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UNA RESPONSABILIDAD IGNORADA

 

(Salmo 78:1-8)

 

Este Salmo, en sus primeros versículos, nos deja ver que hay una responsabilidad de los padres para con los hijos, la cual hoy en día, es ignorada por muchos padres y madres. Se trata de la responsabilidad de contar a los hijos, de generación en generación, las maravillas que ha hecho el Señor, a través de los tiempos antiguos. En este Salmo, Dios habla al pueblo, en proverbios, para explicar los misterios del pasado. Son cosas que los padres ya la contaron, pero es necesario que nuestros hijos deben conocerlas; debemos hablarles a nuestros nietos del poder de Dios y de sus grandes maravillas. Esto se debe contar de generación en generación. Dios estableció una ley permanente para su pueblo Israel, y a nuestros antepasados les ordenó instruir en ella a sus hijos, para que ellos lo hagan con las futuras generaciones que todavía no han nacido. Todo esto es para que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos. Y no sean como sus padres, generación contumaz y rebelde; generación que no dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios.

 

Esta es la responsabilidad que Dios le da a los padres de Israel, que de alguna manera lo ponía en práctica, pero, en otras veces descuidó esta responsabilidad. He ahí la llamada de atención que le hace Dios a Israel, su pueblo. Los padres tenían la obligación de educar a sus hijos, enseñarles todo lo referente al conocimiento, contarles la historia de sus antepasados, y de las maravillas del Señor para con su pueblo. Esta responsabilidad, en su mayoría de veces recaía en la madre, ya que el padre tenía que dedicarse a cultivar el campo, realizar otras tareas, e ir a la guerra. De ahí que, cuando los niños crecían, tenían un conocimiento amplio de la historia de Israel como pueblo de Dios. Muchos personajes de la Biblia, fueron educados en las cosas de Dios, en sus hogares. El compromiso que asumían, era el transmitir la historia como pueblo de Dios, obedecer sus mandamientos, y enseñar las Sagradas Escrituras de generación en generación.           

 

Hoy, esta responsabilidad es ignorada por muchos padres y madres. Los hijos crecen dentro del hogar en situaciones difíciles. Cuando nace ya tiene internalizado en su ser una serie de factores positivos y negativos que van a formar parte de su personalidad. El niño y la niña son el fiel reflejo de lo que su hogar y la sociedad son. Los valores que se le inculca a un niño o niña han de ser el tesoro más precioso que los padres pueden dejar como herencia a sus hijos e hijas. No hacerlo es dejarlos en el más completo abandono. Los valores con fundamento cristiano son los más preciados de todos los valores. Desde pequeños, el niño y la niña, necesitan experimentar el amor de la madre y del padre, es decir, juntos, no por separado; ser educados con el buen ejemplo; tener un ambiente positivo; motivarles hacia cosas positivas y trascendentes; enseñarles los caminos de Dios y practicar siempre lo bueno. Sólo así los niños tendrán un carácter positivo y un alto valor de la vida. Pero la realidad es otra, la mayoría de niños y niñas no viven esta experiencia y sus conductas, por lo tanto, son negativas. Muchos de ellos no tienen familia completa (falta mamá o papá, en otros casos los dos); viven en un ambiente hostil, familiarizados con el lenguaje soez, asimilan actitudes negativas por medio de la TV; sufren agresión verbal, psíquica y física; son abandonados a temprana edad; son obligados a la fuerza a trabajar desde muy temprana edad. Los resultados están a la vista, lo podemos todos los días.

   

Como se puede ver, la tarea es ardua, se necesita la colaboración de los padres y de la familia del niño. La familia debe procurar generar espacios de amor y de alegría, es decir, un ambiente positivo. Es urgente y necesario orientar a la familia y a la sociedad sobre el rol que les toca en la educación del niño y de la niña. La Iglesia no puede estar ajena a esta problemática; es en este campo que puede ejercer una pastoral infantil a través de diversos programas: kindergarten, educación inicial, escuela dominical, colegios, escuela para padres, etc. El futuro de un país y de la humanidad entera está en la buena formación moral y espiritual de los niños y niñas. Ellos y ellas necesitan desde muy pequeños ser orientados y educados en la Palabra de Dios. La Biblia tiene muchos testimonios de niños al servicio de Dios.          

 

Lamentablemente, esta labor de educar al niño y a la niña, ha quedado en manos de la escuela o de un albergue para niños y niñas. Y esto porque en muchos casos el padre está ausente en la educación de los hijos e hijas por diversos motivos coyunturales, como, por ejemplo, las excesivas horas de trabajo en la oficina, en la empresa u otras formas de trabajo; viaje; separación, etc. Hoy en día, raros son los casos en que la situación es contraria. En otros casos, los padres están ausentes del hogar por diversos motivos y no están preparados para educar a sus hijos e hijas en esas situaciones; recurren para ello a un familiar que los puedan tener o de lo contrario a alguna persona que realiza el servicio de cuidar niños y entonces se da que para la formación del niño se apela a la tradición familiar, a costumbres populares o a criterios personales de quien cría a los niños. En casos extremos se abusa de ellos, hasta el punto de dañar su físico, su moral, su espiritualidad, y hasta su sexualidad. Se violan todos sus derechos. Como consecuencia, el accionar de un niño depende mucho de la formación que se le imparte en el hogar. De ahí que podríamos decir que existen niños y niñas con "buenas costumbres", así como niños y niñas con "malas costumbres". Esto nos permite apreciar el tipo de formación familiar que recibe el niño y la niña desde muy temprana edad, y que a medida que va creciendo, van internalizándolo en lo profundo de su ser y que luego se reflejará en su conducta.

 

De ahí que, la iglesia tiene que convertirse en un centro de encuentro cristiano de los niños y niñas, donde ellos puedan sentirse como si fuese su casa, su escuela, su barrio, la casa de Dios. Para lograr ello es necesario que toda la comunidad haga suyo este propósito. La Escuela Dominical es un buen espacio que permite una buena formación cristiana para sus vidas. En lo posible debe haber cultos para niños y niñas, una vez al mes, utilizando para ello liturgias apropiadas para su nivel y dinámicas posibles para su celebración, incluyendo desde la creatividad hasta su plena participación. Permitir una separación transitoria con las personas mayores para poder vivenciar a su edad una experiencia con Dios. Luego pueden participar en el Culto con sus expresiones propias y talentos. Las actividades que realice la iglesia con niños y niñas deben tener en cuenta todo lo expresado hasta aquí. Si hubiera niños y niñas de la comunidad que no son parte de la congregación, no se les debe forzar a asistir a los cultos, sino invitar a asistir juntos con sus padres. Nuestra misión principal es formarlos con valores cristianos y que puedan expresar su fe en la comunidad cristiana a la que pertenecen. La tarea pastoral de la Iglesia en cualquier comunidad es compartir el amor de Dios con todos los niños y niñas, también.

Roguemos al Señor para que esta responsabilidad que nos ha dado no quede en el olvido. Que podamos cumplir la labor de enseñar a niños y niñas las maravillas del Señor, a obedecer Su palabra, y a adorarlo en todo momento de sus vidas. Amén.

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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