LAS COSAS SECRETAS PERTENECEN A DIOS
(Deuteronomio 29:29; Eclesiastés 11:5)
Al leer el texto bíblico del libro de Deuteronomio 29:29: "Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.", encontramos que hay cosas secretas que pertenecen a Dios. Es decir, nosotros no tenemos acceso a dicha información. También, encontramos en el libro de Eclesiastés 11:5: "Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.", que hay cosas que ignoramos sobre la obra de Dios. Esto da pie para reflexionar lo siguiente: como seres humanos queremos saber los misterios de Dios y creemos saber todo sobre su existencia, pretendiendo tener en nuestra base de datos, toda la información sobre Él, olvidando que somos creación de sus manos y que somos finitos, limitados. Ya muchos han intentado saber sobre Dios, y lo único que han logrado, es un conocimiento limitado sobre su persona. Las Escrituras nos dicen que Dios es trascendente y está más allá de nuestro conocimiento.
Las Escrituras, también nos dicen que Dios se revela a nosotros y nos revela Su voluntad, con el propósito de que cumplamos todas las palabras de la Ley. Es decir, sí hay cosas que nos han sido reveladas por Él y sigue revelándonos hasta el día de hoy. Muchas de esas cosas están escritas en las Sagradas Escrituras y otras han sido puestas en la boca de muchos testigos, beneficiarios de su amor, misericordia y bondad. Entonces, hay cosas que no sabemos de Dios y hay cosas que sí. Como seres humanos somos limitados en el conocimiento amplio de la existencia y voluntad de Dios. Esta es nuestra limitación. Sin embargo, en Jesucristo, hemos conocido más sobre Dios y acerca de Su voluntad. Él nos ha dado a conocer el amor del Padre y cuál es Su voluntad para con nosotros.
Todo lo dicho hasta aquí, sobre el conocimiento de Dios, es para considerar que muchas veces creemos saberlo todo sobre su existencia y voluntad. Cuando nos sucede algo que no nos agrada, por ejemplo, una enfermedad, una desgracia, un accidente, la muerte de algún ser querido, el despido de un trabajo, la ruptura del matrimonio, una pandemia, violencia contra personas indefensas, inmediatamente acudimos a Dios y le preguntamos: ¿Por qué? ¿Dónde estabas? ¿Por qué no actuaste a tiempo? ¿Por qué nos has abandonado? Sin duda que son preguntas existenciales, que salen de lo profundo del corazón y del alma, en un momento de crisis. Queremos la respuesta inmediata a nuestras preguntas. Incluso, llega un momento, que, al no tener respuesta de Él, decidimos negarlo o ya no tener ninguna relación con Él.
En todo esto, olvidamos que las cosas secretas le pertenecen a Dios y no a nosotros. Hay misterios de Dios, que sólo a Él le pertenecen. Todo se hace según Su voluntad. En este aspecto, nuestra fe es limitada. Nuestra actitud, en situaciones como las que hemos descrito, debería ser similar a la de Job. Este personaje bíblico vivía una vida recta y sin tacha, fiel servidor de Dios, lo tenía todo, era bendecido por Dios. (Job 1:1-5). Pero, de pronto, lo perdió todo, sus hijos y sus posesiones. (Job1:13-19). En medio de su dolor, su mujer le dijo que maldijera a Dios y que se muera (Job 2:9). Ante toda esta desgracia, Job no sabía cuál era la voluntad de Dios (Dios había hecho un arreglo con Satanás para probar la fidelidad de Job. Cf. cap. 2:1-19). Sin embargo, Job tomó una actitud, se levantó, y lleno de dolor se rasgó la ropa, se rapó la cabeza y se inclinó en actitud de adoración. Entonces dijo: –Desnudo vine a este mundo, y desnudo saldré de él. El Señor me lo dio todo, y el Señor me lo quitó; ¡bendito sea el nombre del Señor! Así pues, a pesar de todo, Job no pecó ni dijo nada malo contra Dios (Job 2:20-22). ¿Cuál sería nuestra actitud si nos ocurriera algo parecido a Job?
Ahora bien, no es fácil, pasar por situaciones difíciles en la vida. No comprendemos la voluntad del Señor, nos dejamos llevar por nuestras emociones adversas, echamos la culpa a Dios por todo lo que nos pasa. En situaciones como esta, debemos, como cristianos, mantener nuestra fe en Dios y confiar que todo se da, según Su santa voluntad. Él no es ajeno a nuestro dolor, ni se ha alejado de nosotros, o nos ha abandonado. Él está a nuestro lado, para darnos el consuelo y la paz necesaria. Tiene un plan cada uno de nosotros en este mundo. Dios desea que vengamos ante su presencia con nuestras peticiones y que confiemos en que nos escucha. Sin embargo, si no responde de manera inmediata, no es porque no le importemos. Siempre cumple sus propósitos de acuerdo a su tiempo y no al nuestro. Quizás responda de una manera diferente, o se demore más tiempo del que pensábamos. Cuando Dios permite una prueba, no lo hace con la expectativa de que fracasemos. Más bien, quiere que aprendamos a depender más de Él. La fe que no ha sido puesta a prueba, no puede crecer. Sólo así, llegaremos a ser creyentes maduros. Por eso debemos esperar y confiar en Él, aun cuando no veamos evidencia de su respuesta. (Cf. Stg. 1:1-8). En los tiempos de abundancia y necesidad, de alegría y de dolor, debemos siempre dar gracias a Dios por todo.
Que el Señor nos permita aceptar Su voluntad, en cualquier momento de nuestras vidas. Que podamos vivir confiados que siempre el Señor estará a nuestro lado, todos los días, hasta el fin del mundo, tal cual, su promesa. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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