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OLVIDO O AUSENCIA DE DIOS

 

(Salmo 22:1-2; Lucas 12:6-7)

 

Es muy común escuchar entre la gente, y aún entre cristianos, que Dios se ha olvidado de uno. Son tantas nuestras oraciones y súplicas, pero, éstas no son respondidas por Dios, suele la mayoría de personas expresarse acerca de la presencia de Dios. Con certeza podemos decir que Dios no se olvida de su Pacto hecho con Noé (Génesis 9:11-13) y con Abraham (Génesis 17:1-4). Una primera causa, no es que Dios se haya olvidado de Su promesa de salvación, lo que sucede, es que cuando nos apartamos del pacto con Dios, hacemos lo que nos viene en gana, no cumplimos con sus mandamientos, Dios se aleja por un tiempo de nuestra presencia. Isaías señala que Dios se aleja de nosotros por nuestras rebeliones (Isaías 59:11). Cuando Jesús se refiere a nosotros y nos compara con los pajarillos que no son olvidados por el Señor, así también, nosotros no somos olvidados por Él (Lucas 12:6-7). Así mismo, Jesús prometió a sus discípulos que Él siempre estaría con ellos y con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28:20b). Entonces, no es que Dos se haya olvidado de Su promesa, lo que se produce, ante nuestras rebeliones, es una ausencia temporaria de Dios, en nuestras vidas, hasta que volvamos por sus caminos. Otra causa, es que Dios en tiempo de prueba, quiere probar nuestra fe y se mantiene en silencio. Él está a nuestro lado, caminando con nosotros todos los días. Su silencio no es olvido o abandono.       

 

Con la excusa de que Dios se olvida de Su promesa y nos abandona a nuestra suerte, es que se cometen una serie de arbitrariedades en contra de la voluntad de Dios, se da lugar a una serie de pecados, atropellos contra el prójimo, alejamiento de Dios, abandono de la fe. Mucha gente al no recibir respuesta de Dios, considera que hay un olvido de parte de Dios, es por eso que ya no escucha las oraciones, que ha dado las espaldas a nuestras súplicas. Sin duda, que muchos de nosotros, en algún momento hemos tenido esta misma sensación, de que Dios se ha olvidado de nosotros y por eso suceden cosas desagradables en nuestras vidas. En esas circunstancias, no somos capaces de revisar nuestra relación con Dios y nuestra conducta con relación con sus mandamientos. Omitimos hacer una evaluación, acerca de nuestra santidad de vida. Creemos que estamos bien, que no hay ninguna falta, aunque sabemos que hay pecados, pero, éstos no son tan graves como otros. Olvidamos que para Dios no hay categoría de pecados. No hay pecados pequeños y sin importancia, o pecados grandes y graves. Para Dios, el pecado es pecado, es trasgresión de sus mandamientos. Mientras suceda esa situación, Dios se aleja por un tiempo de nosotros, hasta que volvamos al camino de santidad, en arrepentimiento.       

 

En las Sagradas Escrituras, encontramos una serie de acontecimientos, donde pareciera que Dios se ha olvidado de su pueblo o de sus siervos. Hay un momento en que la esposa y amigos de Job, consideran que Dios se ha olvidado de él, por eso, todo lo malo que le está pasando (Job 2:9; 4-5); El rey David, llegó a exclamar a Dios, por qué lo había desamparado. Pregunta por qué estaba tan lejos de su salvación, y de las palabras de su clamor. Él clama de día y no hay respuesta; clama de noche y no hay reposo (Salmo 22:1-2). En la cruz, Jesús clamó a gran voz estas mismas palabras (Mateo 27:46). La humanidad de Jesús salió a flor de piel. Hay momentos, que esta sensación de olvido o abandono se da en nuestro ser, en momentos muy difíciles o de angustia. En todos estos casos, Dios no se había olvidado de ellos, estaba ausente por un momento, en medio de la prueba. Nosotros los cristianos, no estamos exentos de pasar por estas mismas circunstancias. Dios no se olvida de su promesa de estar con nosotros en toda situación de prueba o angustia, él está a nuestro lado en silencio, está pendiente de lo que nos está ocurriendo, escucha nuestras oraciones, nuestras súplicas. No nos ha olvidado, ni nos abandona a nuestra suerte.     

