DE LA DISCAPACIDAD A LA CAPACIDAD
(Juan 5:1-16)
Estuve participando en una reunión por el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Tuve la oportunidad de escuchar a doctores, cauches, y personas con discapacidad dando sus testimonios de vida. Entre ellas, se encontraba mi hermana María, quien sufre de una discapacidad. Al escuchar dichas intervenciones, algunas daban cuenta del origen de diversas enfermedades que generan la discapacidad, los tratamientos médicos a seguir, los esfuerzos por ayudar y alentar a personas con discapacidad, los testimonios de vida de personas discapacitadas, que han salido adelante, venciendo todo tipo de sufrimiento, marginación y abandono social; además, noté que en muchos de los testimonios se daba gracias a Dios por la ayuda recibida y la sanidad operada en su persona. La fe en Dios era el tema central y común en todos ellos y ellas. En ese momento, recordé el milagro realizado por Jesús en la persona del paralítico de Betesda.
Esta reflexión, tiene como referencia estos dos acontecimientos: la charla virtual y el texto bíblico citado. El texto bíblico de Juan 5:1-16 nos da cuenta de una fiesta de los judíos y que Jesús subió a Jerusalén. En esa ciudad había un estanque llamado Betesda donde había una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, es decir, personas discapacitadas. Esas personas confiaban en el poder de un ángel que agitaba el agua, de tiempo en tiempo, y el primero que descendía al estanque, después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. En ese lugar, había un hombre con discapacidad por treinta y ochos años, sufría de parálisis. De pronto, Jesús lo vio y le preguntó si quería ser sanado. Este hombre, tal vez sorprendido por la pregunta, le dice a Jesús que no tenía quien lo pudiera meter al estanque cuando se agitaba el agua, y lo peor, que cuando intentaba ir al estanque, otro descendía antes que él. Jesús al escuchar el drama de este hombre le dijo que se levantara, tomara su lecho, y que camine. En ese momento de produce el gran milagro de sanidad, es el milagro que hace que la discapacidad se convierta en capacidad. Al instante, el hombre fue sanado, tomó su lecho y caminó. El hombre no tuvo que realizar algún rito de sanidad, solo le bastó confiar y obedecer a Jesús para ser sano. Salió de la discapacidad para vivir en plena capacidad. A parte del milagro, el autor nos dice que ese día era día de reposo, día sagrado para los judíos. La primera reacción adversa, proviene de los judíos, que cuestionan el milagro, por haber sido hecho en el día de reposo. Le prohíben al hombre sanado llevar su lecho. Es curioso que en los judíos no hay la alegría por la sanidad recibida, sino, el enojo porque se ha profanado el día de reposo. No les interesa la persona, sino la costumbre, el rito, la tradición. Hoy en día, hay mucho de eso en nuestra sociedad. Hay cosas materiales, superfluas, sin sentido, tradiciones, costumbres, ritos, que valen más que la persona. Lo material está por encima de lo humano.
En esas circunstancias, ante la prohibición de llevar su lecho, él les dice que el que lo sanó le dijo que tomara su lecho y que camine. Indignados los judíos le preguntan ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? El hombre rehabilitado no sabe quién es Jesús, además, Jesús ya se había retirado del lugar. Es notorio que Jesús no quiso discutir con esa gente opositora, no quería perder su tiempo en explicaciones, ya que ellos estaban ciegos y apegados a las costumbres, a la Ley, a los ritos. No estaban abiertos a la gracia de Dios. Estaban interesados en congraciarse con las autoridades de turno, lucrar por medio de la fe. A veces, es mejor evitar perder el tiempo en cosas vanas, y más bien, aprovechar la oportunidad para dar testimonio de las maravillas de Dios en las vidas de muchas personas que han sido rehabilitadas a la vida normal. Es bueno tomar nota, que Jesús no se detuvo a indagar quien era este hombre, y el por qué quedó paralítico. Jesús vio en este hombre postrado tantos años, abandonado social y espiritualmente, la oportunidad de mostrar la misericordia de Dios, para ser sanado, rehabilitado, y salir de su discapacidad, para estar en capacidad de vivir una vida plena. Nuestra sociedad actual necesita mucho de estos hechos milagrosos, en especial, en este tiempo de pandemia.
Es interesante, que Jesús al ir al templo, halló a este varón sanado. ¿Estaba dando gracias a Dios por el milagro recibido? A pesar de tantos años vividos en discapacidad, este hombre no había perdido su fe en Dios. Por eso estaba en el templo en actitud de acción de gracias. Este hombre estaba dando testimonio de las maravillas de Dos en su persona ¿Cuánto de eso hacemos, cuando recibimos un milagro del Señor? Jesús le recuerda que ha sido sanado y que no peque más, tal vez, su enfermedad se produjo por algún pecado cometido, de ahí, la advertencia de Jesús; "no peques más, para que no te venga alguna cosa peor" Esta advertencia de Jesús, es también válida para nosotros hoy. Cuántas enfermedades, hoy en día, son causa de los desórdenes cometidos, de la alteración de las leyes naturales, ir en contra de las leyes divinas, practicar experimentos que generan alteración del orden establecido en las leyes físicas, produciendo pandemias, enfermedades desconocidas.
Finalmente, el hombre se retiró de la presencia de Jesús. Dio testimonio a los judíos que Jesús era el que lo había sanado. Esta situación, aumentó la ira de los judíos, y querían matarlo, porque hacía curaciones en el día de reposo. Como hemos dicho antes, ellos estaban preocupados por la legalidad de la Ley y sus propios intereses personales. Ahora, se ponía de manifiesto el tremendo contraste entre la obra salvadora de Cristo y la religión legalista de los judíos. En algún momento, Jesús les dijo que el día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo (Marcos 2:27-28). Una vez más, está en juego la gracia de Dios ante la legalidad de la Ley. Gracias a Dios, somos salvos, sanados, y restaurados, por Su gracia, y no por la legalidad de la Ley. Jesús es nuestro Salvador y Sanador. ¡Aleluya!
Demos gracias a Dios que por Su gracia somos salvos, sanados y restaurados. Dios siempre es movido a misericordia. Esta actitud es la que movió a Jesús a morir en la cruz por nuestra salvación. Alabado sea el Señor que nos libra de toda discapacidad corporal, intelectual y espiritual, para volvernos a la vida en plena capacidad. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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