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GENTE NUEVA PARA LA MISIÓN

 

(Mateo 4:18-22; 9:9; 28:19-20; Hechos 9:1-19)

 

Al revisar los textos bíblicos de esta reflexión, lo primero que se nos viene a la mente, es el llamado de Jesús a pescadores, a publícanos y a judíos eruditos. Jesús no llama a los escribas, fariseos y sacerdotes. ¿Cuál sería la razón? Una de las razones, que sospecho, es que esas personas tenían mucho tiempo en sus funciones, habían dejado de lado la pasión por hacer llegar la palabra de Dios a los inconversos, descuidaron su atención para con el pueblo, se coludieron con los gobernantes de turno, llenaron sus arcas por medio de la religión. En verdad, esta gente estaba corrupta, con vicios y malas costumbres. Jesús, quería gente nueva para la misión; gente nueva, que esté dispuesta a dejarlo todo; gente nueva, libre de toda corrupción; gente nueva, con una nueva mentalidad y dispuesta a la aventura de hacer discípulos para la Misión.        

 

¿Dónde estaba esa gente nueva, que Jesús necesitaba para la Misión? Sin duda, que no estaban en el templo. Estaban en las calles, en las playas, en los mercados, en el camino. Jesús, sale a buscarlos, los encuentra y les invita a que lo sigan. La respuesta es inmediata, ellos responden al llamado de Jesús, sin ningún cuestionamiento. Veamos quienes eran esas personas a quien Jesús los llamó para ser parte de la Misión. Según el evangelio de Mateo, Jesús fue a la orilla del mar de Galilea, y ahí vio a dos pescadores que eran hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés. Ambos estaban en plena faena, echaban la red en el mar para pescar, en esas circunstancias Jesús les dice que vengan a Él, para hacerlos pescadores de hombres. Ellos, sin pensarlo mucho, respondieron al llamado, dejaron las redes y le siguieron. Después vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano que estaba en la barca con Zebedeo su padre. Ambos estaban remendando las redes para luego salir a pescar. Jesús los llama, y ellos dejándolo todo, aún a su padre, le siguieron. Esta era la gente nueva que Jesús necesitaba. Estaban al margen de las cuestiones religiosas. Eran trabajadores con experiencia en la pesca. Trabajaban de sol a sol en pleno mar. Desde esa situación, Jesús los llamó para ser sus discípulos y ser pescadores de hombres.             

 

Este nuevo contingente, como hemos dicho antes, estaba al margen de las cuestiones religiosas. No tenían mucho conocimiento de la Ley, de las tradiciones religiosas y del dominio de la Escritura. Eran neófitos en asuntos religiosos. Sin embargo, todos ellos, tenían el deseo de seguir a Jesús en la Misión, y estaban dispuestos a dejarlo todo, para iniciar una nueva aventura. Ahora bien, para subsanar esa situación, Jesús los fue preparando en el camino, enseñándoles todo lo referente al reino de Dios, y haciendo que pongan en práctica todo lo enseñado. Al despedirse Jesús de ellos, les encargó que hicieran discípulos, es decir que buscaran nueva gente, para continuar con la Misión. Con esta comisión, Jesús estaba asegurando la continuidad de la Misión. Los discípulos tenían que hacer el llamado a aquellas personas que estaban dispuestas a dejarlo todo y hacer la Misión. Luego, debían preparar a este nuevo contingente para que realicen la tarea de anunciar a todo el mundo las Buenas Nuevas de Jesús.                       

 

Un personaje, que sale del esquema de los pescadores y publícanos, es el caso de Saulo, Pablo. Él era un judío, preparado en las grandes escuelas del judaísmo, era un celoso de la Ley, conocía plenamente las Escrituras. Su labor era apresar a los discípulos del Señor, contra ellos respiraba amenazas de muerte. Muchos discípulos del Señor habían caído en manos de Saulo y habían sido encarcelados. La muerte de Esteban fue consentida por él (Hechos 8:1-3). En esa labor de persecución, El Señor Jesús, llama a Saulo para que sea su instrumento, para llevar su nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel. Saulo al tener su experiencia personal de conversión con Jesús, tuvo que dejar de lado su formación judía, y conocer el evangelio de Jesús. Al renovar su mente y su espíritu, pasó a ser una persona nueva, es decir gente nueva, para el cumplimiento de la Misión.

 

Como se podrá ver, el propósito de Jesús, era alcanzar a gente nueva, o en otros casos, lograr su conversión. La Misión no se podía realizar con los escribas, fariseos y sacerdotes, por las razones, ya expuestas, anteriormente. El nuevo contingente, debería tener un nuevo corazón para amar, y tener fuerzas para luchar. Deberían ser gente nueva creadora de la historia, constructora de una nueva humanidad, que vive la exigencia, como riesgo de un largo caminar. Esta gente nueva debería estar libre de toda atadura y tener la esperanza de construir un mundo mejor, a través del Evangelio. Deberían estar al lado de la gente que sufre y padece necesidades, de los que están enfermos, de los que gimen por su libertad. Ellos deberían llevar las Buenas de Jesús a toda la humanidad. Este es el legado que Jesús dejó a la Iglesia.         

 

Ahora bien, nosotros, no estamos ajenos a este propósito del Señor Jesús: llamar a gente nueva para realizar la Gran Comisión. Al igual que los personajes que hemos visto, el Señor Jesús, también nos ha llamado, desde el lugar donde estábamos, para ser esa gente nueva que realice la Misión que ha encomendado a Su iglesia. Muchos, hemos tenido que dejar lo que estábamos haciendo, dejar nuestras familias, dejar nuestros estudios, para responder al llamado del Señor. Hoy, somos gente nueva, de este siglo, para realizar la tarea de proclamar las Buenas Nuevas de Jesús, a toda criatura, en todo tiempo y lugar. Para lograr este propósito, en cada momento pedimos al Señor nos dé un corazón grande para amar y fuerte para luchar contra toda adversidad.    

 

Damos gracias al Señor porque nos permite ser Su nuevo contingente, gente nueva, para el cumplimiento de la Misión. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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