EL CUIDADO DE LA CREACIÓN
(Romanos 8:22))
La Biblia nos dice que estamos llamados a ser buenos administradores de toda nuestra vida, y usarla para Su gloria. Ante todo, somos mayordomos responsables de nuestra casa, la Creación, la tierra que habitamos. La mayordomía, está firmemente ligada a la doctrina bíblica de la Creación. “Del Señor es la tierra y su plenitud” (Salmo 24:1). Dios es el creador de todas las cosas. Y el ser humano debe saber administrarlas (Génesis 1:28). ¡Lamentablemente una mala interpretación de Génesis 1:26 ha llevado a creer que “dominar” la tierra significaba hacer con ella lo que quisiéramos! Durante mucho tiempo el cristianismo ayudó a desoír el clamor de la Creación; sus gritos fueron silenciados por visiones del mundo muy injustas ayudados por lecturas desacertadas de la Biblia. Han sido visiones antropocéntricas que consideraron que la totalidad de la Creación se hallaba en función exclusiva del ser humano, centro y culminación de ella. Sin embargo, a la luz de la Palabra, tenemos la posibilidad de redescubrir la Creación de Dios como una red integrada con totalidad de sentido. La Biblia nos cuenta el sueño de Dios de una Creación en total armonía, en la que el ser humano es una criatura más, no el único, no el más importante, sí el llamado a mayor responsabilidad (Salmo 24:1-2).
Los dos relatos de la Creación en el libro del Génesis nos permiten discernir un aspecto central del carácter del Dios bíblico, respecto del mundo natural. El primer relato de la Creación que aparece en la Biblia (Génesis 1:1-2:1-4a) nos habla de un Dios que antes de relacionarse con el ser humano, se relaciona con toda la naturaleza y se complace con su Creación y “ve que es buena”. Este relato (que cronológicamente es posterior al segundo Génesis 2:4b-25) fue construido con una estructura litúrgica en base a los días de la semana, los cuales apuntan hacia y desembocan en el séptimo día, día para la alabanza y la gratitud del pueblo reunido.
Pero, además, la interpretación antropocéntrica y tendenciosa de una de las afirmaciones de este relato llevó a considerar al ser humano con derecho a adueñarse y explotar la creación. (v. 28) “llenen el mundo y gobiérnenlo y dominen a los peces…etc.” No significaba, en este contexto, el sentido de apropiación. Dios invita al ser humano a ejercer otro tipo de señorío sobre la creación. Génesis 1:17, nos dice que Dios creó al ser humano “a su imagen”. Por lo tanto, el tipo de señorío que el hombre está llamado a ejercer sobre la creación será el mismo que Dios ejerce sobre todo lo creado, un señorío basado en el cuidado, el respeto y el amor. Este tipo de señorío adquiere mayor claridad de sentido cuando, nos acercamos al segundo relato de la creación (Génesis 2:4b-25), (que en realidad es el más antiguo y cronológicamente anterior al primero). En este relato, más conciso y no estructurado litúrgicamente, el ser humano es ubicado en un jardín en el cual no existían todavía las plantas ni las hierbas, ¡estas necesitaban de alguien que las cultivara!
Muy significativo es también el hecho de que el ser humano es formado de la misma tierra que esperaba ser cultivada, y fue creado por Dios para servir y cuidar de ellas, del jardín, su casa y sustento (2:15). En este sentido, el término señorío del relato anterior, adquiere una luz más completa: el ser humano es señor de la Creación, pero no para apropiarse y exprimirla para su propio beneficio, sino para servirla con compromiso y responsabilidad, debe honrar sus frutos, alimentándose con ellos, sin abusarse de su explotación, cuidando la vida de la tierra, que es su propio cuerpo. Lamentablemente, la Biblia nos cuenta que el sueño de Dios ciertamente quedó empañado por la caída; como humanos protagonizamos un alejamiento catastrófico del sueño original de Dios cuyas consecuencias tiene repercusiones cósmicas.
No hemos sido buenos mayordomos….“Sabemos que hasta ahora la creación sufre y se queja como una mujer con dolores de parto” (Romanos 8:22). La expulsión del paraíso marca la ruptura que se establece entre el jardín del Edén que Dios quiso crear y la realidad de sufrimiento, dolor e injusticia que sufre la Creación después de la caída. Nunca este texto de Romanos ha tenido tanta vigencia como en los últimos cien años cuando comenzamos a percibir las dramáticas consecuencias de nuestra participación irresponsable y egoísta sobre el mundo natural del cual formamos parte. La caída del ser humano se conecta con los quejidos de la Creación y adquiere dimensiones cósmicas: Los deseos ilimitados de poseer, provocan sistemas que proponen la producción ilimitada de bienes, lo cual desemboca en la explotación ilimitada de la naturaleza. ¿Hasta dónde?
Por este motivo, sería un error hablar de mayordomía de la Creación sin que ello implique también decisiones sociales y económicas. Porque la explotación de la naturaleza no es un proceso ajeno a la explotación social y económica, son las dos caras de un mismo proceso producido por un mismo sistema. Juan Wesley en 1773 ya mostraba su indignación frente a la destrucción de la naturaleza y la escasez de alimentos debido al lujo y la especulación:
“Otra causa por qué son tan caros no sólo la carne, el cordero y el cerdo, sino toda clase de víveres, es el lujo. ¿Qué se le puede oponer? ¿Acaso este no derrochará y destruirá todo lo que la naturaleza y la técnica pueden producir? ¿Quién puede sorprenderse que disminuyan las provisiones? Sólo con mirar en la cocina de los importantes, de la nobleza, de la pequeña aristocracia, cuando se observa el increíble derroche que allí ocurre casi sin excepción, ya no sorprenderá más la escasez y en consecuencia la carestía de las cosas que con tanta maña destruyen.”
