CUANDO LAS CIRCUNSTANCIAS ADVERSAS AMENAZAN LA FE
(Génesis 12)
La historia que en esta oportunidad vamos a reflexionar es acerca de la fe de Abram ante el llamado de Dios para realizar una misión. El capítulo 12 del libro de Génesis empieza con el pedido que Dios le hace a Abram para que salga de su tierra y deje a su familia para ir a un lugar en que Él le mostrará. En ese pedido, hay una promesa y una bendición. La promesa es que Abram será padre de una nación grande, tendrá la bendición de Dios y será engrandecido para ser bendición para otros. Aquí podemos ver que todo llamado que Dios hace contiene siempre bendición. Solo por fe podemos confiar que esto será así. Abram tiene fe en Dios y está decidido a obedecer. No pone en cuestionamiento dicho llamado, él está listo para empezar la misión, a pesar de que ya tenía setenta y cinco años de edad. Esto evidencia, una vez más, que para servir al Señor no hay edad.
El relato bíblico nos dice que Abram salió de Harán para ir a la tierra de Canaán, junto con su esposa Sarai y su sobrino Lot. Cuando llegaron a la tierra de Canaán, Dios se le apareció y le prometió que dicha tierra sería dada a su descendencia. Como señal de su fe y gratitud a Dios, Abram edificó un altar y más adelante construyó otro altar. Hasta aquí, podemos ver que la fe de Abram es firme y su obediencia al llamado de Dios, también es firme y sin ningún cuestionamiento. Por fe, Abram inicia su aventura de caminar por aquella tierra desconocida, junto con su familia. Esta tierra es tierra de promisión y de bendición.
De pronto, el relato bíblico nos
informa que hay hambre en la tierra. Esta es una circunstancia adversa, y Abram
decide afrontarla yendo a Egipto para morar y sobrevivir de la gran hambruna en
la tierra. Una pregunta que surge, es: ¿por qué Abram no confió en Dios y en su
promesa? Si Dios le había dicho que fuera a la tierra de Canaán, no era porque
que quería que pasara momentos de adversidad, Él sabía que habría hambruna y que
no estaría abandonado. Era cuestión de confiar en su promesa y en su bendición.
Aquí, el temor ante una adversidad pone a prueba la fe de Abram. Muchas veces
nos suele suceder a nosotros, que, ante una adversidad, nuestra fe flaquea y nos
desesperamos. No confiamos plenamente en las promesas de Dios. Optamos por
afrontar la adversidad con nuestras propias manos, no dejamos que Dios actúe en
medio de ella.
Como podemos ver, ante la adversidad de la hambruna, Abram decide ir a Egipto, confiando que allí encontrará la solución a esa adversidad. No sabe lo que le espera en ese lugar. Él se ha dejado llevar por su instinto de conservación. Ha olvidado la promesa que Dios le hizo y de la bendición prometida. Decide resolver el problema por su cuenta. Ya en Egipto, surge otra adversidad. Resulta que Abram se da cuenta que su esposa Sarai, que era una mujer muy hermosa, que esta situación le traería problemas, ya que era costumbre en Egipto, que el Faraón y los príncipes, podían tomar como mujer a cualquier mujer que les llamara la atención. Entonces, Abram, para superar esa adversidad, decide decirle a Sarai que diga que es su hermana, para proteger su vida. Una vez más, podemos ver a Abram queriendo resolver las dificultades o adversidades por su propia cuenta, sin la intervención de Dios. Esta es una actitud egoísta de Abram, prefiriere poner en peligro a su mujer, con tal de salvar su vida. De hecho, el temor a la adversidad pone en peligro la fe. A veces, nosotros también ponemos en peligro a los nuestros, cuando tomamos decisiones egoístas, sin considerar la intervención de Dios.
Sucedió lo que tenía que pasar, los príncipes del Faraón llevaron a Sarai ante él y éste la tomó para sí. A cambio Abram recibió grandes beneficios, entre ellos, ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos. A cambio de una mentira, recibía grandes beneficios personales. Y no solo eso, estaba poniendo en peligro a su esposa. Aquí, Abram está actuando guiado por su razón y no por la fe. Bien podemos decir, que todo aquello que realicemos en contra de la voluntad de Dios, siempre trae graves consecuencias. Ahora Dios interviene en favor de Sarai, hiere a Faraón y a su casa con grandes plagas, debido a esta mentira de Abram. Faraón se da cuenta que algo está mal, y llama a Abram para reprocharle su mentira. Para Dios, no hay nada oculto. Él protege a Sarai de tremenda afrenta. Ella no está sola, cuenta con la protección de su Señor. Finalmente, al quedar descubierta la mentira de Abram, Faraón ordena a su gente los echen de Egipto. Esta es la consecuencia de la mentira, del egoísmo, el confiar en sus propias decisiones y no en la fe en Dios.
Que esta historia de Abram, nos enseñe a confiar siempre en nuestro Dios, y no dejarnos llevar por nuestros instintos naturales. Ante una circunstancia adversa, siempre debemos confiar en las promesas de Dios, y no tener temor a ellas, sabiendo que Dios siempre acude a nuestro pronto auxilio. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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