VIVIENDO ENTRE LA IGLESIA EVENTO Y LA IGLESIA INSTITUCIÓN
(Mateo 16:18-19)
Hoy en día no es fácil discernir entre la iglesia fundada por Jesucristo y la iglesia convertida en institución. Para muchos creyentes, la iglesia de hoy, no es la iglesia que Jesús estableció. En un momento dado, Jesús en pleno caminar, preguntó a sus discípulos sobre qué dice la gente acerca del Hijo del Hombre. Ellos respondieron que unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros Jeremías, o alguno de los profetas. Ante esa confusión, Jesús les pregunta a ellos quién es él. Nadie respondió, solo Simón Pedro. ¿Qué pasó? ¿Porque no respondieron la pregunta de Jesús? ¿También estaban confundidos como la gente? Pedro confiesa que es el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:13-16). Bien sabemos que, a partir de la confesión de Simón Pedro, Jesús edifica su iglesia sobre esta confesión, que viene a ser la roca de la fe, el fundamento de la iglesia. Pedro como apóstol de Jesús, recibe las llaves del reino de los cielos, es decir, autoridad para administrar la iglesia. Aquí podemos ver las dos realidades de la iglesia: iglesia conformada por los que confiesan que Jesús es el Cristo (evento); y la iglesia administrada terrenalmente por un líder (institución).
Al partir Jesús a la presencia de Dios Padre, la iglesia no podía quedar sin ninguna conducción. Jesús les dijo a sus discípulos que enviaría al Consolador, el Espíritu Santo, para enseñarles y recordarles sus enseñanzas (Juan 14:26). Bien sabemos que esa promesa se cumplió en Pentecostés, cuando descendió el Espíritu Santo y derramó dones sobre la comunidad de fe, la iglesia (Hechos 2:1-13). Para empezar la misión como iglesia, había que completar el equipo de discipulado que Jesús estableció. Para ello, eligieron a Matías para integrar el equipo de discipulado, para cumplir el ministerio del discipulado y apostolado (Hechos 1:21-26). Esta fue una acción administrativa para el cumplimiento de la misión de la iglesia. Ya organizada la iglesia, el Espíritu Santo empieza derramar diversos dones sobre la iglesia, con el fin de cumplir eficientemente la Gran Comisión dada por Jesús (Mateo 28:19-20). Los resultados del cumplimiento de la misión la podemos ver en el relato del libro de los Hechos (Hechos 2:43-47; 4:32-37). Aquí, podemos ver cómo las dos realidades de la iglesia se van dando en forma conjunta. La iglesia organizada va desarrollando la misión de predicar las buenas nuevas del Señor, y el Espíritu Santo actuando en medio de la comunidad, incorporando a los nuevos creyentes y derramando dones.
Pasado el tiempo, la iglesia va creciendo y es necesario organizarla para seguir con la misión. Para ello, el Espíritu Santo coadyuba la labor con el repartimiento de los dones, que llegan a la cantidad de veinte (Cf. Romanos 12:3-8; 1 Corintios 12:4-11,28-30; Efesios 4:7-12). Recordemos que los propósitos de los dones espirituales son dos: la edificación espiritual de la iglesia (1 Corintios 12:7; 14:12; Efesios 4:7-12) y la conversión de los incrédulos (1 Corintios 14:21-25). Equipada la iglesia y organizada, ésta empezó a crecer por todo el mundo. No fue fácil cumplir con la tarea dada por Jesús. Hubo persecuciones, matanzas, martirios, de todo aquel que confesaba que Jesucristo era el Cristo. Los líderes eran perseguidos, desterrados y en otros casos, torturados y muertos. El libro de los Hechos da cuenta de esa realidad adversa por la que estaba atravesando la iglesia. Los dos primeros siglos, son de crecimiento, expansión, y consolidación de la iglesia del Señor. La iglesia tenía una estructura básica: apóstoles, diáconos, presbíteros (ancianos), profetas y obispos.