Para el mensaje bíblico, tanto la caída como la redención, poseen un alcance cósmico. Tanto el pecado, como la Gracia redentora de Dios llegan a toda la Creación. Dios nos llama, por un lado, a trabajar en el presente contra los efectos que el pecado produce sobre la Creación, y por otro, nos impulsa a buscar los caminos de justicia que permitan su re-creación y la preparación anticipada de un futuro distinto. Es muy interesante que, desde Isaías, pasando por Francisco de Asís y Juan Wesley la redención no es vista como una salvación individual sino planetaria. Así como la naturaleza hoy gime, también será recreada (Isaías 11:6-7) para Wesley también, influenciado por la visión de Isaías, la renovación de todas las cosas incluye la naturaleza tanto inanimada como animada:
“En la naturaleza inanimada, aquellas cosas que producen daño dejarán de existir. En el firmamento no habrá estrellas que exploten ni cometas peligrosos que pasen cerca. En la región de la atmósfera o los cielos bajos, no habrá más huracanes ni tormentas. Todos los elementos tendrán nuevas cualidades y el fuego ya no será una fuente destructiva. La lluvia cesará, pero en la tierra las aguas serán puras y el mar regresará a sus cauces originales. Ni el calor ni el frío extremo existirán, ni habrá más terremotos. En la naturaleza animada señala que esta liberación general incluye a todas las criaturas. Ellas estarán también libres de la muerte. Todos los animales vivirán en paz los unos con los otros y la crueldad de los seres humanos contra ellos desaparecerá.”
Así como a causa de la caída, hemos contribuido para transformar el mundo de Dios en una realidad doliente e injusta, también, en Cristo tenemos, ahora, como mayordomos, la posibilidad de ser solidarios en su reconstrucción, somos co-creadores en la re-creación. Por eso, el ser mayordomos de la Creación tienen que ver con el presente, pero sobre todo con el futuro. Descubrimos la dramática responsabilidad que tenemos como generación, donde la omisión de hoy será la catástrofe de mañana. Por eso, nuestra tarea de hoy necesariamente deberá también contemplar a los que vendrán. Los que están viniendo en generaciones futuras. Como afirma acertadamente Leonardo Boff:
“Nuestro estilo de desarrollo no sólo favorece la explotación del ser humano hoy, sino también a los que vendrán, porque es probable que las futuras generaciones hereden un aire mucho más contaminado, un mundo sin selvas, sin animales, sin agua potable. Por tanto, ahora estamos explotando a las clases que aún no han nacido y tenemos que desarrollar una solidaridad generacional, es decir, una solidaridad con las generaciones que vendrán después de la nuestra.”
Como mayordomos de la Creación, debemos ser conscientes que nuestra responsabilidad es para los hijos del mañana. Una tarea cuyo combustible es la esperanza. Una esperanza que se basa en el hecho de que el final aún no está escrito y depende de nuestra actitud.
Finalmente, observamos que en la época de Wesley el racionalismo y la contemplación del mundo creado estaban en su apogeo, sin embargo, él consideraba que el mundo era un gran libro abierto en el cual Dios se da a conocer a sí mismo. En la naturaleza están escritas las maravillas del universo y que cualquiera puede apreciarlas. Pero no solamente es eso, sino que también se puede comprobar la perfección que solo puede provenir de un Ser creador y superior al ser humano. El firmamento, con todas las estrellas y cuerpos celestes, declara la inmensidad y magnificencia, el poder y la sabiduría de Dios creador. Los diversos fenómenos naturales manifiestan su poder y control sobre ellos. Pero, a pesar de todo ello, Wesley reconoce que nadie puede llegar al verdadero conocimiento de Dios simplemente contemplando el mundo creado, sino es por su revelación al ser humano.
De ahí que, la Iglesia Metodista, en sus Principios Sociales expresa: “Afirmamos que toda la Creación le pertenece a Dios y es una manifestación de la bondad y el cuidado providencial de Dios. Los seres humanos, los animales, las plantas y otros seres conscientes y no conscientes participan en la comunidad de la creación y su bienestar depende del cuidado de toda la creación de Dios. Por esta razón, se nos exhorta a que, en lugar de tratar a la creación como si fuera algo en medio nuestro solamente para uso y consumo, practiquemos una mayordomía responsable y vivamos en rectitud con el Creador y la totalidad de la obra de sus manos (Génesis 1:26-31; Mateo 6:26-30; Romanos 8:22-24). Se nos exhorta, además, a respetar cada parte de la creación para garantizar el bienestar de su totalidad. Juntamente con toda la creación alabamos a Dios (Salmo 148) y reconocemos que somos parte de ecosistemas complejos y de mucho valor para Dios. Afirmamos nuestro llamado sagrado a ser mayordomos responsables, y a preocuparnos amorosamente, por todo lo que Dios ha forjado. Reconocemos el valor inherente de la Creación de Dios, celebramos la abundancia y la diversidad de la tierra y, junto con todo el cosmos, alabemos a su Creador. Reconocemos que somos miembros interconectados de ecosistemas complejos y redes de vida intricadas, todo lo cual, tiene su origen en el acto misericordioso de la Creación de Dios." Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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