 

En la experiencia cotidiana de nuestra vida en la fe, muchas veces hemos pasado momentos muy difíciles o angustiosos, en esos instantes, no comprendemos lo que nos está pasando. Sentimos como que Dios se ha olvidado de nosotros y nos ha abandonado. Como testimonio personal, puedo decir, que en varias oportunidades he tenido esta sensación de olvido o abandono de parte de Dios. Me ha costado mucho, comprender que Dios no nos abandona o se olvida de nosotros. En nuestra desesperación, gemimos y queremos una pronta respuesta. Sin embargo, puedo decir, que, al revisar las Sagradas Escrituras, encontré que Dios no se olvida de Su promesa, que puede haber un silencio, una no respuesta oportuna, una demora en su intervención. Ese vacío existencial que experimentamos, es una manera de cómo Dios nos permite desarrollar nuestra fe, nuestra esperanza, nuestra confianza en su poder. Así lo entendieron, Job, David y otros siervos de Dios. Pasado un tiempo, Dios respondió y se manifestó con poder. Eso mismo, pasa con nosotros.                      

 

En estos tiempos, en que hay muchas situaciones de dolor, de angustia, de soledad, de opresión, de maltrato, de abandono, de violencia, de discriminación, de angustia existencial, será bueno compartir con aquellas personas que están pasando por estos momentos, acerca de presencia permanente de Dios. Que la demora en la respuesta no significa olvido o abandono de parte de Dios. En todo caso, es un tiempo de prueba, para revisar nuestra relación con Dios. Recordar que solo por la fe la persona vivirá (Habacuc 2:4; Romanos 1:17b). Tener en cuenta la promesa de Jesús de que siempre estará con nosotros, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20b). Si tenemos en cuenta esta situación, comprobaremos que Dios puede tardar, pero nunca olvida. De pronto, sentiremos que Dios siempre estuvo a nuestro lado y nos estuvo acompañando, minuto a minuto. Esa es la prueba de que Dios no nos olvida. Pero también, puede ser que nuestra vida no está de acuerdo con lo que el Señor quiere de nosotros, entonces, él se aleja momentáneamente de nuestras vidas, para que podamos reflexionar y volvernos a Él, en actitud de arrepentimiento. Esa ausencia momentánea no significa olvido o abandono. Un ejemplo que podemos tener en cuenta es cuando Pedro estaba caminando sobre el mar para ir a Jesús, de pronto, tuvo miedo y comenzó a hundirse, clamó al Señor para que lo salve, y al momento Jesús le extendió su mano y lo rescató (Mateo 14:28-31). Jesús estaba ahí, viendo cómo Pedro ponía en práctica su fe. En el momento decisivo Jesús intervino y lo rescató. Así, sucede con nosotros en nuestra vivencia de la fe. Otro hecho, es el de los caminantes de Emaús, que sintieron que Jesús los había abandonado y que no había cumplido su promesa de liberar a Israel. Ellos regresaban de Jerusalén a su aldea, desanimados y sin esperanza. Pero, de pronto Jesús se reveló ante ellos y les demostró que él había estado caminando con ellos por el camino (Lucas 24:13-32). Muchas veces, puede pasar lo mismo con nosotros, no nos percatamos de que el Señor camina con nosotros todos los días de nuestra vida y no le reconocemos.  

 

Roguemos al Señor para que podamos vivir confiados de que Él está siempre a nuestro lado, que nos cuida y nos protege, que no nos olvida o abandona. Que no haya duda alguna de su presencia, en cualquier circunstancia que nos toque afrontar. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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