De pronto, en medio de la persecución y matanzas, surge un personaje llamado Constantino, emperador de Roma. Este personaje iba a dar un giro a la vida de la iglesia, tanto en lo espiritual, misional, estructural, como en lo político. Para muchos creyentes, la aparición de este personaje en la vida de la iglesia, era la participación del Espíritu Santo. Pero, ¿Quién es este personaje? Brevemente daremos una referencia al respecto. Según la tradición recogida por Eusebio de Nicomedia, el día anterior a la batalla del puente Milvio, Constantino vio en el cielo una señal: una cruz acompañada de la leyenda in hoc signo vinces (con este signo vencerás). Constantino, que probablemente profesaba una religión solar monoteísta, había mantenido contactos con el cristianismo y era consciente de la fuerza que ese credo tenía en el Imperio, lo que sin duda influiría en su política posterior. Para conmemorar esta victoria hizo construir en el 315 en el Foro de Roma el famosísimo Arco de Constantino, en el cual atribuyó la victoria sobre Majencio a la protección de la divinidad, sin especificar cuál. Posteriormente la historiografía cristiana calificó la victoria de Puente Milvio como la primera batalla ganada por un emperador romano gracias a la ayuda de Dios. Esta experiencia, sirvió para que Constantito asumiera el poder pleno. En el año 313 promulgó el Edicto de Milán, por el cual se decretaba la libertad de cultos en todo el Imperio. Se reconoció a los cristianos el derecho a celebrar sus cultos y se restituyeron los bienes eclesiásticos. Constantino concedió a su vez importantes privilegios al clero cristiano, entrando muchos de ellos a formar parte de la administración de Roma. Ahora, él se colocaba, como emperador, sobre las personas y se hacía el intercesor de ellas ante Dios. Dar su apoyo a esta doctrina cristiana, le sirvió de gran utilidad política en la construcción de un sistema de monarquía de derecho divino. Aquí empieza la institucionalidad de la iglesia de manera secular.
Ahora bien, han pasado más de veinte siglos desde que Jesús estableciera Su iglesia y ella mantiene estas dos realidades: iglesia evento e iglesia institucional. Gracias a Dios la iglesia evento, guiada por el Espíritu Santo existe y se desarrolla con el favor de Dios. El Señor sigue levantando misioneros y pastores, Su palabra es proclamada a toda criatura por todo el mundo, muchos aceptan a Jesús como Hijo de Dios, Señor y Salvador. La iglesia evento sigue su propia dinámica, guiada por el Espíritu Santo. Pero, otra es la realidad de la iglesia institucional, administrada por personas. Sin duda que está siendo guiada por el Espíritu Santo, pero prevalece más la voluntad humana. Y aquí es donde se presentan las dificultades como iglesia. Desde que Constantino estableció una jerarquía humana para la administración y misión de la iglesia, se ha producido una infinidad de divisiones, pleitos entre pastores, líderes y feligresía. De todo ello, existen tres formas de ser iglesia: la iglesia católica, la iglesia ortodoxa y la iglesia protestante. Cada una con sus subdivisiones. Ante esa realidad, la gente se pregunta: ¿Cuál es la iglesia verdadera? El ecumenismo ha tratado de unificar la misión de la iglesia. Poco son los resultados. Lamentablemente en el seno de cada una de las iglesias, se ha producido divisiones por cuestiones teológicas y doctrinarias, por actos de inmoralidad por parte de pastores y sacerdotes, por tener una posición política con algún gobierno de turno, por la existencia de una iglesia llena de riquezas e indiferente al dolor y pobreza humana, y por existir señales de corrupción en el seno de la iglesia. Todo esto ha llevado al desprestigio de la razón de ser de la iglesia ante los ojos del mundo. De ahí que, miles de cristianos están tomando la decisión de abandonar la iglesia institucional y ser parte de la iglesia evento. Viven su fe y experiencia religiosa en comunidades, donde el liderazgo es compartido, se vive en comunión, sin ninguna doctrina e ideología, no existe una estructura eclesiástica. Solo la Escritura es la norma de fe y conducta del creyente. Es volver al discipulado de la iglesia primitiva.
Roguemos al Señor para que Su iglesia sea la verdadera iglesia, que se deje guiar y administrar por el Espíritu Santo. Amén.
Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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