EL AMOR DE UN HIJO
AGRADECIDO
(Juan 19:25-27)
El
relato bíblico nos muestra una actitud de amor y compasión, tanto de Jesús, como
el de las mujeres y el discípulo amado, Juan. En la cruz está Jesús sufriendo y
sintiendo los estragos de la agonía, ya no puede más, sus fuerzas físicas se
están acabando, ya no hay lugar para nada más. Unas mujeres han tomado la
valiente decisión de permanecer al lado de Jesús, el rey de reyes, el Hijo de
Dios, el Mesías prometido, sin importarles lo que digan la gente y los enemigos
de Jesús. ¡Allí están donde las papas queman! Estas valientes mujeres acompañan
a su Señor, no le abandonan. En esa situación tan difícil para Jesús, logra ver
a su madre, en ella ve un rostro lleno de lágrimas y dolor. Está sola, José no
está más a su lado, no hay quien cuide de ella. Jesús el hijo mayor, era el
sostén espiritual y material de ella. Los fariseos y autoridades de Israel no
sólo han pretendido destruir a Jesús, sino a una familia. Sin embargo, Jesús con
un amor agradecido por todo lo que María, su madre carnal, hizo por él, no
quiere dejarla en el más completo abandono, recurre al lazo familiar que en ese
momento hay entre Juan y Jesús, ambos eran primos carnales, y es en ese contexto
que Jesús le dice a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo" ¡No estás sola!. Es
Jesús solidario con su madre, su primo debe asumir ahora la responsabilidad de
velar por ella. Asimismo, en ese mismo momento le dice a su primo Juan: "Ahí
tienes a tu madre" ¡Asume tu nueva responsabilidad social y espiritual!
Hoy, en este tiempo de cuaresma, este pasaje bíblico nos lleva a reflexionar
sobre la condición de muchas madres que quedan abandonadas, ya sea por la
partida del hijo que era el sostén de la casa o por la indiferencia de los
familiares que no tienen compasión. Jesús no permitió que su ser querido quedara
en el total abandono, le proveyó un apoyo seguro. ¡En el mismo seno de la
familia! Muchas veces como familia somos indiferentes al dolor o sufrimiento de
nuestros seres queridos, preferimos satisfacer nuestras propias necesidades o la
de otros, menos de quien pertenece a nuestro linaje. Vale la pena preguntar:
¿Cómo está tu madre, tu abuela, tu tía u otro familiar? ¿Te has acordado de
ellos? ¿Sabes cómo se encuentran en este momento?. No velar por ellos, es no
haber entendido el evangelio de Jesucristo, quien nos manda a amar a nuestro
prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22, 39). Jesús nos enseña, que aún en
medio de su sufrimiento, tuvo tiempo para preocuparse por su madre. Nosotros,
¿Tenemos el tiempo suficiente para preocuparnos por nuestros familiares? ¿Hasta
dónde estamos poniendo en práctica las enseñanzas de nuestro Salvador, Jesús?.
Que el Señor nos mueva a misericordia y amar a aquellos que están a nuestro
alrededor. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
Copyright © 2000-2009 Rev. Lic. Jorge Bravo-Caballero. All rights reserved. Todos los derechos reservados.