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UNA ORACIÓN DE CONFESIÓN EN MEDIO DE LA DESOLACIÓN

 

(Daniel 9:1-19)

 

Esta oración de Daniel, está en medio de las visiones que ha tenido, y después de haber pasado la prueba en el foso de los leones. Daniel da cuenta que está en el reinado del rey Darío, rey de los caldeos, y es en ese momento que toma nota de la profecía de Jeremías (Jeremías 25:11; 29:10) que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años. Este capítulo, es el principal capítulo del libro de Daniel y uno de los grandes capítulos de la Biblia. Aquí podemos encontrar un modelo de oración. En esas circunstancias, Daniel toma una actitud, volver su rostro a Dios el Señor, para buscarlo en oración y ruego, estar en ayuno, cilicio y ceniza. Esta es una actitud de penitencia en medio de la desolación. Esta actitud de Daniel, debería ser tomada, también por nosotros, hoy en día, cuando estamos en medio de una desolación. Toda desolación significa tener una sensación de hundimiento o vacío provocada por una angustia, dolor o tristeza grandes. Las reuniones de oración deberían tener esta actitud.

 

En esta situación de angustia, Daniel ora a Dios, y hace confesión de pecado. Es bueno tomar nota que esta oración fue privada y personal. No convocó a ninguna reunión de oración pública. En primer lugar, Daniel reconoce que Dios es grande, digno de ser temido, que guarda el pacto y tiene misericordia con los que lo aman y guardan sus mandamientos. Es el reconocimiento de la soberanía de Dios sobre todas las cosas y circunstancias. Después de este reconocimiento, Daniel, hace una extensa confesión, incluyéndose, que, como pueblo, se ha pecado, se ha cometido iniquidad, se ha sido rebelde, se han apartado de los mandamientos y de sus ordenanzas. No se ha obedecido a los profetas que hablaron en el nombre de Dios a los reyes, a los príncipes, a los padres, y a todo el pueblo. Ha habido rebelión contra Dios; sin embargo, Él es justo y misericordioso, y todo lo que sucede es por causa de las rebeliones. Esta confesión es franca y sincera, sin excusa alguna. Esta actitud de Daniel, debería ser tomada por nosotros al acercarnos a Dios en oración. Dios no nos va a abandonar, actuará a favor nuestro, en la medida que reconozcamos nuestros pecados, clamemos a Él con sinceridad por su perdón, y ya no pongamos excusas, para justificar nuestros pecados. Recordemos que Dios es misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia (Salmo 103:8).     

 

En plena oración, Daniel hace recuerdo de cómo Dios sacó a su pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa. Esto es por causa de Su justicia, no a causa de la de ellos. Es en ese momento, que Daniel le pide a Dios que aparte su ira y su furor por la ciudad de Jerusalén, y que perdone a su pueblo y los libere de la esclavitud. Ésta fue una súplica apasionada de Daniel. Le pidió a Dios que escuchara y respondiera prontamente, por amor a sí mismo. Además, Daniel quería poner en salva guarda el nombre de Dios y Su gloria. Aquí también, deberíamos hacer lo mismo que Daniel, recordar, cuántas veces el Señor nos ha liberado, nos ha rescatado, nos ha sanado, en fin, cuántas maravillas hemos recibido, por causa de Su justicia y misericordia. Nuestra súplica no es en vano, tiene un referente histórico en nuestras vidas.   

 

Esta oración de Daniel, nos debe de servir como ejemplo. Hoy en día, hay muchas reuniones de oración, cultos de oración, células de oración, en la Iglesia, sin esta actitud de Daniel. Muchas veces se acude a estas reuniones, cuando hay algo malo que está pasando en nuestras vidas, sea, enfermedad, soledad, tristeza, miseria, sufrimiento, o alguna desolación. Olvidamos tener una actitud de estar a solas con Dios, reconocer Su soberanía sobre nuestras vidas, confesar nuestros pecados, nuestras faltas, nuestros errores, sin excusas, no echándole la culpa a alguien por ellos, sino, reconocer que ha sido por nuestra rebeldía, por no guardar los mandamientos el Señor. Al sentirnos dolidos, tristes por todo ello, clamamos a nuestro Dios, en actitud de penitencia, para que tenga misericordia de nosotros y nos libere de toda situación adversa, recordando las múltiples maravillas que Dios ha obrado en nosotros; son tantas, que ya no podemos enumerarlas (Salmo 40:5). Luego, entonces, podemos ir a una reunión de oración, para dar nuestro testimonio, de cómo el Señor ha escuchado nuestra oración, y nos ha liberado plenamente.

 

Qué el Señor nos permita acercarnos a Él con toda humildad, para adorarle y confesar nuestros pecados, errores, en medio de la desolación; confiando que Él escuchará nuestra súplica, él es nuestro amparo y fortaleza y vendrá a nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (Salmo 46:1). Amén.  

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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