UN DÍA CON EL SEÑOR A SOLAS
(Salmo 118:24)
Durante el desarrollo de nuestra vida, hay muchos días de por medio. Casi todos los días son dedicados a realizar un sin número de tareas, en la casa, en el trabajo, en el centro de estudios, o en el tiempo de descanso. Muy poco, consideramos que un día, es un día que Dios nos da para vivirlo plenamente con Él. Si uno se pregunta: ¿Qué cosas puedo hacer en un día con el Señor? Sin duda, que no sabremos responder esta pregunta. Se nos puede venir una cantidad de cosas para hacer, pero muchas veces, no son las mejores. Un día con el Señor, no significa apartarnos del mundo y encerrarnos en algún lugar secreto. Tampoco es dejar de hacer nuestras tareas cotidianas. Es tomar conciencia que cada día es una nueva oportunidad de caminar con el Señor y realizar nuestras tareas. En mi experiencia personal, puedo compartir, lo que descubrí, estando en un tiempo de oración, a solas con el Señor. De todas las cosas posibles por hacer, descubrí que hay siete que son fundamentales: considerar que un día es un nuevo amanecer que el Señor nos otorga; que es una nueva oportunidad para empezar de nuevo; es un tiempo para dar gracias a Dios por todas sus bendiciones recibidas; es una oportunidad para renovar nuestra fe en el Señor; es tiempo para vivir con fe, esperanza y amor; también es una gran oportunidad para servir a nuestro prójimo, en el lugar que estamos, realizando las tareas con excelencia, como para el Señor; por último, tiempo para predicar la palabra de Dios y anunciar sus maravillas. Que podamos decir como el salmista: "Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él."
Considerar que un día es un nuevo amanecer que el Señor nos otorga, significa que tenemos la oportunidad de ver la luz del día, de escuchar el canto de las aves y contemplar la luz de un nuevo amanecer. Es tener en cuenta, que hemos podido dormir confiados y el poder levantarnos, sanos y con mucha vitalidad. Lamentablemente, muchas personas no tienen esta experiencia. Duermen confiados en su propia fortaleza, pero, por alguna razón, ya no pueden despertar. En este tiempo, donde la pandemia del COVID-19 ha hecho estragos en la humanidad, nadie está seguro de cómo podrá librarse de la terrible plaga, ni qué hacer ante ello. Sólo Dios tiene la respuesta. De ahí, cuán importante es poner nuestra confianza en Dios, antes de acostarnos, para poder levantarnos con gozo y alegría, y ver un nuevo amanecer.
Un nuevo día, es una nueva oportunidad para empezar de nuevo. Esta afirmación es considerar que Dios en su infinita misericordia, nos otorga una nueva oportunidad para empezar de nuevo, que todo lo pasado queda atrás y ahora hay un nuevo camino a recorrer. Cuántas cosas suceden de un día a otro, pruebas y dificultades, alegrías y tristezas. Esas cosas se nos quedan acumuladas en nuestro ser, generando diversos sentimientos, en muchos casos, adversos. A veces, la mea culpa, por algo que hicimos mal, nos carcome el espíritu, y no nos deja vivir en paz. Muchos, viven con esta mea culpa a cuestas, y no pueden ser felices durante el día. Entonces, un nuevo día, es esta gran oportunidad que Dios nos da para empezar de nuevo.
Un día, es un tiempo para dar gracias a Dios por todas sus bendiciones recibidas. Al empezar el día, nuestra actitud debe ser el de dar gracias a Dios, porque al dar el primer paso, ya hemos recibido bendiciones que nos han permitido tener, salud, trabajo, recursos, bienestar, gozo y alegría, paz y amor. Sin estas cosas, nuestra vida no sería agradable. No debemos olvidar que cada día el Señor renueva sus misericordias para con nosotros (Lamentaciones 3:22-23). Que diferente es la actitud de aquellos que no tienen a Dios en sus vidas. Consideran que todo lo que tienen se debe a sus propios esfuerzos. Pueden tenerlo todo, pero, muchas veces, no tienen gozo y alegría, para vivir un nuevo día; no tienen en sus corazones paz y amor. ¡Cuán grande gozo y alegría, es vivir agradecidos a Dios por todas sus bendiciones!
