas las cosas eran en común. El rico y el pobre convivían en amor y solidaridad. Era un estilo de vida espiritual y social, de acuerdo a las enseñanzas de Jesús. No había ningún necesitado, es decir, no había pobreza. Todo se repartía según la necesidad de cada uno. Este es el modelo de una verdadera justicia social. Esto es lo que la Iglesia debía poner en práctica en su misión evangelizadora. Sin embargo, la Iglesia ha dejado de lado este modelo primitivo de ser una comunidad de fe, la Iglesia de Jesucristo. Llama la atención, que Carlos Marx, fundador del marxismo, al leer estos pasajes bíblicos, expresara que ahí estaba el origen de una sociedad comunista. Este hecho ha servido para elaborar una ideología social que busca eliminar la pobreza del planeta. Para lograr su objetivo se han establecido diversos sistemas sociales y políticos, desconociendo la libertad y los derechos fundamentales del ser humano. A esta altura de la reflexión, vale preguntarnos: ¿Cuál es el rol de la Iglesia sobre este asunto? Son pocas las iglesias en que el asunto de la justicia social está bien definida en su doctrina y quehacer. La Iglesia Católica en su doctrina social contempla este aspecto, pero, del discurso al hecho, hay mucha distancia. La Iglesia Protestante, no escapa de esta observación. Hoy más que nunca se debe enfatizar la dimensión social del Evangelio.

 

Lamentablemente, cada día muere mucha gente por efectos de la pobreza y la desigualdad existente, a nivel mundial. Cada vez más se hace más evidente la brecha entre ricos y pobres. La pandemia del COVID-19, ha hecho más evidente esta situación. Los partidos políticos, utilizan esta triste realidad social para sus campañas políticas, pero una vez que logran ser gobierno, se hacen de la vista gorda, olvidando sus promesas electorales, sobre la justicia social. Roguemos al Señor, para que como Iglesia podamos ser obedientes y practicantes de la palabra de Dios, y no simples hacedores de ella (Santiago 1:22). Amén. 

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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