GOZO Y ALEGRÍA EN MEDIO DE LAS DIFICULTADES
(Salmo 27)
Hay momentos en la vida de fe, que tenemos la experiencia de sentir el gozo y la alegría de tener a nuestro Dios de nuestro lado. Sentimos la compañía de su presencia, recibimos sus bendiciones, y todo sale tal como lo habíamos pensado. Nos gozamos y sentimos la alegría de vivir una vida en plenitud. Es la seguridad y confianza que proviene de nuestra fe en un Dios que es nuestra luz y salvación. En esas circunstancias no hay temor. El rey David da a conocer su confianza en Dios, al afirmar que Dios es su luz, su salvación y su fortaleza. En medio de la persecución, de la adversidad, la fe es una gran ayuda para confiar en la bondad de Dios, y no desmayar. Esta es una experiencia, no muy común, en la vida del creyente. En la mayoría de veces, es difícil tener gozo y alegría, en medio de la dificultad, de la adversidad, de la persecución. Generalmente, lo primero que aparece, en esos momentos, es el temor, la angustia, y la desesperación.
Para muchos creyentes, tener esta experiencia en sus vidas, es algo poco común. Pareciera una experiencia muy lejana, una ilusión, o tal vez una utopía. A pesar de que las Escrituras, mencionan que Dios siempre está a nuestro lado, que es nuestro refugio, nuestro amparo, nuestra fortaleza y nuestro pronto auxilio en las tribulaciones, y que por ello no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes (Salmo 46:1-3), esta afirmación del salmista, no es muy tomada en cuenta por la mayoría de creyentes. Muchos están acostumbrados a pasar dificultades y sufrir en medio de ellas. El temor y la desesperación se apoderan de ellos y cunde el pánico. A David le tocó pasar momentos de persecución, de dificultades, ver cómo sus enemigos se juntaban contra él, sin embargo, no tenía temor, su confianza estaba puesta en Dios, hasta el punto de preguntarse: ¿De quién temeré?
Como testimonio personal, puedo decir, que yo también he sido una de esas personas citadas en esta reflexión. Ha habido momentos muy difíciles, angustiosos y de temor, en medio de las dificultades, de persecución, de ver a enemigos que se juntan para atentar contra nuestra vida, sentir la angustia por encontrar una salida, experimentar la ausencia momentánea de Dios, de pensar que todo está acabado, que ya no hay solución alguna. Son muchas las pruebas que he pasado. Más aún, pareciera que Satanás se empecinara por hacernos caer y que abandonemos nuestra fe en Dios. Muchos son los temores que abruman nuestra vida de fe a lo largo de nuestro caminar. Conozco a muchas personas que han tenido la misma experiencia que la mía.
Pero, de pronto, en un día menos pensado, experimentamos que tenemos la experiencia de sentir el gozo y la alegría de tener a nuestro Dios de nuestro lado. Sentimos su presencia, empezamos a recibir sus bendiciones, todo sale tal como lo habíamos pensado. Inexplicablemente las cosas cambian, nuestro lamento se convierte en baile, nuestra vestimenta de luto es quitada, y somos vestidos para una fiesta. Ante ello, no podemos quedarnos en silencio, y en un abrir y cerrar de ojos, empezamos a cantar himnos de alabanza, y damos gracias a nuestro Dios. (Salmo 30:11-12). Esta experiencia existencial y de fe, nos llena de gozo, y sentimos la alegría de vivir una vida en plenitud. Esa es la seguridad y confianza, que proviene de nuestra fe en un Dios que es nuestra luz y salvación. Por lo tanto, en esas circunstancias no hay temor.
Cuanta falta hace, hoy en día, compartir esta experiencia, a un mundo que sufre por la violencia, la maldad, la persecución, las enfermedades, la pandemia, la injusticia, las guerras, la corrupción, la deshumanización de la persona, la pobreza y la miseria. Las noticias de los medios de comunicación, cada día, y durante el día, propalan informes desalentadores y trágicos. No hay una nota mínima de esperanza, de alegría. Todo es desgracia, dolor y temor. He ahí, la importancia de la Iglesia, para dar su voz de esperanza y de alegría en medio de las dificultades. Es nuestro deber, los que creemos en un Dios real, dar testimonio de sus maravillas en nuestras vidas, al punto de decir, como el salmista: "Señor y Dios mío, muchas son las maravillas que tú has hecho y las consideraciones que nos tienes. ¡Nada es comparable a ti! Quisiera anunciarlas, hablar de ellas, pero son más de las que puedo contar." (Salmo 40:5).
Gracias Señor, por esos momentos de gozo y alegría en medio de la dificultad. Que podamos ser testimonios de tu gran amor y fidelidad. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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