También, un día, es una oportunidad para renovar nuestra fe en el Señor. Qué mejor momento, al empezar el nuevo día, para renovar nuestra fe en el Señor. Cada día trae su propio afán y sus dificultades, generando en nuestro ser un sin número de preocupaciones y angustia. A veces, ante todas esas cosas adversas, pareciera que nuestra fe se debilita, que no es imbatible, como que Dios se aleja de nosotros. En esta lucha cotidiana, se pone a prueba nuestra fe. Gracias a Dios, muchas veces, salimos vencedores. Pero, si miramos a nuestro alrededor, vemos cómo muchas personas, viven el día, sin fe y sin esperanza. Viven amargados y frustrados. No tienen ganas de seguir luchando. El mundo se les ha venido encima. La tormenta de la vida los samaquea, de tal manera, que quedan postrados y desamparados, no teniendo en quien confiar. De ahí que, cuán importante es renovar nuestra fe en Dios.
Un nuevo día, es tiempo para vivir con fe, esperanza y amor. A veces, no tomamos en cuenta esta afirmación, consideramos que hay que vivir la vida, tal como venga. Una persona de la farándula, solía decir, vive la vida, antes que la vida te viva. Esta expresión refleja la actitud que se tiene ante la vida. Nadie piensa, cómo vivir durante el día, se vive el día como se pueda y cómo venga. En sus rostros se ve el rictus del sufrimiento y del dolor, de la angustia y de la preocupación. Qué diferente es empezar el día poniendo nuestra fe en Dios, confiando que Él estará con nosotros en todo momento del día. Esta actitud, genera en nosotros la esperanza de algo mejor, de algo nuevo, de un nuevo horizonte. Pero, también, un nuevo día, es una oportunidad de vivir en amor y tener una actitud de misericordia para con los demás, que ha de generar, en nuestro ser, una paz interior.
Un nuevo día, es también, una oportunidad para servir a nuestro prójimo, en el lugar que estamos, realizando las tareas con excelencia, como para el Señor. Esta es una acción que muchas veces dejamos de lado. Nos levantamos, prestos a realizar nuestras tareas cotidianas, en el hogar, en el trabajo, en el centro de estudios, o en cualquier otro lugar. Tan ocupados estamos en dichas tareas, que no tomamos en cuenta el servir a nuestro prójimo, en el lugar que estamos y el hacerlo con excelencia, como para el Señor. Realizamos las tareas, muchas veces, por compromiso u obligación, dejando dichas tareas inconclusas. No hay un sentido de responsabilidad por hacer las tareas con excelencia. Se hace para cumplir o salir del paso. Esta situación genera un nivel de mediocridad, dejando de lado lo que el Señor nos pide, la excelencia (Colosenses 3:23-24). El prójimo, es ajeno a nuestro quehacer, está distante, o muchas veces, ausente. El Señor nos pide que cada día sirvamos a nuestro prójimo con amor.
Finalmente, un día, es tiempo para predicar la palabra de Dios y anunciar sus maravillas. Esta es una tarea cotidiana, no de vez en cuando, o cuando nos acordemos. Cada día debe ser un tiempo para anunciar las Buenas Nuevas de Nuestro Señor, para que muchos, que no le conocen, puedan aceptarle como su Señor y Salvador. Muchas personas, ignoran las maravillas realizadas por Dios a través del tiempo. Es momento oportuno, para dar a conocer dichas maravillas. Es lamentable, que muchos cristianos no tienen en cuenta este aspecto de la vida cristiana, olvidan lo que el Señor Jesús, nos dejó la Gran Comisión (Mateo 28:19-20). ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! (Romanos 10:15b).
Qué el Señor nos permita, cada día, darle gracias por un nuevo amanecer. Qué podamos realizar la misión en cada momento. Qué su bendición nos acompañe, desde ahora y para siempre. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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