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    LA VICTORIA TRAS LA DERROTA

 

(Jueces 20:18-48)

 

Es interesante leer este relato bíblico, una batalla entre hermanos. Es muy triste y lamentable ver que la enemistad a veces se extiende hasta entre hermanos y personas de la misma nación. No hay que olvidar que toda venganza trae consecuencias funestas. Si uno analiza esta pelea, se podrá ver que: 1. Estaba basada en un celo ciego. Los israelitas se juntaron para buscar venganza, sin tener toda la información para ejercer la objetividad necesaria. 2. Estaba expresada con crueldad extrema. Decidieron tratar de aniquilar a todos de la tribu de Benjamín. Después se dieron cuenta que habían hecho mal. 3. Estaba reflejando una pasión desenfrenada. La batalla fue en contra de los israelitas en las dos iniciativas. Fue solamente cuando pidieron la voluntad de Dios que recibieron la seguridad de la victoria. 4. Estaba manifestando una obsesión por la venganza bárbara. Por eso, reiteramos que muchas atrocidades se cometen cuando estamos obsesionados por hacer algo. Las personas sufren a consecuencia de esta emoción. La fuerza israelita era bastante más grande que la de Benjamín y tenían una gran superioridad.

 

Ahora bien, antes de la batalla, los israelitas fueron a Betel para pedir consejo al Señor sobre cuál de las tribus debería empezar la ofensiva (v. 18). El Señor les respondió que sería la tribu de Judá. Ellos confiados en que el Señor los apoyaría, se levantaron temprano contra Gabaa. Los hijos de Benjamín salieron al encuentro y derrotaron a los israelitas, causándoles una baja de 22,000 muertos. Ante esa derrota, los israelitas fueron a Betel a lamentarse en presencia del Señor hasta la noche. Allí volvieron a consultarle al Señor si debían volver a atacar a sus hermanos de la tribu de Benjamín. Una vez más, el Señor les respondió favorablemente y cobraron ánimo. Al día siguiente, volvieron a presentar batalla contra los benjaminitas en el mismo lugar. Por segunda vez, los hijos de Benjamín volvieron a atacar y mataron a otros 18,000 soldados israelitas. Por tercera vez, los israelitas fueron nuevamente a Betel a lamentarse delante del Señor. Todo el día se la pasaron sin comer, y le ofrecieron holocaustos y sacrificios de reconciliación. Ahí, volvieron a consultar al Señor si deberían atacar una vez más a los hijos de Benjamín o sería mejor darse por vencidos. El Señor les respondió que atacaran, porque al día siguiente les daría la victoria. Finalmente, ganaron la batalla.

 

Como reflexión, podríamos preguntarnos, qué lección podríamos obtener de este relato bíblico. Sin duda, que podemos sacar algunas enseñanzas: 1. Es triste ver que la enemistad a veces se extiende hasta entre hermanos y personas de la misma nación. 2. La voluntad de Dios no es igual a nuestras voluntades. Todo se realiza en el tiempo de Dios y no en nuestros tiempos. 3. Los caminos del Señor no son nuestros caminos y sus pensamientos no son los nuestros. 4. La unión aumenta la fuerza para luchar y vencer. 5. En cada batalla que afrontamos se aprenden nuevas estrategias para prepararnos para futuras batallas. 6. Al enfrentar una batalla, debemos confiar y depender del Señor completamente, a pesar de las circunstancias. Ninguna derrota nos debe amilanar en la consecución de nuestros objetivos. La victoria es nuestra meta. 7. El Señor puede ver victorias en nuestras aparentes derrotas. Él sabe las lecciones que vamos aprendiendo en el camino. Cada derrota, nos deja una lección, una experiencia, que debemos valorarlas, para volver a empezar y ganar la batalla.                   

 

Qué el Señor nos ayude a mantener la calma y la serenidad en los momentos de las derrotas. Que sepamos esperar su santa voluntad, y que nos siga perfeccionando para alcanzar la victoria en cualquier batalla. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

 

                                 


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